jueves, 8 de septiembre de 2011

"ANCIANOS QUE TRABAJAN "

Por. Israel  Díaz Rodriguez (Colombia)

Que me perdonen mis lectores si vuelvo a tratar en mi columna, el tema de los viejos, pero es que cada vez que observo a una persona mayor  en plena actividad, ello me regocija y estimula para continuar activo.

Es el caso de Don Aníbal Estévez que con 82 años a cuestas, con la cerviz doblada,  paso lento pero firme, voz suave y dicción perfecta, se desempeña como mesero en un lujoso restaurante  de la Recoleta en Buenos Aires. “Todo de blanco hasta los pies vestido”, creí que se trataba  de un abuelo propietario del restaurante que por hobby  estaba allí paseándose de un lugar a otro.

 No  lo perdimos de vista un solo instante pues se movía como cualquier mozuelo por el establecimiento.
Al  pasar al área de no fumadores como se lo habíamos pedido al Maitre, ya en la mesa, con algo de asombro y no poco desconcierto, quien vino a atendernos fue precisamente, aquel anciano que tanto nos había llamado la atención al  entrar al restaurante.

 Al saber que éramos extranjeros, nos dio un saludo muy cordial y nos deseó una feliz estadía  en la ciudad, luego se retiró para darnos tiempo a que eligiéramos nuestro pedido.

Entre tanto, lo observábamos  yendo y viniendo, moviéndose  con la habilidad de los demás meseros, por supuesto mucho menores que él. Cuando hicimos la elección del plato, muy amablemente nos hizo varias recomendaciones entre ellas, que aquel era abundante y por lo tanto, uno solo bastaría para los dos, como en efecto lo hicimos y de lo cual le quedamos muy agradecidos, porque efectivamente  bastó el haber pedido uno solo.

Una vez terminamos de comer, se detuvo unos minutos más de lo acostumbrado en nuestra mesa, y entramos en una conversación agradable, diferente a manjares y sabores. Fue entonces cuando nos dijo su nombre, nos informó que era de nacionalidad española, que hacía cuarenta años trabajaba en aquel restaurante, que no se sentía cansado, que le gustaba mucho su trabajo sobre todo porque  le daba la oportunidad de tratar a personas de distintas partes del mundo y de esta manera  informarse sobre  sus culturas y costumbres .

Se puso muy feliz, cuando le hablamos de su querida España y más cuando le informamos que teníamos dos nietas nacidas en Pamplona –Navarra- y que además  habíamos estado unos dias en su ciudad natal, Santiago  de Compostela, fue tanta su emoción, que una vez, cancelado el servicio, nos trajo como  muestra de regocijo, dos copas de Champaña regaladas.

Uno con esa bendita malicia indígena, no deja de preguntarse: ¿No será que Don Anibal Estévez, tiene algo que ver como propietario del restaurante?
¿Nos refirió el cuento muy bien echado para observar nuestra reacción?
Sinceramente fuere lo que fuese,  para mi lo maravilloso fue ver aquel anciano trabajando  de tu a tu con hombres muchísimo mas jóvenes que él en un horario nocturno, sobre todo.

Que belleza, ¿no es cierto? ver a un anciano con semejantes bríos  en un oficio en el que se requiere resistencia para estar permanentemente en movimiento, equilibrio para portar los platos en las manos, y conservar el buen humor para servir.

Al despedirnos con choque de manos y estrecho abrazo, mirándonos  los rostros complacidos, nos dijimos.  ¡Hasta la próxima!

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