
Para Iglesia, la de Borges no es una propuesta de cambio si no una queja. “Estoy de acuerdo con él, aunque por razones literarias distintas: como lectora y crítica, prefiero la prosa de Facundo , un texto arduo y bello. Lo prefiero a la melodía facilona del Martín Fierro , llorona, un poema tan servicial, tan gauchito , merece ser el clásico de un país, o de una zona del país, para el que la queja, y no la lucha, es el primer gesto de identidad”.
En 1913, en una serie de conferencias, Lugones postula el Martín Fierro como un emblema de “la formación del espíritu nacional”. Y, la figura del gaucho, “un paradigma de la nacionalidad”.
Monteleone dijo que “no se trataría de cambiar la historia, sino de sustituir un mito. Cuando Borges se refiere al Martín Fierro como historia, lo devalúa”. Monteleone tiene una hipótesis: “la canonización del Martín Fierro es un efecto de la previa canonización del Facundo , y no una sustitución”.
Las intervenciones de Prieto y Kohan sumaron otro nombre al tablero: para ellos el problema, la preocupación de Borges no eran Sarmiento ni Hernández, sino Perón. “Eso venía sucediendo desde 1943”, dijo Prieto. Y siguió: “En todo caso, Sarmiento es un antídoto retórico, literario, acorde con la misma formulación, retórica y literaria, del problema: la del peronismo. Sarmiento es nuestro clásico porque su tradición se manifestaba sobre todo en la literatura, pero no tenía potencia política”. Y se preguntó –cabe agregar qué pasaría – si no son “Borges y Leónidas Lamborghini nuestros clásicos”. Para Kohan, “se cita demasiado la dicotomía ‘civilización o barbarie’, pero el texto se ignora. Creo que Borges pedía leer el Martín Fierro en clave de Facundo.
La barbarie la narra siempre la civilización y cuando se narra la barbarie, el que escribe es el civilizado.”
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