Recuerdo a Locolindo
cuando pasaba a toda prisa en su carro de ruedas de auto y tirado por su petizo
bayo. Todos los pibes del barrio nos emocionábamos cuando lo veíamos venir a lo
lejos, revolcando a sus numerosas latitas
de conservas atadas, haciendo su gran nube de polvo detrás de sí, por el camino
de tierra que entraba al pueblo. Locolindo argüía que eran las explosiones de
su carro, por la alta velocidad que desarrollaba. Ingresaba a todo galope, de
pie y gritándole a su bestia, con su
sombrero achatado hacia atrás y con sus ojos desorbitados y su mentón apretado,
reflejando el vértigo que le producía su
infantil hazaña. Los vecinos cansados lo puteaban y lo mandaban al carajo, mientras
corrían y si llegaban a tiempo cerraban
las ventanas y las puertas. Nosotros nos moríamos de risa al ver el polvoriento
espectáculo, y saltábamos de alegría cuando advertíamos que se nos aproximaba.
Nos parábamos tensos y expectantes a un costado de la calle. Cuando pasaba a
los cohetes frente a nosotros, le gritábamos en jolgorio coro: ¡Cómo andás
Locolindo!, y él con su exultante espontaneidad nos respondía: ¡Linnndo Liiinnndo!
y se esfumaba tras de su nube de polvo.
Éramos felices, y hoy creo que era el
acontecimiento más esperado de nuestra hermosa infancia…la carrera veloz de
Locolindo por el pueblo.
No estoy seguro, pero creo que fue un verano
de los setenta, cuando escuché que se comentaba con perplejidad y algo de
descreimiento, que en un campo cercano, había aparecido unos círculos de pasto
quemado y de perfecto delineamiento. En
todos los pagos vecinos y hasta la capital, se corrió la bolilla, que en
nuestro desconocido pueblo habían aterrizado platos voladores. El pasquín
regional, informaba con sensacionalismo todos los comentarios y opiniones de
los expertos en Ovnis. No se hablaba de otra cosa, que de ellos y de sus
antropomórficos tripulantes; hasta en el sermón del domingo se nos comunicó que
serían criaturitas de Dios, que tomaban mate y chupaban vino. Cómo ocurre
siempre, alguna noticia local y de más trascendencia, tapó el misterioso
aterrizaje de los platillos voladores. Nadie más tocó el tema y poco después pasó
al olvido.
Hasta
que algunos avistados vecinos, notaron que hacía un tiempo que Locolindo, no
aparecía por el pueblo, corriendo y polvoreando los frentes de casas y locales.
Fue en
la almacén de Don Manuel, en donde escuché que habían visto a Locolindo, juntando
maderas, gomas en desuso, tarros de lechero y cuantas cosas que Uno se pueda
imaginar. Que había hecho un montículo en su chacra, y que en la otra punta del
campito estaba construyendo una extraña edificación, cómo si fuera un toldo de
circo, o algo con forma circular.
En la barbería fue en donde se rescató la primera información, cuando apareció
Locolindo a rasurarse la cabeza. Después el peluquero se encargó de propagar la
averiguación al resto de su clientela, y
así me enteré Yo. Le había preguntado:
-¿En
qué me andás entretenido Locolindo?, que se te ve poco…
-Es
que me voy de viaje…me voy para conocer otros pagos…me voy a dar una vueltita
por el Espacito -Dijo Locolindo, sonriendo y con los
ojos cerrados cómo si tuviera gozando su proyecto.
-¿Dicís
qui te vas al Espacio?...y que pago es ese- Dijo el
Barbero.
-¡El
Espacio! en donde están las lunas y las estrellas y los ovnis-
Afirmó Locolindo con todo desparpajo.
Dicen que le terminó de cortarle los pelos,
con temor de que se le debocara el piante, y se le pudiera complicar la cosa
dentro de la peluquería ¡uno no sabe cómo termina la cosa cuando un loco
empieza a revirar!
Lo importante era que ya se sabía en que
andaba el tocado del pueblo, y pocas eran las menudencias, cómo ¡el de andar
haciéndose un ovni para pasear por el espacio! Al final reconocieron que la
llegada de los supuestos platillos voladores y del quemazón de los pastizales,
había dejado una consecuencia…que el chiflado del municipio se identificara con
los fantásticos relatos y visiones…y que al parecer se le hizo carne en él,
hasta llegar el punto de querer hacerse una nave espacial.
Todo el mundo por cualquier pretexto pasaba
por frente a la chacra de Locolindo, para chusmear; y si se cruzaban las
miradas, se decían: ¿Cómo andás
Locolindo? y un ¡Linnndo Linnndo!
No se hablaba de otra cosa del gran plato
volador que se estaba construyendo. Unos palos a pique y apoyados contra el
molino sostenían una gran lona en forma de cono, y por detrás sobresalían dos
turbinas hechas de tanque de aceite, grandes ventanas y numerosas antenas. Los
testigos se mataban de la risa por las cosas que le agregó en su interior. Parecía
que el viaje iba ser largo, porque se pispiaba que le había adosado unos
muebles, una cocina a kerosene y hasta un inodoro y muchos royos de papel
higiénico.
Pasaron los meses, y las últimas novedades
eran que cada vez su nave interplanetaria más se parecía a una tienda de turco,
con tantas cosas que tenía colgada: alpargatas, salamines, hormas de queso,
bolsa de agua caliente, jaulones con ponedoras y otras con conejos. Además la
había rematado con un corralito con una vaca lechera y una huertita con
plantines de lechuga y otros de tomates.
La intriga en el pueblo había crecido tanto,
que se juntó una comisión de vecinos para que vayan a interrogar la enigmática
locura del loco de Locolindo. Partieron en comitiva, junto con el redactor del
pasquín local en su frente. Se plantaron en su tranquera y se metieron hasta el
fondo del campo, sorprendiendo al diligente constructor. Cómo haciendo uso de
su perspicacia, por haber confesado durante cuarenta años a sus fieles, el Cura
le preguntó:
-¿Qué
estás haciendo…una iglesia? che Locolido.
-No
Padrecura, este es…( se quedó pensando y sorprendido)…este es…este es Mi Ovni-bús.
Repitió: Ovnibús.
-¿Ovnibús?...y
qué es un ovnibús- Preguntó el cura desencajado por el
extraño nombre.
-Un
Ovnibús…es…es…un objeto volador no identificado y ómnibus a la vez. Que sirve
para dar un recorrido por el espacio interior y exterior-
Respondió con seguridad y con orgullo, porque en su corazón sabía que era él,
el primer argentino que viajaría por el espacio.
-¿…y
decime Locolindo…cómo lo vas a ser andar?...a nafta, a kerosene…o a leña-
Preguntó el redactor del diario, buscando con sarcasmo ridiculizarlo ante los
presentes.
Locolindo, era muy loco…pero al parecer ya
había solucionado su medio de propulsión, y con total desenvoltura respondió:
-Su
propulsión…es…a pura inercia, como se dice a puro empujón…anda solo después del
primer empujón…y no para nunca…va a dar una vuelta en su eje cada 24 horas
¡justito un día! ¡cómo lo hizo el Tatadios!
Se rieron, hasta que
alguien interrumpió.
-Decime
Locolindo, y por cuánto tiempo ti vas…por cuánto tiempo te vas de viaje.
-Pienso
partir el primero de Enero y voy a estar de vuelta para la media noche del 31
de Diciembre…justito un año clavadito.
Estaba
tan convencido, que los presentes se quedaron mudos y de inmediato retornaron
para divulgar las nuevas a sus vecinos.
Los domingos, la vueltita del perro se
había extendido desde la plaza principal hasta a lo de Locolindo. Todo el mundo
esperaba ir a espiar que había hecho de nuevo el futuro astronauta.
Con expectativas y grandes
comentarios y bufonadas, esperaban el fin de año, para ir todo el pueblo
al gran despegue del Ovnibús de
Locolindo.
Nunca me olvidaré: En sulky,
camioneta, bicicleta y a pata. Salió tempranito todo el mundo al Cabo Cañaveral
argentino. Mis amiguitos y Yo fuimos colados en el camión municipal.
No había lugar contra el alambrado,
formábamos fila de a tres. Mudos con la mirada clavada a la nave, esperando ver
a su único tripulante.
De repente, algo raro salió detrás del
rancho de barro…era Locolindo, que salía empilchado de astronauta…¡cómo nos reímos!
al verlo…por dios, todavía lo tengo en mis retinas: se había hecho un traje…las
botas de gomas pintadas de aluminio, unas bombachas batarasas ajustadas a las
piernas…el único saco que le conocíamos también lo había pintado de aluminio…y
como escafandra se había enchufado en la cabeza ¡una regadera de zinc!, abierta
en su frente y con una manguera que salía del pico y se unía a un matafuego que llevaba en su espalda. Todos
llorábamos de algarabía. Mis paisanos brutos…le gritaban de todo, ¡cómo lo
cargaban! Locolindo, se fue acercando al gentío…era extraño a medida que lo
hacía nos íbamos poniendo más serio. Se nos paró enfrente, y todos quedamos
boquiabierto, cuando contemplamos sus transparentes ojos, inundados de
lágrimas…mudo…pero su mirada expresaba todo: Su reconocimiento, su alegría,
congoja, felicidad…¡todo!...y todos nos comenzamos a emocionar, porque sabíamos
que no iría a ninguna parte…pero nos estábamos despidiendo…en el fondo…él era
el chiflado del pueblo…¡Nuestro Loco! ¡Me entendés! Les extendían sus manos para tocarles las
suyas, y el que podía le decía alguna palabra de aliento, esperando en vano que
nuestro astronauta digiera algo. En su regazo, le ponían bolsita con huevos
duros, paquete de vela, alguna estampita…un almanaque…
Locolindo, empapado de llanto y de sudor,
se fue reculando mirándonos de frente hasta llegar a la oxidada puerta de
heladera, que era por donde se ingresaba a su plato volador.
Entró, y lo vimos que se sentó en la sala
de mando. Se enchufó unos cables a la escafandra, miró por la ventana…¡y nos
dijo todo! sin moverse…miró al frente, sonó un cencerro…y partió…
Nos quedamos largo tiempo mirándolo, para
ver si nos miraba. Fue en vano…estaba de viaje, y nosotros por más que
supiéramos que no se había movido…había partido al cosmos, y recién volveríamos
a tomar contacto exactamente a los 365 días, cero hora, cero minuto…
Todo el mundo a su cuerdo mundo. Ese año hice
el sexto grado, y debo confesar que lo extrañábamos, extrañábamos sus locuras,
su baño de polvo y a su ¡Linnndo lindo!
El año no pasó rápido, íbamos a su
tranquera a mirar…y a beses divisábamos
su extraña imagen ambulando por su nave. Si teníamos paciencia y nos quedábamos
hasta la noche, lo veríamos salir con su traje de astronauta y con una larguísima soga anudada a su cintura,
que lo unía a la escotilla del ovnibús, su único sostén espacial. Daba vuelta a
su alrededor, iba a ordeñar la vaca, a recolectar huevos y a buscar sus
lechugas y tomates. Si la noche estaba estrellada, se subía al molino y se
sentaba delante de las aspas…¡qué espectáculo! parecía un astronauta enserio
que volaba con su hélice detrás. Así se pasaba horas y horas contemplando el
firmamento…se paraba y hacía continuas señales…: ¿A quién? vaya uno saber…a
quien.
Lo
extrañábamos, pero igual lo seguíamos viendo, y para nosotros era mucho
¡muchísimo!
Llegó el fin de año, y el 31 todo el
pueblo pensaba ir a ver el triunfal regreso de nuestro loco astronauta.
Yo estaba entre los primeros. El pasto estaba
crecido alrededor del Ovnibús, y no se notaba sendero ni caminata pisada a su
alrededor. Estábamos extrañados. Llegó la hora prometida, y al ver que no se
habría la escotilla, corrimos en tropel a mirar dentro de la estática nave.
Todo estaba ordenado, limpio…un huevo duro a medio comer y un mate cebado. Comenzamos
a llamarlo: ¡Locoliiiindo!, acompañado de unos estruendosos silbidos y golpeteo
de latas. No apareció. Miramos por el rancho y el potrero; alguien forzó la
puerta y entró…todo esperamos afuera expectantes y con miedo.
Al no aparecer, miramos a lo alto del
molino…tampoco estaba, solo la soga que lo solía unir a la nave, se perdía en
su punta y sin nudo aparente. Un comedido tironeó de ella con fuerza, mientras
todos lo llamábamos…La soga cayó muerta al pie del molino…y ¡lo juro por mi vida!…todos,
todos los presentes escuchamos la voz de Locolindo, que decía puteando:
-¡Quién
fue el boboludo que me sacó la soga! ¡Quién fue!
Nos quedamos helados y
rígidos. Alguien se animó a llamarlo…:
¡Loco…Locolindo…por
donde andás!...loco…decinos ¿Dónde estás?
Nunca más se escuchó su
voz…ni un movimiento…ni nada.
Algunos salieron disparando, diciendo que
eran cosas malas del Mandinga. Otros consternados repetían ¡Pobre el Locolindo!
¿qué le habrá pasado?…será un ánima o se nos habrá transformado en alma en
pena…Se persignaron y salieron corriendo; yo también salí volando, y cagando de
miedo no paré hasta el pueblo.
Ni el Cura ni el Comisario, y los más
instruidos dieron explicación que le había sucedido al loco del pueblo. Todos
al principio guardamos la esperanza de volverlo a ver, entrando por el camino
principal.
Nunca más volvió, y con el tiempo todos se
olvidaron de él.
Crecí y
pasé de la niñez por la adolescencia sin darme cuenta. Cómo muchachote,
me fui del pueblo.
Ya gastado y medio golpeado por la vida,
nostálgico…me acuerdo del loco…del ¡Locolindo!...No sé, que pasó con él. Puede
ser que los marcianos se lo llevaron de verdad, que cayó al fondo del aljibe, o
que este extraviado en alguna dimensión desconocida entre el espacio y el
tiempo…No lo sé. Quizás no era de este mundo…o quizás tenía miedo en volverse
cuerdo, y tener que habitar entre el vacuo y anodino mundo de los normales y
ser medio infeliz. Repito: no lo sé.
Lo que sí sé, es que nos enseñó que: Nosotros,
Tu, Yo, también somos astronautas…¡que viajamos en un ovnibús!, que llevamos
las provisiones y nuestros seres queridos en él. Que gira cada 24 horas, da una
gigantesca vuelta por el infinito espacio alrededor del sol, cada 365 días…que
se propulsó en algún instante de la eternidad con un ¡empujón inicial! y fue para
siempre y suficiente…una nave llamada Tierra…¡Igual al Ovnibús de Locolindo!...Él
lo sabía y lo intentó y ¡logró navegar
consiente por el espacio!
Siempre
que regreso al falleciente pueblo, me corro a la famosa chacra de despegue del
primer astronauta criollo y argentino. Nada queda de la nave, solo el molino oxidado
con sus aspas ausentes y otras retorcidas. Una mano anónima y melancólica, ató
una soga en su punta. Siempre me le acerco y la tiro con ganas, a la vez que
grito con toda mi fuerza:
-¡Cómo
andás Locolindo!...y me quedo expectante cómo cuando era
niño, aguardando la quimérica e utópica esperanza de volver a escuchar: ¡Linnnndo Liiiindo!
Comenzó a escribir a los 57 años y como dice él "de repente un ¡clik!.... y piensa dedicarme el resto del tiempo que me resta a: Escribir ".
Ha escrito dos novelas:Vuelo al ser (mística e espiritual), inédita, y La Victoria y el Silencio de Hilario (Ficción, en un entorno de la rica Argentina del Centenario), editada en pequeña tirada, que sirvió para regalar a los amigos. Antes de fin de año, espera publicarla formalmente.
Participó en una antología para el Bicentenario..y lecturas públicas en la Feria del Libro 2012 y Casa de la Cultura de GEBA.
Además dos libros en editoriales, para salir, uno de cuentos (23 en total) y participación en una antología.
Una corta pero muy prolifera historia como escritor.
...y lecturas públicas en la Feria del Libro 2012 y Casa de la Cultura de GEBA.
Otro dos libros en editoriales, para salir, uno de cuentos (23 en total) y participación en una antología.
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