Estela se levantaba temprano junto con su marido. Se
bañaba, se peinaba, se entalcaba y perfumaba. Después compartía con su marido el desayuno en la
cocina.
Cuando el se iba a
trabajar en la empresa de cosméticos donde era vendedor, ella iba hasta el
jardín y con un enorme martillo trataba de matar caracoles, todos los que
pudiera.
Desde hacía unos meses,
esos insectos, habían invadido su jardin , trepando por paredes, encaramándose
sobre los troncos del árbol de rosas chinas, entremezclándose con las plantas,
con sus queridas plantas.
Le habían dicho en un
vivero, que existía un veneno muy potente que era capaz de eliminar los
caracoles en pocas horas, pero que a su vez, eliminaría también a sus dos gatos
siameses que adoraban, echarse sobre el pasto y estar bajo el sol.
Estela entonces
prefirió asustar a golpes a los intrusos
y así acabar con ellos para siempre.
El marido de Estela
era budista y aunque ella no compartía esa doctrina lo escuchó con atención
cuando le advirtió que era de muy mala
suerte pretender matar criaturas que estuvieran en este mundo cumpliendo una
misión.
-No se te ocurra
matar a los caracoles del jardín,- le
ordenó.
Estela dio su
palabra, que por supuesto, jamás cumplió.
Una tarde, en el
mercado, Estela buscaba algún veneno nuevo para caracoles que no dañase a sus
amados gatos. E n eso una vecina del barrio le aconsejó que les tirara sal
fina.
-Con eso se van enseguida,
le dijo-usted se acordará de Nelly o sea, de mi, para siempre. Dos o tres dias y los caracoles, esos bichos
inmundos, no vuelven más.
Estela hizo caso, y
compró sal fina, por lo menos tres paquetes. Al día siguiente tiro puñados por
todo el jardín.
Los caracoles
desaparecieron enseguida, no quedó ni uno.
A Estela le llamó la
atención que el lunes de esa misma semana en que los caracoles se esfumaron, su
marido, decidiera quedarse un rato mas en la cama, en lugar de ir a trabajar.
Cuando le pregunto si
se sentía mal, el respondió, -en absoluto, estoy mejor que nunca.
El tema era que según
su marido se iban a transformar en nuevos ricos.
-Viste que te dije
los otros días que no era bueno andar matando bichos, por más bronca que uno
les tenga. Bueno, en la empresa el dueño, anda queriendo sacar una crema en
base a baba de caracol. Dice que es muy vendible y que es buena para muchas
cosas, cicatrices, arrugas, manchas. Claro que no se reproducen fácilmente, la tierra
tiene que ser especial.¿ Quienes son los afortunados que poseen esa bendita
tierra que por suerte aman los caracoles?, nosotros dos , mi amor.
Cuando
desayunaban ella estuvo a punto de
contarle lo sucedido, pero el, no la dejaba decir una palabra, asegurando que
la empresa exportadora de caracoles se llamaría Om.
Estela no quería que
su marido fuese al jardín pero después de tomar el desayuno, se levantó junto a
el, y los dos fueron hasta allí.
El marido aceptó como
buen budista la desaparición de los caracoles .Dijo que por algo sucedían las
cosas y que si los caracoles habían decidido marcharse, alguna vez a lo mejor ,
retornarían .Estela nunca contó lo de lo sal y sus vidas continuaron como de
costumbre, eso si, sin caracoles en el jardín.
Cada tanto Estela se
encuentra con Nelly en el super y ella se fastidia cuando la escuha preguntar,
-¿volvieron o no volvieron, los caracoles?
BERTA SUSANA BRUNFMAN.
Nacida el 29 de setiembre de 1953. Estudió Bellas Artes, algo de teatro y narración Oral con ANA PADOVANI y ELVA MARINANGELLIS. Es de Capital, adora Buenos Aires y todos sus hermosos barrios. Porteña de pura cepa. Narra cuentos con Mariano Llorente y se da el gusto de cantar acompañada por Federico Brunfman con su guitarra- Escribe cuentos sobre aconteceres cotidianos.
El cuento es una metáfora acertiva de como el universo siempre conspira en nuestro favor, aunque existe muchas veces la dificcultad de aceptarlo... la adversidad como trampolin y no como lápida.
ResponderEliminarHermoso texto😍