lunes, 16 de abril de 2012

" LONCOHUÉ "

Por ROBERTO CASTRO.
 Escritor "CIRCULANDO VIENTOS I Y II (poemas)
- Actualmente: Director General de Museos, Archivo Histórico y Turismo.
Municipalidad de 9 de Julio



La laguna de agua dulce recibía mansamente a sus habituales habitantes. Entre los verdes juncales cada tanto emergía la cabecita de algún sapo. Más al centro, las zancudas garzas blancas se alejaban de los flamencos que, en gran número, pintaban de rosa parte de la laguna. Varios cisnes de cuello negro navegaban tranquilos las aguas quietas, sólo surcadas de vez en cuando  por negras gallaretas o agitadas por los silbones en su ir y venir.

Sobre las alturas que la circundaban, entre los matorrales de paja brava y cortaderas, preámbulo del medanal, un grupo de ciervitos acompañados de algún ñandú pastaban sobre un acolchado verde de pata de perdiz y pasto miel.

Esporádicamente un cuis asomaba su trompa desde su dormidero y un “toc toc” hueco de un tucu tucu irrumpía en el silencio del paraje. Silbaba una perdiz y alguna  presurosa  mulita gambeteaba abrojos…

El lugar era una importante aguada en las rastrilladas tierra adentro. Lugar estratégicamente ubicado cerca de la frontera que el blanco marcaba con sus fortificaciones. Al este, a unas siete leguas, se levantaba el Fortín Cruz de Guerra y, al norte, como a unas cincuenta, el Fuerte Federación.

“Lonco huè” la habían llamado, “Lugar de la Cabeza”.



La lujuria se había apoderado del octogenario cacique Ranculche, Yanquetruz. Su mirada constantemente al acecho, se había fijado en Milla Calquín, una malén , doncella  de trece años hija de uno de sus caciques lugartenientes, Yanguelén, cuyo destino hacía honor a su nombre “caído en desgracia”. Milla Calquín, su águila de oro hacía un tiempo que había sido prometida a un joven cacique de la tribu Llanmaché, la gente “de la viuda”, que andaba buscando dónde establecerse, luego de que Callfulcurá acabara con gran parte de ellos allá, por Salinas Grandes…

En cuanto Yanquetrúz dispuso apoderarse por la fuerza del amor de la donsella, Milla Calquín, Yanguelén y toda su parcialidad, huyeron a tierras del huinca  con la complicidad de la noche.

Encontraron refugio en el Fuerte Federación. Su alianza con el blanco fue inminente. El cacique, recibió a cambio de su traspaso, grado de teniente coronel, provisiones y las tierras al norte de la Mar Chiquita,  no lejos del fuerte, para instalarse. Así se transformó en “indio amigo” a la vez que era declarado traidor por sus congéneres.

Al poco tiempo Yanquetrúz muere; la venganza había quedado trunca…



Un remolino de alaridos, chuzas y lanzas, se abalanzó sobre la quietud de la laguna. Cientos de gargantas en pos de venganza llegaban al lugar. Desbande de patos, garzas, flamencos…sólo gritos de alerta de teros y graznidos repetitivos de chajaes en planeo.

Ranqueles eufóricos e indignados, siguiendo a Painé heredero de la dinastía de los zorros, los  Gúor., arribaban a la laguna que otras veces habían frecuentado en sus correrías dentro y fuera de la frontera con el blanco.

En el arroyo de agua(Leuvucó), se habían reunido en Tavtùn, en parlamento  todos los más notables bajo la convocatoria del gran Painé Gûor, el zorro celeste. Ante los concurrentes, el cacique Pichuín (también hijo de Yanquetruz) se había dirigido  a la concurrencia consultando sobre las medidas a tomar con respecto al traidor Yanguelén. Nadie titubeó  en apoyar su propuesta de capturar al disidente y sus seguidores y ejecutar la máxima pena: la  muerte.

De inmediato se armaron los Ranculches bajo el mando del propio Pichuín. Había sido aspirante a la corona dejada por su padre, más el prestigio y el valor demostrado por Painè fue mayor y ahora seguía a su hermano fielmente…

Fuertemente armados los conas (guerreros) llegaron hasta Epu Loo, dos médanos al norte de los yanguelenes. Acamparon y dejando a cargo de las caballadas de recambio a mujeres y muchachotes con una escasa custodia y se precipitaron en avanzada…

Exploradores de Yanguelèn apostados sobre los médanos, descubren el accionar y con una columna volante caen sobre la retaguardia indefensa acampada en Epu Loo. El resultado de la acción: varios muertos, mil y pico de yeguarizos gordos capturados y varios cautivos, entre los cuales iban un hijo de Painé, dos de Pichuín y varios de otros caciques.

Anoticiado Pichuín acudió al lugar y lo encontró rojo de sangre y rodeado de caranchos carroñeros. Encolerizado, levantó su tacuara al cielo y arengó a los suyos con un rugiente:

-  Huè, huè, huè…!

Painè con cuatrocientos hombres muy bien montados llegó hasta Trenque Lauquen y de allí, en cabalgata infernal, rumbeó para Loncohuè.

Esta encrucijada estratégica había dejado su quietud para dar paso a las hordas de venganza. Concentraron Painè y Pichuin a su gente y luego de descansar y dar de beber a sus montados, encaminaron al norte.

En la madrugada una descubierta de yanguelenes y milicianos de la guardia de Federación es interceptada Salvo uno que obligarían actuar de guía, todos son lanceados.

Sobre la Mar Chiquita, Yanguelen y los suyos, tras los fosos y con carretones tumbados en las puertas de acceso a su reducto, aguardan.

Un torbellino de chuzas, bolas y lanzas, cayó sobre el lugar. Lanzas atadas en manojos son arrojadas a manera de puente sobre la fosa. Ya nada los detiene.

El degüello no se hace esperar. El pedido de clemencia del hermano de Yanguelèn, ofreciendo su vida, no es atendido. Su cabeza y las de los suyos ruedan hacia la fosa.  

Su suerte estaba echada y el campo cubierto de cadáveres.

En el entrevero, montando un gateado mala cara,  Yanguelèn logra huir a pedir auxilio al Fuerte Federación.

- No debe estar lejos-gritó una de las prisioneras liberadas.

Una veloz partida no tarda en alcanzarlo y boleando su caballo, capturarlo.

Painè, botas de potro, de chiripà ceñido por sus boleadoras, su renegrido pelo sujeto por una bincha y cubierto por su mejor makuñ, su poncho, elevando con su brazo derecho su larga tacuara habla a lugartenientes y sus conas:

- Tengo la autoridad de matar sin miramientos ni juicio a cualquiera de mi pueblo que cometa actos indebidos o que no cumpla con nuestras leyes. Pero Yanguelèn, aunque sedicioso, es un cacique superior y por ello y en honor a su jerarquía debe ser juzgado por sus iguales.

De inmediato se formo la junta entre los caciques. La pena, no tardó en detrminarse: muerte al traidor.

 Frente al tribunal, Yanguelèn amarradas sus muñecas esperaba la sentencia cuando nuevamente se escuchó la vos del Lonco:

-  Dónde están los hijos de Pichuìn y mi hijo…? - exclamó Painè – y los que con tu traición nos llevaste –continuó.

-  El cuchillo que llevabas en la cintura era mío. Lo llevaba mi hijo cuando lo capturaste – agregó Pichuin tomando la palabra.

-  No soy ningún traidor. Como hombre libre me convertí en indio amigo del gobierno y al hacerlo me comprometí con el blanco a defender la frontera. Soy aliado del blanco y por ello no puedo traicionarlo – replicó el condenado – ese puñal te lo doy; al tomarlo tendrás tanto placer como el que tuve yo al sacárselo a tu hijo.

-  Tu traición te costará la vida – poniéndose  de pié muy irritado arengó Painè. El resto de la multitud también se puso de pié.

-  Hagan de mí lo que resolvieron – en vos baja dijo Yanguelèn.

-  El parlamento a resuelto que te juntes con tu hermano.

-  Dónde está él – preguntó el derrotado.

-  En el foso – le dijo Painé mientras ordenaba que fuese llevado hasta el lugar donde yacía decapitado el cadáver de su hermano junto con otros miembros de la tribu traidora.

Mientras uno de los caciques superiores, Anequeo, tomando a Yanguelén de sus largos cabellos se disponía a pasarlo a degüello, este en un momento de agónico esfuerzo, exclamó con una gutural vos:

-  Painé, me matas pero no verás nunca más a tu hijo pues se lo he entregado a Rosas quien se lo ha llevado a Santos Lugares.

De inmediato rodó su cabeza.

Mientras el cuerpo del degollado aún se estremecía, Painè con la cara cubierta por sus manos sollozaba horrorizado por la maldición del ejecutado que lo condenaba a no ver más a su hijo amado.



A manera de epílogo



A Painè Gûor, le sucederá Callvaiù Gûor, zorro comedor de garbanzos y a éste, Paghitruz Gûor, zorro cazador de leones, que fuera también conocido como Mariano Rosas y no es otro que el hijo de Painè que Yanquetruz entregó a Rosas quien adopta como su ahijado y que luego de unos años huyera de Santos Lugares rumbo a las tolderías Rankulches, gente de los cardizales, de Leuvucò.
Lonco huè, es el nombre de una laguna que se encuentra dentro de una estancia de igual nombre cercana a la localidad de 12 de Octubre en el partido de 9 de Julio y a la cual se conoce vulgarmente cono Locagua, al igual que el nombre del establecimiento

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