jueves, 30 de junio de 2011

UN MONSTRUO MODERNO (cuento)

De José Vicente Torres de la Espriella. Colombia

Parecía un ente monstruoso concebido por entes igualmente monstruosos en algún ignoto lugar de la tierra hasta la fecha conocido. Un ser, si así puede llamarse el espécimen en estudio, se asemejaba remotamente a una criatura con cuatro extremidades, una cabeza, un tronco y dos piernas. Masas o tumoraciones de diferentes tamaños brotaban en toda la extensión de esa formación: desde el tamaño de una cabeza de alfiler y hasta más pequeñas, apenas perceptibles al tacto, y otras tan grandes como una toronja colgando de su pedículo a punto de caerse. Parecía un árbol cargado de frutas.
Se trataba de un ser humano, cuyos parientes lo habían mantenido oculto, evitando la curiosidad de las gentes al observar la extraña apariencia del enfermo. Ahí estaban, en una sala  esperando un turno para ser atendidos. Su exótica apariencia llamaba tanto la atención, que muy pronto se vieron rodeados, èl y sus familiares, por los contertulios, que no cesaban de ponderar y cuestionar la condición del paciente: ¿ De donde lo sacaron? ¿ Es algún animal raro? ¿ Lo están exhibiendo en algún circo?  Estas y muchas otras preguntas se hacían los presentes en dicha Sala de Espera.   
Petertrato, que es el nombre del paciente, apenas contaba con 23 años. Desde los 18 estaba en tratamiento por padecer de Diabetes Juvenil, que cada ves se tornaba mas difícil de controlar, lo que implicaba grandes costos y rechazo de ‘parte de la E. P. S. responsable de su atención, conllevando a la propuesta de usar Celulas Madres como recurso mas moderno y eficaz para el caso.
Las Cèlulas Madres estaban de moda, pues tienen la capacidad de reproducirse indefinidamente, y según se estado de desarrollo, ya se usaban   para el tratamiento de muchas enfermedades incurables y en la obtención de nuevos medicamentos, y lo que es mas asombroso, Cèlulas Madres Embrionarias ( El Cigoto o Zigoto, o sea el óvulo fecundado durante los primeros cuatro dias) podía ser clonado, con el resultado de multiplicar sin fin seres exactamente iguales    
Con el diagnóstico de Neurofibromatosis fuè ingresado al hospital.. Al revisar sus antecedentes ( Historia Clínica) se encontró que hacia unos tres meses  se le sometió a tratamiento con Cedulas Madres Embrionarias para  el control de su diabetes, sin embargo no estaba claro la edad ni la procedencia de las muestras. El material lo había suministrado una I.P.S., importado desde hacia muchos años, conservado al desgaire y bajo refrigeración en atmosfera de nitrógeno, pero sin mas información.     
Como es de rutina en estos casos, especialistas de distintas ramas de la medicina fueron llamados a consulta: Anatomía Patológica negó el diagnóstico de admisión; en su lugar reportó la presencia de tejido embrionario en varias etapas de evolución y en otras muestras, se informa la presencia de hallazgos compatibles con tejido fetal. Esto coincide con una ecografía practicada el día de la admisión, estudio practicado a las masas de mayor tamaño, donde se reporta la presencia de formas compatibles con tejido fetal en etapa temprana de desarrollo.
Se hace un escrutinio muy cuidadoso de la historia del paciente, se descubre o confirma que el material usado para el tratamiento básico de la enfermedad del paciente fueron Cèlulas Madres, las cuales habían sido importadas desde hacia mas de cuatro años y a las cuales no se les había certificado su viabilidad para el tratamiento.
Fueron muchos los “ùteros dermatológicos”, si a estas alturas podemos calificar dichas formaciones con este nombre, las cuales contenían fetos en distinta etapa de desarrollo, pues las Cèlulas al ser inyectadas en el torrente sanguíneo, muchas se quedaron atrapadas en los capilares y fueron reabsorbidas por el cuerpo del enfermo, otras siguieron creciendo hasta cuando no se los permitió su tamaño, y fue en la piel, donde por fin encontraron condiciones para su evolución.
La pregunta pertinente ante tal situación: ¿ Como tratarla?  Si se extirpan todas esas bolsas se están eliminando seres humanos. Si por el contrario, se dejan evolucionar, se pone en peligro la vida de Petertrato. La respuesta parece clara : es imposible que un solo organismo sea capaz de suministrar todo el oxígeno y los nutrientes que tales formaciones necesitan, de tal suerte que sea la naturaleza que defina . Y asì fue: paulatinamente todas se fueron desecando,  y solas se caían sin dejar cicatrices, hasta no quedar una sola, y Petertrato se recuperó completamente de su diabetes.  
Un monstruo moderno.

LA CURACION DE PETERTRATO.

Con este titulo encabezaban las noticias sobre la curación de Petertrato. Multitud de fotos acompañaban los respectivos artículos y las especulaciones eran muchas. La realidad era que las investigación en este campo ofrecía un promisorio porvenir a la humanidad..
A estas alturas se tenía el conocimiento con certeza, que las Cèlulas Madres Embrionarias obtenidas de un óvulo fecundado hasta  el cuarto día la eclosión del ovario, tenía la capacidad de reproducir todas las partes de un ser humano. A partir del cuarto dia, paulatinamente perdían esa capacidad genérica y se comportaban mas especificas, y usando una expresión didáctica, se podían obtener copias exactas  del sistema nervioso, circulatorio, del hígado, riñón, etc, es decir de cualquier parte del cuerpo, por lo que muchas enfermedades, hasta la fecha incurables, abrigaban la esperanza de recuperación.
 
Todo ese cúmulo de descubrimientos estaba al alcance del público, sobretodo el conocimiento de la clonación de las Células Madres por tiempo indefinido, pero solo disponible para la clase dirigente, con lo posibilidad de que estos, la clase dirigente, se reprodujera indefinidamente, mientras que los otros se sumirían mas en la miseria, provocando su autodestrucción, Teoría Maltusiana.

De norte a Sur, de Este a Oeste, existían depósitos o reservas de espermatozoides y óvulos congelados en una atmósfera  de nitrógeno a –de 190 grados C de temperatura. Sus propietarios, grandes empresarios y ricos, pero no los mas honestos, en la esperanza de perpetuar su condición, habían invertido sumas inmensas con este propósito, pues no era nada económico una inversión aparentemente improductiva. A la fecha circulaban, casi sin  interrupción, en direcciones opuestas barcos cargados con armas, municiones y dinero en efectivo, y cocaína y otras drogas sicoactivas.      
 Como es de suponer, el dinero y las armas estaban destinados a corromper y subyugar a las gentes del tercer mundo, quienes al sentirse “ricos” de la noche a la mañana, optaron por perpetuarse y muy pronto fueron propietarios de depósitos blindados “contratodo” a fin de conservar, al igual que los magnates de otras latitudes, su propio porvenir y el de sus familiares.

El resultado no era difícil de predecir: De uno y otro lado, en el curso de una generación, fueron apareciendo personajes, no solo ambiciosos, sino adictos a las drogas sicoactivas, pues sus progenitores todos los fueron y en sus genes inocularon la adicción a las mismas, 
de tal modo que hasta en el biberón tenían que suministrarles su ración periódica de cocaína.
                              Una lucha sin cuartel, con todos los excesos que confiere el poder con dinero y sin ideologías, formado por bandas de criminales en todos los continentes, era la única razón de la disputa.. El cielo estaba tachonado de bombas atómicas, pendientes de un “click” para descargar su lluvia mortífera sobre los enemigos o competidores reales o imaginarios. Era un mundo de locura. El Armagedòn y lo cuatro jinetes del Apocalipsis estaban prestos para pasearse por la faz de la tierra.
                               La soberbia y la creencia errónea de cada “magnate” o “nuevo rico” que todo lo podían y todo estaba a su disposición, olvidaron que ellos eran simples clonados, y como ellos, todas las bombas que rondaban el espacio eran simples clones y todas , absolutamente todas eran portadoras de un mecanismo que al activarse solo se convergieron en un maravilloso espectáculo de luz, debido a que la Bomba Madre, secretamente le habían insertado los físicos, un mecanismo para anular la reacción en cadena de los átomos (La Explosión Atómica).
                                Y aquí termina todo para esta generación, pues el vicio poco a poco  fue degenerando esta época maravillosa de la humanidad, para algunos, pues las grandes mayorías siguen anónimas sumidas en la miseria.        
                            Petertratro, con varias clonaciones sucesivas, contemplaba impertérrito la repetición sucesiva de los mismos acontecimientos.
Hay un aforismo universal que dice “Todo lo que  sube baja” y otro mas criollo que reza “No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”.

 A la fecha se contaban por millares los diversos oficios desempeñados por seres clonados y específicamente diseñados para ejercerlos. Sin embargo las fallas eran protuberantes en todas partes sin explicación aparente, ni manera de corregir un sistema que gozaba del Vo Bo de las élites mundiales, las cuales habían gozado del privilegio de usufructuar las mieles del poder. Solo el 10% de la población mundial tenía acceso a los servicios de empleados clonados con diseño especial ..



PARA EL AÑO …………SE NECESITARN 20.000 OFICIALES DE POLICIA.
PARA TAL FECHA…….SE NECESITARAN 15.000 AGENTES DE TRANSIT0.
PARA EL AÑO………SE NECESITRAN 20.000 MEDICOS.
PARA TAL FECHA……..SE NECESITARAN 40.000 ALBAÑILES
PARA EL AÑO………SE NECESITARAN  CARPÌNTEROS.
PARA TAL FECHA…….15.000 ELECTRICISTAS.
PARA EL AÑO……….PORTEROS
PARA TAL FECHA ………SE NECESITAN 15.000 ABOGADOS
PARA EL AÑO…………    SE NECESITARAN INGENIEROS.
PARA EL AÑO………..  SE NECESITARAN COSTURERAS.

Con frecuencia se daban a la publicidad avisos como el anterior, en tal forma que casi todas las actividades estaban programadas y con anticipación se clonaban seres destinados  a desempeñarse en determinado oficio, trabajo que no era difícil,  pues desde la escuela primaria se les enseñaba a las juventudes la importancia de escoger oportunamente el oficio de su preferencia, en tal forma que las encargadas de la maternidad, o sea las mujeres, solo tenían que asistir a las clínicas para ser fecundadas con el cigoto predeterminado.    

Como es de suponer, este sistema, aparentemente daba libertad de  escogencia a una pareja, que estando limitada sus actividades a determinado ambiente socio económico, no poseía otras posibilidades ni visión fuera del mismo.
Por generaciones este fue el sistema y todo el mundo aparentemente era feliz, pero como se dijo al principio “No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”, ya los cromosomas usados inicialmente para crear el cigoto primitivo, habían envejecido y sus replicas comenzaron a mostrar distorsiones serias e irreversibles: el “camarero” no quería ser camarero sino “futbolista”, el “carpintero” querría ser “presidente”, el “camionero” quería ser “pescador”, el “ingeniero” quería ser “peluquero”, pero la gran mayoría querían ser “políticos”,  por lo gran notoriedad que este nombre había alcanzado entre las clases populares, pero que ninguno estaba entrenado para desempeñarse como tal. Este GEN  solo estaba al alcance de las clases dominantes..

El sistema de Libre Escogencia de Oficio ya era un fracaso universal. Se abandonó la clonación de seres humanos con esta intención y nuevamente se usó el recurso de los robots para reemplazarlos, con el aumento subsiguiente de la población sin uso ni beneficio: todas las grandes ciudades se inundaron con una superpoblacion no de pobres sino de mendigos que invadían todo, todo lo ensuciaban, todo lo contaminaban, todo lo destruían. No había sitio donde se pudiera evitar su presencia, como consecuencia directa del desplazamiento de la mano de obra de los seres humanos..
 Una caída en picada se avecinaba de las grandes riquezas creadoras de su autodestrucción y no se veía otro camino sino seguir hacia delante pero marchando en reverso: paulatinamente  se fueron sustituyendo las máquinas robots para darle ocupación a los seres humanos. El proceso fuè largo y penoso pero efectivo; después de muchos lustros, ensayos, fracasos y  guerras, volvió a reinar la tranquilidad sobre la tierra.
Era maravilloso ver como centenares de carpinteros, sastres, albañiles, pintores, policías, maestros, agricultores, tenderos, etc, compartían felices y discurrían en las plazas y cafés de las ciudades el devenir cotidiano de la cosas.
Y AQUÍ TERMINA EL CUENTO DE LAS CELULAS MADRES.

Autor: JOSE VICENTE TORRES DE LA ESPRIELLA.
nacido en Marialbaja, actualmente vive en Cartagena. Colombia. Médico, especialista Cardio Pulmonar. Se desempeñó como Médico Rural, Director del Centro Materno Infantil de Fundación, Dpto de Magdalena, Directori del Cajanal del Dpto sw Bolivar, Alcalde por elección popular de Marialabaja.
Casado, cinco hijos. Jubilado. Escribe como hobby.
        
         
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martes, 28 de junio de 2011

MANUELITA ROLDAN

Por Israel Díaz Rodríguez

Diariamente tenía  Manuelita Roldán que caminar casi dos kilómetros y medio de su casa a la escuela del pueblo, vivía con sus padres en una casa con techo de hojas de palma y paredes de barro que sus padres habían construido con la ayuda de sus diez hijos. Su padre  un pescador conocido en el pueblo como “El Mono Roldán”, nadie le llamó nunca por su nombre de pila que a lo mejor ni siquiera lo tenía, pues era un típico indio Chimila y sabido es que estas tribus no hacían ceremonias de bautizo, al nacer el niño, los padres ya le tenían un nombre . Se llamará Toro Sentado si es hombre y Flor del Monte si es mujer.

 Manuelita asistía como todas las niñas de su edad a la escuela puntualmente, nunca faltaba, a veces llegaba empapada con la ropa pegada al cuerpo,  sus cabellos destilando agua  y los pies sucios de barro, pero siempre contestaba presente  a la hora de pasar lista la maestra.

Vestía ropa sencilla, adornaba su cabeza con un cintillo color rosa que le recogía sus cabellos negros de hebras gruesas como todos los de su raza, que su madre peinaba bien temprano en la mañana, su carita de luna llena estaba adornada por unos ojos grandes y vivaces de color negro,  nariz fileña,  Manuelita era de lo más atractiva, sobresalía ante muchas de las demás niñas de su edad, no obstante su estrato social, era admirada por los chicos de la escuela de varones y envidiada por  sus condiscípulas.

 Además, su rendimiento escolar era excelente, por ello, la maestra siempre la tenía en cuenta para todo acto importante que se ofreciera en la escuela, especialmente en las celebraciones que se hacían a mitad de año, por ejemplo el 20 de Julio, para las representaciones teatrales tipo comedia, discursos conmemorativos en  fechas magnas, ahí estaba Manuelita.

Como era de esperarse,  sus compañeras de colegio buscaban la manera de molestarla, como no podían ganarle en el rendimiento escolar,  no era fácil  competir con ella, entonces se buscaron una forma artera de humillarla no solo entre ellas mismas, sino que hicieron correr la voz, de que Manuelita despedía olores desagradables,  que sudaba mucho, y exhalaba  olor a pescado descompuesto.

La realidad era que el alimento básico en su casa era el pescado, pues su padre - el Mono Roldán - todas las mañanas antes de la 5.a.m. ya estaba en su canoa, con todos los aderezos de buen pescador  estos eran, anzuelos de todos los tamaños, arpones, flechas, atarrayas, nasa, una buena cantidad de tabaco negro para fumar y con el humo espantar a los mosquitos, así ataviado, se internaba en la Ciénaga de la Virgen muy rica en peces de todas las especies.

La directora del colegio en vista del ambiente hostil en que se desenvolvía Manuelita, un día reunió a todas las alumnas en el salón principal y les advirtió que no les permitiría a ninguna de ellas el que humillaran tanto a su condiscípula. Les habló de la situación económica, de las dificultades que tenía que vencer la niña para llegar todos los días puntualmente a la escuela, del esfuerzo que hacían sus padres para sostenerla a ella y a diez hermanos más que permanecían en la casa sin ir a la escuela, justamente por la carencia de dinero, pues lo que su padre  conseguía mediante la pesca, no era suficiente para cubrir los gastos de los niños, principalmente vestidos y zapatos. Que dieran gracias a Dios ellas, que tenían padres acomodados que les  proporcionaban  mas de lo indispensable para vivir cómodamente.

Al terminarse la reunión, Manuelita se quedó sola en el salón con la maestra, con los ojos húmedos y sollozando, se lanzó en sus brazos y, a  su manera le agradeció todo cuanto les había  dicho a sus condiscípulas.

 De regreso a casa, su madre  advirtió que estaba demacrada, y triste,  le preguntó:
 ¿Que te pasa?
 ¡Mamá, hoy fue mi último día en la escuela – respondió Manuelita -  ¿Por qué? – Preguntó su madre-
 Madre, tu no sabes lo difícil que ha sido para mí soportar durante todo el tiempo que he asistido a la escuela los desaires que me han hecho mis condiscípulas, me humillan, me desprecian, ninguna quiere sentarse a mi lado, no tengo una sola amiga, todo lo he callado para no preocuparlos a ustedes, pero ya no puedo más.

La maestra intervino  hoy – prosiguió Manuelita - y les llamó la atención  de manera fuerte, si bien con ello me sentí apoyada por ella, ahora temo que si antes me despreciaban, de ahora en adelante  me odiarán y harán todo cuanto les sea posible para amargarme aún más la vida, como verás, en ese ambiente  a mí me es imposible seguir.

Su madre se quedó muda, no encontraba palabras de consuelo para su hija, enjugó sus lágrimas, la abrazó fuertemente y le susurró algo al  oído.
Luego le preguntó: ¿Hija quieres que  vaya  contigo mañana al colegio?

No madre – repuso Manuelita – tu no tienes un traje adecuado, tu calzado está roto, tus cabellos en desorden, esto para mí no significaría nada, pues así mal vestida te he conocido, se cuanto amor encierra tu corazón, no me importa la vestimenta que lleves, pues eres mi madre y así te quiero, pero temo que al verte las niñas del colegio, comenzarán a burlarse de ti y eso jamás lo permitiría,  pues bien sabes cuanto te amo.

Desafortunadamente, debo ir al colegio mañana a recoger algunos útiles que no pude extraer de mi pupitre, lo haré dentro del mayor sigilo para que nadie me vea, traeré mis libros lápices y cuadernos, para seguir estudiando aquí en la casa.
La mañana siguiente cuando Manuelita llegó a la escuela a buscar los objetos escolares que no recogió el día antes, sus compañeras de clase la recibieron en la puerta de la escuela con un hermoso ramo de rosas blancas y una tarjeta que decía: “Perdónanos por todo el mal que te hemos hecho, recibe estas flores  para que de hoy en adelante, recuerdes que para nosotras eres eso: una flor”
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Vita brevis
(del latín, «vida corta») es un libro de ficción filosófica escrito por Jostein Gaarder y publicado en el año 1996.[1] Consiste en una colección de cartas de la madre de Adeodato, el hijo de San Agustín de Hipona, llamada Floria Emilia, al santo, revelando sus desacuerdos y descontento por haber sido abandonada debido al ascetismo del filósofo y sus nuevas creencias cristianas, en las que critica su visión más centrada en la vida después de la muerte que para la vida presente, que es breve, como indica el título.
Gaarder relata en el prólogo, como recurso literario cómo encontró el Codex Floriæ en una feria del libro en Buenos Aires, pero en realidad es una obra de ficción. Suscitó cierta controversia debido al tratamiento que da a la Iglesia Católica y algunos medios dieron el supuesto manuscrito como auténtico, sin ningún fundamento. A pesar de eso, el libro es un éxito de ventas, gracias a su estilo narrativo y el análisis de la ansiedad de Floria Emilia, y el enfrentamiento entre las filosofías del carpe diem con el neoplatonismo y el pensamiento agustiniano.
La protagonista de la novela es Floria Emilia: nombre ficticio de la amante real de San Agustín. El santo, en un intento de convertir a Floria, le envía una copia de sus Confesiones. Vita Brevis quiere ser la respuesta de Flora, en la forma de una epístola escrita a su amado, y una crítica de algunas de las declaraciones hechas por el después doctor de la Iglesia. En la epístola, Flora habla también de santa Mónica, la madre de Agustín, criticando su decisión de retirar al joven de su lado.[2]
Floria, en concreto, niega que Agustín viviera el amor que sentía por ella como un obstáculo para el amor de Dios. La mujer quiere convencerlo de que el tiempo que pasamos juntos no era algo negativo. El punto crucial que quiere reflejar el autor de la novela, de hecho, es este: ¿puede el amor a una persona para ser un límite al amor de Dios o el uno alimenta al otro?

Jostein Gaarder / (8 de agosto de 1952, en Oslo) es un escritor noruego autor de novelas, historias cortas y libros para niños.
Nació en el seno de una familia pedagógica, su madre era profesora y escritora de libros infantiles y su padre director de un colegio. Estudió filología escandinava, Historia de las ideas e Historia de la religión en la Universidad de Oslo. Fue profesor de filosofía y literatura en un instituto de Bergen durante once años.
Su trabajo más conocido es la novela El mundo de Sofía, subtitulada novela sobre la historia de la filosofía. Este popular trabajo ha sido traducido a 53 idiomas, se han impreso 26 millones de copias de los cuales se han vendido 6 millones sólo en Alemania. El mundo de Sofía (1991) es el libro que le convierte en uno de los autores de más éxito en Europa, en donde la novela se ha convertido en un auténtico best-seller. En 1990 recibió el Premio Nacional de Crítica Literaria en Noruega y el Premio Literario del Ministerio de Asuntos Sociales y Científicos por "El misterio del solitario" y al año siguiente el Premio Europeo de Literatura Juvenil.

Llegó a mis manos por una amiga , tal vez no lo hubiese comprado. A través de la lectura me fue interesando y atrapando. Una historia creible o no. Pero inquietante. Movilizadora.
me gustaria compartir con el que la haya leido.
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lunes, 27 de junio de 2011

Un rincón de libros”, un espacio en la web para aprender a leer y a pensar

Por Diario "El 9 de Julio" • 17 Jun, 2011 • Sección: Actualidad
[17 de junio de 2011] Desde hace algunos meses se encuentra en la web un interesante blog, creador por la nuevejuliense Elizabeth Urso de Pereda (foto). Bajo la cautivante y sugestiva denominación de “Un rincón de libros” (http://unrincon delibros.blogspot.com/), su creadora ha concebido a este sitio como un blog “creado con la intención de compartir la lectura a través de nuestras opiniones e intercambiar conceptos sobre lo que hayamos leído”.

“También –añade Elizabeth al presentarlo- es un espacio para los escritores que quieran mostrarnos sus obras. No somos profesionales de la literatura, sólo personas que nos gusta leer libros y a través de ellos disfrutar y ser felices. Mi sobrina Alexia me ayudó con la creación del blog; vaya mi agradecimiento. Y a todos Uds. que compartan este lugar les doy la bienvenida”.
Al echar un vistazo por este atractivo blog, los amantes de la lectura o de la escritura, cualquiera sea su género bien podrán parafrasear a un viejo pensador y pensar a este espacio como un “très bel endroit, à partir de laquelle nous voyons clairement l’horizon menant aux lettreset de pensée” (que, en nuestra lengua, puede traducirse como “un bello lugar, desde el cual se observa claro el horizonte que conduce a las letras y al pensamiento”).
Si bien Elizabeth es la autora de esta propuesta, cuenta asimiento con la participación de otros escritores: Alejandro Casas (de 9 de Julio), Clara Benedetti (de La Plata),  Ana Vivani (de 9 de Julio),  Dora Giannoni (de Buenos Aires ) e  Israel Díaz Rodriguez (de Colombia).
“Un rincón de libros”, el lector puede hallar una riqueza multidisciplinar, una especie de paleta policromá- tica que busca y recorre  el amplísimo mundo de los libros desde diferentes perspectivas. En efecto,  aquí se ofrecen comentarios de obras conocidas, resencio nes bibliográficas, pensamientos breves de autores conocidos, artículos de prensa sobre temas vinculados a la literatura, las letras en general o el pensamiento.
A los cometarios de los libros se añade, en muchos casos, la opinión de los lectores, sus impresiones a partir de la lectura de tal o cual obra. Y, en este sentido, no falta algún que otro consejo práctico para algún potencial lector de ese título.
El blog  “Un rincón de libros”, no se encuentra limitado a un público de edad determinada. Por el contrario, la literatura infantil encuentra aquí su lugar, de una manera inmediata, fresca y bien directa.
En este sentido, bien puede ser citado como ejemplo uno de los post, el correspondiente al comentario del libro “El globo de Francisco”, escrito por Liliana Cinetto. Luego de ofrecerse una sinopsis del mismo, al cual se define como “una simpática historia de un niño que infla muy, pero muy grande un globo y le pasan cosas sorprendentes y divertidas”; aparece un simpático comentario, que anima a los más chiquitos (y, por supuesto, a los adultos que deseen leérselo) a aden- trarse en este obra: “Mercedes lo eligió de la Biblioteca de su escuela San Agustin y se lo leyó a su hermana Sara y primos Fermín y Josefina. Les gustó el cuento. Lo escucharon con mucha atención-y se rieron de lo que le pasó al sorprendido Francisco”.
Asimismo, existe un espacio dedicado a las bibliotecas del Partido de 9 de Julio, en el cual abundan fotografías de las mismas y reseñas acerca de su historia y los servicios que cada una de ellas prestan a la comunidad.
Otro sustancial aspecto que contribuye a enriquecer este blog es la apertura a hallar desde la lectura la riqueza de las palabras, sin mediar en limitaciones ideológicas o conceptualizaciones restrictivas. Es por ello, que en “Un rincón de libros” conviven armoniosamente los pensamientos o textos de Nietzsche  con los de Griselda Gambado y otros escritores contemporáneos; o, así también, un artículo sobre la historia argentina desde la perspectiva de Osvaldo Bayer o una breve evocación de la escritora Ayn Rand, están presentes en el blog,  junto con  la invitación a releer un texto fascinante, que recuerdan más de una generación, “La Cité de la Joie” de Dominique Lapierre.
¿Es posible pensar que la magia pueda estar en Internet, que el espacio virtual puedan existir dimensiones que lleguen a lo profundo del ser? Justamente, “Un rincón de libros”, este hermoso lugar en el ciberespacio que ha puesto en las manos de los lectores Elizabeth Urso,  nos adentra en esas emociones que solamente el placer incomparable de la lectura o de la escritura pueden ofrecer a la humanidad
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domingo, 26 de junio de 2011

COMPADRITO *
Alejandro Casas

La pelota fue a dar justo a los pies del abuelo que estaba parado sobre un costado del patio mirando el campeonato de penales que jugábamos con mi hermano. El abuelo la paró con el pie derecho. La pisó y se quedó un instante quieto, como si posara para una foto. 
A pesar de sus ochenta años y su arteriosclerosis no perdía el equilibrio. Tampoco la vivacidad y esa picardía que lo hacía parecerse más a un chiquilín que un hombre mayor.
-Dale, pateame un penal –le dije desafiante.
El abuelo tomó una carrera corta, de dos o tres pasos, y sacó un puntazo seco a un costado del arco que hizo tambalear uno de los caños de la pileta de lona que hacía de poste.
Mi hermano festejó el gol y el abuelo se fue caminando con el mismo andar de compadrito de barrio que usaba cada vez que buscaba provocar a la abuela y escaparse de alguno de sus retos: el cuerpo erguido, la frente alta y las manos en los bolsillos.
Ese día, en la sobremesa del almuerzo, nos contó un partido de fútbol que se definió con un gol suyo sobre el último minuto.
Él jugaba de back para el Atlético 9 de Julio y disputaban la final del campeonato con los de Carlos Casares. Los rivales los habían tenido todo el segundo tiempo contra un arco, defendiéndose a capa y espada. La hinchada de 9 de Julio estaba resignada y sus compañeros a punto de bajar los brazos. Pero en un contragolpe inesperado todo el equipo reaccionó y se metieron en el campo rival. Hasta el abuelo se fue al borde del área contraria a pesar de los pedidos desesperados de los hinchas reclamándole a gritos que no descuidara la defensa.
-Y de repente la pelota cayó en mis pies –nos contaba entusiasmado, con el mismo destello de picardía en la mirada que había tenido un rato antes en el patio-. Y todos se quedaron mudos. Podía sentir el peso de las miradas de todo el estadio en mis espaldas. Fueron unos segundos que me parecieron eternos. Y no dudé. Saqué un puntazo que se clavó en un ángulo. Y ganamos el campeonato.
Unos meses después el abuelo cayó definitivamente en cama vencido por la arteriosclerosis.
El médico aconsejó internarlo en la clínica pero el abuelo se resistió férreamente.
-A mí nadie me mueve de acá –vociferaba cada vez que advertía movimientos sospechosos a su alrededor-. De esta cama me sacan muerto.
La abuela le pidió a mi mamá que lo convenciera para que dejara entrar a la habitación al Padre Pedro y lo confesara.
-Si entra un fraile a esta pieza lo saco a los tiros –gritaba.  
Una mañana, antes de entrar a su habitación con mi hermano, mi mamá nos advirtió que el abuelo estaba delirando y que no debíamos hacerle caso a lo que nos decía.
El abuelo estaba dormido. Le acariciamos con temor las manos. Abrió los ojos y nos miró. Balbuceó algunas palabras inentendibles. Miró hacia los costados en actitud sigilosa, hizo un gesto de silencio con el dedo índice y nos dijo con un susurro exhausto y cómplice:
-Ahí anda el fraile esperándome. Me quiere despachar. Para eso sirven los curas, para mandarnos para el otro lado. Se piensan que voy a estirar la pata. –Hizo una pausa para tragar saliva y recuperar la respiración-. Están asustados porque dejé la defensa sola. Pero se las voy a enchufar adentro. Puntazo seco a un rincón del arco, chicos. Nunca falla. Minga me van a agarrar desprevenido.          

Publicado en Microrrelato del suplemento Cultura del diario Perfil el día domingo 4 de julio de 2010.

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sábado, 25 de junio de 2011

MARÍA INÉS ALVAREZ- escritora

Ellos no saben contar


Nos torturaban las moscas la tarde del 12 de diciembre en la alcaidía policial, en las afueras de Resistencia. Arriba, los presos comunes recibían visitas. Pronto terminaría una tarde más.
Dejé de escuchar los ruidos que se filtraban desde afuera y, como sucedía todas las noches, ellos bajaron al subsuelo en el que nos habían encerrado días o meses atrás. El Mono traía una radio, le dijo algo al que tenía al lado y rieron. El Petiso buscó los palos y los repartió entre los tres. Prendieron un reflector que nos cegó por unos minutos y empezaron a elegir. Escuché el nombre de Fernando, de Lucho, de Barquito. Buscaban también al Tibu, pero ya lo habían trasladado. Esa noche a mí no me tocó, sentí un alivio que duró poco. Los arrastraron unos metros hasta lo que llamaban el comedor y empezaron. Vi a mi hermano con la cara deformada por los golpes, inconciente. Parecía muerto. Uno de ellos, tirándolo de los pelos, lo llevó hasta una canilla. El chorro de agua deshacía los coágulos que se desprendían ligeros, pero la sangre brotaba sin parar. El volumen de la música y las risotadas aumentaron. Alguien empezó a suplicar, a pedir, por Dios, basta. Me tapé los oídos.
No sé cuándo se extinguieron la luz y los golpes. El comedor había quedado desierto y limpio pero persistía el olor, inconfundible. Me dolían un brazo y el costado, de la otra noche. Pegué el oído a la pared,  había aprendido a identificar roces, crujidos, ruidos que significaban que el del otro lado había quedado vivo. Golpeé tres veces, esperé la respuesta, nadie contestó. De a poco me cobijó un sueño: estábamos en la casa de Margarita Belén, Lucho empujando la hamaca en la que Ana reía, Mercedes y yo, ella con su panza enorme, recorríamos la quinta eligiendo naranjas, las más doradas. Las mandarinas todavía estaban verdes. Había sol. 

Ana despierta, tiene miedo y llora. Su madre la calma con más autoridad que paciencia. En pocos minutos el silencio y la oscuridad envuelven a la casa pequeña, rodeada de campo. Más allá, un camino bordea la espesura del monte. La niña sigue asustada. Lágrimas que no puede contener mojan su carita y a la muñeca que aprieta en un abrazo desesperado. Le prometió a la madre que volvería a dormirse, pero no puede. Por la ventana abierta se cuelan una luz blanca y ruidos lejanos. Se cubre la cabeza con la sábana y comienza a susurrar: “allá está la luna/ comiendo tuna/ le pedí un pedacito/ no me quiso dar/ traje mi sillita/ y me puse a llorar”. Oye el llanto del hermano y los pasos de su mamá. Entonces sale de la cama y corre por el pasillo oscuro, hacia la luz que escapa del otro cuarto. Se queda mirando, el bebé ya no llora, su mamá canta, casi sin voz, mientras lo alimenta. El otro lado de la cama, el del padre, está vacío desde hace muchos días. Ana se detiene en el vano de la puerta, de su mano cuelga la muñeca. Un escarabajo camina pegado al zócalo, en el pasillo. Lo persigue, es lindo, piensa, dorado, y lo aplasta con la cabeza de la muñeca. Después, se acerca despacio como una intrusa a la cama en la que apenas puede treparse. El hermanito duerme otra vez en la cuna. Ana también, por fin, al lado de la madre.

El perfume de los naranjos impregna el aire. La luna acaricia el monte con una luz blanca igual a la de siempre, pero distinta. El canto de los grillos, de las ranas del zanjón, que está lleno después de las últimas lluvias, irrumpe en el silencio de la noche. Pero la calma aparente estalla, la luna se oculta detrás de nubes frágiles, los insectos apagan sus llamados, las ranas se sumergen en el agua barrosa: un camión ha detenido su marcha a la vera del camino. Que se bajen, rápido, grita una voz, y si no bájenlos a culatazos, vuelve a gritar la voz. Con la primera ráfaga de metralla una bandada de pájaros asustados bate sus alas en un intento de ponerse a salvo. La ráfaga se repite una vez más. Desde madrigueras, nidos y cubiles, los animales que habitan el monte cerrado escuchan gemidos inaudibles para el oído humano. Después, disparos, ocho, diez, ellos no saben contar. Pocos minutos pasan y otra vez el vehículo se pierde en la curva, roza un quebracho solitario, testigo de otros exterminios, y desaparece. Los cuerpos yacen muy cerca unos de otros, algunos con la cara hundida en la tierra, otros con los ojos fijos en el cielo plagado de estrellas.
Una tarde regresé a casa. No me esperaban. Ana, sentada en la cocina, hacía la tarea. La vi alta, con el cabello largo, preciosa. Soy tu papá, le dije y me quedé parado en la misma baldosa, me sentía raro. Ella parpadeó como si le hubiera entrado algo en los ojos. No me reconoce, pensé, se puede asustar. Me dijo: sentate. Yo le obedecí. Pregunté por Mercedes y el bebé, me dijo que su mamá venía en un ratito y que su hermano no era más bebé, ya caminaba. Después tomó mi mano y me llevó afuera, a buscar mandarinas maduras.
María Inés Alvarez nace en Villa Angela, Chaco, en 1949. Completa estudios secundarios en Santa Fe y más tarde, en Bs As, egresa de la UBA con el título de Médica. Se traslada a la patagonia; en la ciudad de Neuquén ejerce su profesión y comienza a escribir. Actualmente reside en Buenos Aires-
Dos de sus cuentos, "Pretéritas incertidumbres" y "Los nadadores" fueron publicados en el diario El Litoral de Santa Fe. En el año 2010 su cuento "Ellos no saben contar" ganó el primer premio del concurso "Los trabajadores en el Bicentenario" patrocinado por la Sociedad Argentina de Escritores-


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                                    UN  RINCÓN  DE  LIBROS
  
 EN  FM  ARCO  IRIS  93.7  DE  9 DE  JULIO.  Prov  Bs  AS      

  El viernes 17 de junio de corriente año Un Rincón de Libros ha iniciado la columna de libros en la mencionada FM, que continuará todos los viernes a las 10 y 30 hs.
La intención es lograr información e intercambio sobre todo lo relacionado a la literatura. Ya sea a través de comentarios de libros, cuentos, artículos y encuentros con escritores.
Fue un auspicioso inicio ya que nos acompañó la reconocida escritora nuevejuliense Adriana Romano.Con la calidez que caracteriza a nuestra Adriana se desarrolló un programa rico en recomendaciones de libros y conceptos valiosos para el momento de  elegir una obra.
Nuestro agradamiento al Sr Raúl Pastor responsable de la FM por convocarnos para desarrollar nuestra idea, a Adriana por compartir este comienzo, y a todos los que participan y escuchan muchas gracias-
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miércoles, 22 de junio de 2011

Cuento publicado en "YO TE CUENTO Bs As " en el año del Bicentenario.


Por algún lado hay que salir

AUTORA ADRIANA ROMANO
A la moza del café de Lavalle y Ayacucho que me prestó las servilletas para escribir este cuento que me atacó de golpe.

Marita dice que la señora dijo canelones de ricota con salsa rosa y una seven up bien fría. Dice que comió sólo la mitad del plato y que cuando le preguntó cafecito o postre, la señora dijo cafecito y que ella se lo sirvió y que la señora se lo tomó y que después le pidió la cuenta y que recién después fue al baño. Que no dejó deuda y que fue generosa con la propina. Marita dice también que en todo el rato que estuvo comiendo, ella, Marita, no notó nada que la hiciera pensar que la señora tuviera un problema; que estaba vestida como alguien que se viste con ganas, con un pantalón negro de corderoy, una blusa blanca y una camperita rosa suave y que recuerda bien que era suave porque le gustó cuando la vio porque a ella, a Marita, la vestían de ese color para los cumpleaños y porque cuando le sirvió los canelones sin querer la salpicó con tuco y la señora le dijo y ahora cómo disimulo la  mancha de tuco en el rosa suave, y dice que pronunció suave suave, como con ternura, y que cuando vino la policía y los enfermeros la sacaron en camilla miró la camperita con pena porque se había manchado con sangre y que le dio por pensar que por suerte ahora el tuco no se le iba a ver.
Marita señala, además, que ella no fue la culpable de la mancha sino el codo de la mujer que se interpuso cuando ella le servía los canelones, pero que igual ella duda que ese hecho haya sido la causa del episodio de la mujer en el baño del bar. Puntualiza que desconoce los motivos y que no sólo no se los explica porque era un lindo día y normal de miércoles en el bar sino que, de haber sabido lo que iba a ocurrir después, le hubiera conversado a la señora, pero que la mujer no le dio lugar en ningún momento y que para ser sincera ella, Marita, igual no hubiera podido detenerse en su mesa y prestarle atención porque la dueña del bar que es brava le  tiene prohibido darle charla a los clientes; hay que sacar pedidos, dice Marita, y dice también que si le diera charla a alguno, no sólo la dueña sino los mismos clientes la silbarían así fuera para detenerse en la mesa de una señora de camperita rosa suave que después se va a suicidar; porque a esa hora, las doce del medio día, el local está hasta el tope –ella no dice tope, dice que revienta- de gente con hambre y apurada y que lo que menos se esperó es que la señora de la camperita rosa suave se suicidara en el baño después de comerse un plato tan potente como los canelones de ricota con salsa rosa que se comió y que, tal vez, dice –dice tal vez y se lleva el índice derecho a los labios-,  si al medio día hubiera pedido un vaso de agua y la hubiera notado inapetente como otras veces, tal vez –repite- hubiera sospechado pero que no fue así. Que otras veces sí la notó inapetente y desganada. Ese día, no. Porque la señora no es la primera vez que viene, dice Marita, viene siempre. Y también dice que a ella no y que al marido de la dueña tampoco, para nada, pero que a la dueña del bar sí le molestaba la señora y mucho, y cuando lo dice baja la voz porque dice que la dueña del bar anda cerca, gritándole al mozo que le limpie la sangre del baño y el pobre hombre no la limpia porque la policía ha dicho que no toquen nada. Marita dice también que a la dueña siempre le molestó la señora de la camperita rosa suave y que ella no se lo explica. Por qué le tiene ojeriza, dice, si la señora es una malva, siempre tan calladita. Y dice que la dueña la verdad es dura y rara y habla poco y que cada vez que entraba la señora ella la veía ponerse nerviosa y que le temblaba el labio de abajo como cuando uno tiene rabia o alguien le hace recordar a algo y le duele y que decía: otra vez ésa, pero que ella no sabe que quería decir con eso. Que sólo ahora que lo piensa, y dice ahora que lo piensa y se vuelve a llevar el índice a los labios, recuerda que cuando le retiró el plato y la fuente y que, más tarde, cuando le llevó el cafecito ella tenía en la mano el mismo teléfono celular que después le encontraron sobre la falda y que las dos veces, cuando le retiró el plato y la fuente y cuando le llevó el cafecito, la señora apoyó el teléfono en la oreja y cerró los ojos como si ella tuviera muchas ganas de que le contestaran y dice que es seguro que ella llamaba y no le contestaban porque ninguna de las dos veces -en que se llevó el teléfono a la oreja y cerró los ojos- la vio mover los labios, por eso deduce Marita que la señora no habló.
Cuenta Marita que una vez la oyó reír a la señora tan lindo, contagioso, y fue en abril porque cuando bajó del colectivo le llamó la atención que los árboles tuvieran las hojas amarillas y dice que se dijo pero si es otoño y que empujó la puerta del bar a las once de la mañana y entró y el bar estaba tranquilo y que lo primero que escuchó fue la risa de la señora de la camperita rosa suave que ese día estaba de verde y que ella la miró pero que la señora no porque la señora hablaba por teléfono y miraba por la ventana hacia fuera y no miraba nada en especial, miraba como quien mira sin ver y de tan contento que está mira para adentro. Y dice Marita que fue precioso porque la señora no era la señora, era una mujer que estaba teniendo una alegría. Y que no sabe por qué ahora recuerda que cuando oyó reír a la señora se quedó clavada en la mitad del local entre la puerta de entrada y la mesa 24 y que miró hacia el mostrador y vio al cocinero deshuesando un pollo las manos engrasadas y a la dueña palmeándole el hombro con una mano mientras con la otra se rascaba la cabeza con esas uñas largas que tiene y que los dos hacían un ruido feo y que cuando volvió la cabeza hacia la mesa de la señora de la camperita rosa suave y la escuchó reír y repetir dos veces Juan, Juan, y en el segundo Juan alargar la u y la a como quien prueba un bombón de chocolate y pasas y se le llena la boca de dulzura, el ruido se le apagó y dice Marita que ella, Marita, de repente empezó a caminar en puntas de pie como cuando hay que cuidar el sueño de alguien y que, en cuanto se dio cuenta de lo que estaba haciendo, la señora ya había cortado.  Y que después que cortó dejó el teléfono sobre la mesa y siguió mirando por la ventana sin ver hasta que ella, Marita, se le acercó para tomarle el pedido y le dijo señora qué se va a servir.
Dice Marita que en ese mismo momento volvió a sonar el celular y la señora dejó que sonara que sonara y sonreía y no atendió y miró el teléfono como quien ve al que está marcando del otro lado y tampoco la atendió a ella que se quedó parada al lado de la mesa esperando y que Marita lo que menos quiso fue interrumpirla y que cuando iba a volver a decirle señora qué se va a servir justo sonó el teléfono de nuevo y esta vez la señora sí atendió y dijo holaaa y le hizo un gesto a ella de que esperara y alargó la mano libre y le tocó a ella, a Marita, el brazo con una dulzura… y ella esperó y la señora dijo: no, no, tesoro, y dijo que dijo tesoro como si besara y también dijo: claro que lo sé y también: a la noche, querido, y: puré de papas…, y: para mí sola…, y sonrió pícara, y: ahora no, a la noche, a la noche amor… y Marita dice que cuando dijo amor a ella se le aflojaron las piernas.
Y afirma que nunca más ocurrió algo así porque después la vio, otros días, varios, con el teléfono celular sobre la mesa que lo miraba fijo, fijo, dice, como esperando y nada; hasta que el lunes pasado al mediodía la oyó llorar y a ella, a Marita, se le partió el corazón. Dice que le llevó una napolitana con fritas y que la señora ni la probó, que pinchó una papa y que cuando se la iba a llevar a la boca largó el tenedor al piso y ella que justo estaba en la mesa de al lado se agachó para levantarlo y le dijo: tranquila señora que ya le traigo otro limpio y la señora la miró y ella la miró también y le vio los ojos empapados y cuenta que la señora hizo un puchero y después lanzó un sollozo para adentro y para afuera a la vez y que a Marita no sabe por qué le hizo acordar al jardín de infantes cuando la miel de la merienda se le llenó de hormigas y le dio tanto dolor acá, y se señala el corazón cuando lo dice, que no supo qué hacer y dice que quiso abrazarla pero que no pudo porque no supo dónde dejar la bandeja que llevaba en la mano izquierda y que le dio el trapo rejilla que tenía en la derecha y que la señora lo agarró y se tapó la cara con el trapo pero que los sollozos igual se oían en todo el bar y que ella miró a la dueña y le hizo seña de qué hacemos y que la dueña se puso roja de furia y que le contestó con otra seña de má sí que se joda y eso fue todo. Pero aclara Marita que hoy, hoy la señora nada que ver, que estaba tranquila y que lo único que recuerda es que después de los canelones y antes del cafecito estuvo déle y déle con el celular.
Marita cuenta, además, que después de pagar, cuando la señora se acercó a la barra a pedir la llave, llevaba todavía el celular apretado en la mano y que lo recuerda muy bien porque la vio venir con el teléfono en la mano y pensó que lo podía perder, porque la mano no es el lugar del celular sino la cartera y que ella, Marita, puede afirmar que vio esto porque fue a ella, a la que la señora le pidió la llave del baño, porque a la dueña del bar que estaba detrás de la barra no se la pidió y que la dueña cuando la vio venir se hizo la distraída y le dio la espalda y la señora no tuvo más remedio que pedírsela a ella y que ella se la dio y que le explicó que después de usarlo se la devolviera porque el baño siempre debe estar cerrado, así la dueña se asegura de que lo usen sólo los clientes; y la señora abrió y luego se encerró para que no entrara nadie mientras hacía sus cosas y que eso tampoco la sorprendió porque todos hacen lo mismo y que ella hubiera hecho lo mismo también. Lo que sí le llamó la atención, dice Marita, fueron los cuernos que le puso la dueña a la señora en cuanto la señora de la camperita cerró la puerta del baño y que ella enseguida pensó en la ojeadura pero que de eso no opina, que de eso sabía su abuela y que ahora no puede preguntarle porque está muerta.
También dice que diez o quince minutos después de que la señora entró al baño a ella le pareció oír unos ruidos que venían del lado de adentro y que quiso acercarse pero que la llamaron de una mesa, y afirma que le dijo al otro mozo que le parecía haber oído ruidos del otro lado de la puerta del baño de mujeres y que el mozo le dijo que no podía ocuparse porque tenía que servir cinco pedidos, y que ella pensó ya voy yo llevo esto y ya me acerco y que ni tiempo de ocuparse porque la llamaron de otra mesa y de otra y que, cuando llegaron los del Banco Nación que son diez y tienen cuarenta minutos para comer, se olvidó de todo. Y también dice que si la mujer siguió golpeando ella no la oyó, porque con el bochinche es imposible y que no sabe cómo la gente se escucha en las mesas, y que recién a las tres y media de la tarde el bar se puso retranquilo –porque a esa hora se van los apurados y caen los que vienen a leer y a tomarse un cafecito- y ahí fue cuando la gorda, que es la mujer del kiosquero de enfrente del bar y que va siempre a esa hora a leer y a tomar un cortado con una media luna de grasa y que le dicen la gorda y que ella, Marita, no sabía cómo se llamaba hasta ahora que lo sabe por el documento de identidad que presentó como testigo y que, ahora que lo sabe, le llama la atención que la gorda se llame Clementina Palacios, y prueba que eran las tres y media porque la gorda, que es gorda pero no impuntual, siempre entra al bar a las tres y media; tanto que hace  dos meses se paró el reloj que está sobre el espejo de la pared del fondo y como el 113 daba ocupado y encima ellos tenían todos los relojes en horas distintas –minutos más minutos menos-, el cocinero dijo esperemos que entre la gorda y lo ponemos en las tres y media.
Y Marita continúa con que la gorda Clementina entró al bar a las tres y media y que antes de sentarse pasó por la barra y dijo Negro, así le llaman al que está en la caja. Negro, dijo, decíle a Marita que me ponga lo de siempre y dame la llave del baño que estoy apurada. Y ahí fue cuando el Negro se dio cuenta y empezó todo. Golpear la puerta. Y: ¿Hay alguien en el baño? Y: ¡Abra, señora, por favor! Y dice Marita que dijeron señora no por la señora de la camperita rosa suave de la que a esa altura se habían olvidado, sino porque es el baño de damas. Y: ¡Seguro que no hay nadie y que el último se la llevó! Y: ¡Nunca falta un despistado o un chistoso! Y: ¿Quién fue el último que la pidió? Y ahí se avivaron de que la última había sido la señora de la camperita rosa suave Y entonces señala Marita que la dueña del bar dijo lo de siempre: ¡Otra vez ésa! y puso los dedos en cuernos y que ella pensó de nuevo en el mal de ojo y que igual todos fueron y golpearon y gritaron: ¡Señora, señora! ¿Está bien? Y que como nadie respondía llamaron al cerrajero que tiene el negocio al lado sobre Lavalle, y que el cerrajero llegó y dijo que la llave se había quebrado en la cerradura y que cuando logró abrir encontraron a la señora de la camperita rosa suave sentada en el inodoro, medio torcida, con las muñecas cortadas, el espejo del lavatorio hecho trizas y un pedazo de espejo con sangre sobre la falda y el celular. Y Marita, que es claustrofóbica, recalca que en una de esas la culpa la tuvieron los cuernos de la dueña o el hijo de puta que no le devolvió los llamados pero que cómo se puede probar y que lo único seguro es que la señora no se aguantó tanto tiempo encerrada en un sucucho de dos por dos sin ventilación y que por algún lado tenía que salir.
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ADRIANA ROMANO ESCRITORA NUEVEJULIENSE


Adriana Romano nació en 9 de julio (Provincia de Buenos Aires). Graduada en Letras, es escritora, filóloga, narradora, guionista y periodista. Vive en Buenos Aires donde coordina Talleres de escritura y lectura e Intensivos en creatividad. Viaja frecuentemente para dirigir Talleres Literarios en Maryland, Madrid, Bilbao y Granada. Ejerce como docente en la escuela de periodismo Deportea, y en el colegio Esquiú. Ha colaborado con artículos para las revistas Ñ, Buen Destino y Clubs & Countries de argentina y GEO de España.
Tiene a su cargo la dirección del proyecto “Yo te cuento Buenos Aires”, antología de escritores noveles argentinos, auspiciado por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Ha sido compiladora de varias antologías.
Sus cuentos han sido premiados y publicados en revistas literarias y antologías: Cielos en Cuadernos de Caridemo, Almería 2004. Escape en Escribir y publicar, Barcelona. 2003. El sobreviviente, Premio Metrovías y Biblioteca Nacional, en Antología del cuento argentino, Buenos Aires 2001, entre otros.
En 1998 fue Finalista del Primer Premio Clarín de Novela.
En 2008 quedó entre los veinte mejores narradores (sobre 6600 participantes) del Primer Premio Clarín de Cuentos y ganó en España (febrero de 2009) el XV Premio Cortázar de Narración Breve que otorga la Cátedra de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Murcia con el auspicio de Caja Murcia.

Servidumbre de paso, su primer libro de relatos, muchos de los cuales fueron premiados en diferentes concursos, mereció en el 2005 el Primer Premio de Cuento de la Fundación Victoria Ocampo  y fue editado en Argentina por la Editorial Victoria Ocampo y en España,  por Dilema. Sobre la obra ganadora  ha dicho el escritor y miembro de la Real Academia Española  Antonio Muñoz Molina: La calidad de lo que tú escribes es muy alta. Leyendo y releyendo tus relatos, como ya te dije después de leer los primeros, me parecen espléndidos y muy originales. Estuve tan sumergido en ellos como si fueran una novela”.
Un referente de la cultura argentina; el escritor y periodista Vicente Battista: “Excelente narradora, con una prosa que nos deslumbra, hace honor a su parentesco con Antonio Di Benedetto”. Rodolfo Braceli: “El rigor de su prosa parece ser una "costumbre de familia". Conocí a Antonio en la ardua trama de cada día y me alegra que su mirada siga viva en usted”. La revista literaria "Babelia" 19 de mayo de 2007, del diario español El País, hace referencia a Adriana Romano como parte de "la tradición cuentística argentina que deja para el último instante el desenlace", y agrega que "algo subyace en las palabras de esta narradora que crea una constante sensación de sospecha sobre lo contado".
Silvina Premat Lunes 23 de octubre de 2006: “Inspirada en la observación atenta de cuadros en los que el norteamericano Edward Hooper (1882-1967) reflejó escenas de la vida cotidiana de gente común, Adriana Romano escribió diez historias de dolores, desencuentros y esperanzas que se desarrollan en el campo o en pueblos del interior. Con ellas obtuvo el último premio de narrativa de la Fundación Victoria Ocampo, por decisión unánime del jurado.” Sylvia Saítta Suplemento Cultura Domingo 17 de setiembre de 2006: “¿Cómo se narra el pasado? ¿Cómo se regresa al mundo de la infancia? ¿Cómo se recuperan las historias familiares cuyos protagonistas, así como sus casas, sus costumbres, sus voces, ya no existen? Estas y otras preguntas recorren los admirables diez cuentos que integran Servidumbre de paso, de Adriana Romano.”
Ha sido guionista del programa televisivo Taxi –Gourmet y Yo te muestro BsAs.
Actualmente coordina Talleres de escritura en 9 de Julio, Buenos Aires, Mendoza y Bilbao.
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