Abuela Alba, ayer te vi jugando con el abanico que tenía tu mamá en el casamiento de tu hermano, me hubiera gustado ponerte un espejo adelante, para que te miraras el cabello, tan despeinado. Fue muy gracioso, en el parque no existen los abanicos y menos aún, hamacándote.
Seguramente, no te habrás dado cuenta, que la cinta de tu cabello se la llevó el viento. Intente agarrarla, me estiré hasta donde pude, pero se me escapó.
Vamos afuera, tal vez, la podamos ver desde aquí. De todos modos mañana compraremos otra, cuando te lleve al colegio. Esta debe volar hacia otro continente. Cruzara sin más, el océano.
El chocolate esta muy caliente, sentí el aroma, este, es el único modo de grabar en la memoria las exquisiteces de la vida.
Esta noche te leeré un cuento antes de que te duermas, y también te cantare una canción, Tal vez en la pianola haya alguna partitura,
Lavate las manos, yo voy al altillo a encontrar algo.
Esta escalera crece cada vez que la subo.
Quedate acá, enseguida llegara tu mamá, no quiero que me sigas como todas las veces y si tenes sueño, te dejo el duende arriba de la cómoda, el te cantará hasta que yo regrese.
¿Hola, vos sabes cuanto falta para llegar al altillo?
¿Que color encontraré cuando abra la puerta? De verdad el negro me asusta, y hoy no estoy de ánimo para escuchar las risas sin rostros ni las presencias invisibles corriéndome alrededor, no quiero estar defendiéndome toda la vida de los ataques gratuitos de los que por cobardía no se animaron a volver.
Es su problema.
Ojalá este cerrado el pozo, nos vamos a llevar una sorpresa. Tengo el presentimiento que se acerca el día esperado, para algunos será agradabilísimo, para otros, el fin. Muy dentro mió, se que todo cambio sirve, lo maravilloso es la enseñanza que deja, como cuando el águila allá en lo alto de la montaña helada cambia las plumas en un proceso lento hasta si se quiere eterno. Se siente doloroso.
Cuando entre te voy a mostrar las que tengo ahí guardadas en el armario blanco, me las arranqué a las últimas que quedaban. Estaba tan apurada por conocer la libertad acá en la tierra que nada me importó el dolor causado. Todavía guardo de recuerdo en los frasquitos de tinta china sobre la mesita, la sangre que junte de cada una de ellas. Si se entera la abuela se enojara, pero no abrí uno que tenia lucecitas intermitentes, en parte respete su deseo, sabrá Dios que historias se ocultan ahí.
Me pidió que nunca los abriera, es mas, me obligo prometérselo y lo lamento, ese día el altillo era de color blanco no podía dejar que se cayera en el piso. Los colores hay que mantenerlos, sino los que todavía no se animaron a volver sufrirán aun peor.
No veo ningún reflejo, me parece que debo prepararme para el altillo negro otra vez. Quizás sea necesario para que ellos puedan regresar
No se si la cámara fotográfica estará en condiciones. Estuve leyendo en la biblioteca y una de las formas de ayudarlos es sacándoles fotos, que aunque yo no los vea, el flash los libera.-Con razón hay muchas! Siempre me pregunte el motivo de su existencia en el baúl. Tantos años!
Creo que estoy preparada. Nada es casual.
El anciano tenía el libro en la mano, parecía estar esperándome. En su mano izquierda llevaba un anillo muy brillante con dos alas engarzadas; la vestimenta era algo rara. Una camisa con yavot y volados en los puños asomaban por debajo del saco negro con dos filas de botones dorados hasta en cuello. Los pantalones le llegaban hasta las rodillas ciñéndoselas y las medias le hacían juego con la peluca color marfil, llenas de rulos o bucles, creo que se llaman, le caían hasta el hombro. Curiosamente se le veían los pelos oscuros debajo, y los zapatos muy extraños, la punta levemente hacia arriba acordonados con hilos de oro y tacos mas alto que lo habitual.
Estaba parado al lado de la puerta enorme de la biblioteca, ese día, toda la manzana que la cobijaba reflejaba el oro, la riqueza. El, parecía de cera.
El mes pasado, la biblioteca estaba en la manzana de al lado del lago, a pesar de la niebla que la abrazaba, entramos igual, sacamos muchos libros y nos fuimos a sentar a la orilla.
Debía contarle cuentos a mi abuela. Esta niñita ávida de letras y palabras se transforma en los personajes, suena, juega, ríe.
Cuando pases por el lago mira los cisnes y si podes ir al amanecer, mejor. Debes detenerte, entregarte, estira tus brazos, abrí las manos, todo es impoluto, asequible, piérdete en el maravilloso momento donde el sol asoma en el lago y te convertirás en el ave que quieres ser. Luego sigue tu camino, no mires hacia atrás, no hay nada que recordar porque podrás volver cada vez y seguir transformándote todas las veces.
Cada amanecer la libertad que desees se reflejará en las aguas junto con el nuevo sol, Ahí siempre.
No te asustes si te aparecen plumas en tu espalda, aprenderás que te pertenecen por derecho propio. Luego se caerán solas, estarás en el lago jugando con los destellos del sol eternamente libre.
Cuando el anciano calladamente me entregó el libro descubrí la sabiduría de la vida.
Esa noche, al desnudarme bellas plumas volaron por el aire, y fui feliz.
Ayúdame a abrir la puerta que por fin dejaron de crecer los escalones.
Que el pozo esté abierto, los dejaré ir, se merecen volar, tal vez los reflejos de las cámaras de fotos los ayuden a visualizar el pozo por donde al fin serán libres.
Los dejaré ir.
Se sienten bien las nuevas plumas, hoy, naceré con el sol desde la cima de la montaña mas alta.
Deseo perderme en las entrañas de cada amanecer, no habrá mas sangre guardada en ningún frasquito de tinta china.
Cierto, como puedo olvidarme, pasa todas las veces que me toca cambiar las plumas,
Pierdo el sentido del hoy, es el vació, la nada.
Duele.
La nada a veces también duele y mucho, la soledad en un exquisito proceso de intensísimo dolor, gozados únicamente por los que creemos que transitamos el camino hacia el glorioso encuentro de un estado de plenitud interior basado en la libertad.
Será necesario resistir el proceso, aprender de lo vivido, reconocer las nuevas riquezas
Y continuar por nuevos amaneceres, sin olvidarte que volverán otras grandes tormentas.
Alba, fíjate que adentro de la chocolatera de acero, esta la cinta para atarte el cabello. Y por favor alcánzame los frasquitos de tinta china, los vaciaré, y los llenaremos con recuerdos de esta tierra tan bella que te vio nacer pero que no te verá crecer. Nos llevaremos el aire, el paisaje y la tristeza, cada una, en uno de ellos.
El barco zarpara al tardecer. Ruego llegar en algún amanecer.
Me dijeron que hay lagos con cisnes, Alba, y una biblioteca gigantesca que aparece donde vos desees estar con libros mágicos abarrotados de letras aisladas para que armes tus propios cuentos.
Alégrate, estaremos mejor, viviremos sin guerras, sin muertos caídos y desparramados en las calles minadas de historias sin contar, sin reparar.
Te mereces vivir las letras, armar tus propias palabras para formar los mas bellos textos de una nueva existencia allá, muy lejos, donde solo abrá vida.
El lugar de la metamorfosis.
Por el aire vuelan plumas con los colores del arco iris, podrás tomar las que quieras y empoderarte todos los cielos.
Por ahí, muy cerquita en la montaña, anda pastando tu caballo alado, andá a encontrarlo porque debemos llevar el libro de la sabiduría. El patriarca me aviso en sueños que debemos llevarnos uno de los tantos que tiene. Otro, ya lo entregó a un hombre de cera con bucles en su cabeza y medias color marfil.
Seremos discente en este pasaje por la vida y el libro nos proveerá de fortaleza en las situaciones extremas para no desbordar innecesariamente nuestra alma.
Todo es perfecto y sabio.
Transitaremos las más furiosas tormentas, la más absoluta calma para moldear y asimilar, las nuevas experiencias aprendidas.
No te olvides de recoger tus luciérnagas. Velaran por vos en las noches debajo de tus sabanas, hasta que el duende de los sueños se haga presente delante de tus ojos y te venza agradablemente.
Por un lado, la alegría de nuevos horizontes por descubrir y por el otro, una tierra obligada a olvidar para poder resistir, sin morir cada día, los lazos abandonados.
Cada mañana, al despertar el barco y hasta el atardecer, era testigo de rostros con miradas profundas y labios herméticos, como sellados, donde la palabra se convertía en pensamiento inasequible.
Un barco navegando en aguas profundas en el mas absoluto silencio, sin voces, sin canciones, solo el llanto de algunos niños queriéndose escapar del tormento de los sentires ajenos.
Mi madre me llevaba a ver la inmensidad del cielo donde la luna se reflejaba en el océano coqueteando con la estrellas.
Me regalo una, y, te la cedo.
Es la más bella, la más brillante, la más grande.
Ella esta allí, permanece mirándonos eternamente feliz por saberte Nina mujer.
Abrí el cajón del armario gris, donde guardabas la vajilla de los domingos hace tantísimo tiempo.
Los repasadores blancos con rayas rojas, si estrenar, me entregaron las flores bordadas
en punto cadena torcidos, como regalo de los hermosos atardeceres compartidos por
Una abuela que me vio nacer, y también, me vio crecer.
La autora SILVIA BLAIOTTA
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