Por Calorina Tosi

A partir de ciertas pruebas empíricas que sostienen la teoría de la existencia de una población femenina “escapista”, es decir mujeres propensas a la errancia, la novela construye el prototipo de “vagabunda”, del que Eusebia Escobar es su principal exponente. Se trata de una mujer de principios de siglo XX, de naturaleza netamente nómade pero que por diversos factores –como el amor o la maternidad– ha permanecido durante años en un mismo lugar: el Hotel “El Ancla”, ubicado en un solitario pueblo costero de Buenos Aires.
La primera parte de la novela, “El terreno de la huida”, cuenta la fuga que Eusebia emprende en un aeroplano junto a un huésped llamado Pierre. Es recién a partir de su ausencia cuando su hijo Demetrio descubre quién es ella en verdad, cuál es su naturaleza y su inevitable destino. Logra conocerla y reconstruirla mediante “un insólito ajuar de papeles, fotos y cuadernos” que su madre dejó en un baúl, en una de las habitaciones del hotel. Cada uno de esos textos e imágenes, vestigios de la memoria de Eusebia, exhibe su subjetividad y constituye la prueba del deseo postergado, aunque irremediable, de partir.
La segunda sección, “La vida postal”, se configura mediante cartas enviadas por otras mujeres nómades que se cruzaron en el camino de Demetrio y que trazan un itinerario difuso y complementario a la historia inicial.
Finalmente, la tercera parte, “El tratado de la errancia”, presenta las carpetas y los cuadernos escritos por Eusebia, donde ella teoriza sobre la esencia femenina errante y la vida nómade de ciertas mujeres coetáneas. Al final, hay un anexo con fotos, mapas, anotadores, sobres cerrados y una “guía” de las relaciones entabladas entre los personajes, que funciona como el telón de una puesta en escena evocadora y avasallante.
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