El filósofo y escritor presentó la tercera parte de la saga del detective Joe Carter, “Días de infancia”. En esta nota, habla de su novela y relaciona la crueldad de la trama con la percepción de la vida a su edad.
POR Ivanna Soto
Otra vez Joe Carter, ese detective y asesino por contrato, fanáticamente “americano”. Después de Carter en New York y Carter en Vietnam, Días de infancia (Planeta) es la tercera parte de la saga de José Pablo Feinmann, pero esta vez ese Joe Carter es el de la infancia. Y el mundo del pequeño Carter, se nutre del comic, del cine norteamericano, de las revistas porno de su padre y las locuras de su madre. Así, narrada con oraciones larguísimas, en ese lenguaje de pensamiento o de paranoia, nuevamente, la violencia y el sexo son parte de esta novela negra.-Después de escribir sobre Joe Carter en Nueva York y en Vietnam, en esta novela vuelve sobre sus días de infancia. ¿Esta narración del presente al pasado fue premeditada?
-No fue premeditada. Era un verano, estaba aburrido porque mi mujer estaba en algún lado seguro haciendo algo con el teatro y dije: “Voy a jugar: voy a crear un detective norteamericano del siglo XXI. Un clásico, basado sobre todo en Mike Hammer, el detective de los años de McCarthy, del terror al comunismo encarnado en los marcianos que venían a ocupar el mundo. Entonces, ¿por qué no tomar a un Mike Hammer del siglo XXI aterrorizado por el terrorismo islámico?”. Ahí empezó a nacer Joe Carter. Pero los personajes nacen de un modo y se desarrollan de otro. Nació como cuentos hilarantes. Después fue tomando más densidad y empecé a escribir una novela, Carter en Vietnam, que para mí es la mejor. Cuando salió finalmente Carter a la luz, que es cuando un libro se prueba –porque un escritor es la mirada de los otros, te hacen ser lo que sos, aunque vos lo discutas, sos lo que los otros quieren que seas- empezaron a jorobar con que era un plagio de Boogie el aceitoso, porque no habían leído a Mike Hammer y su serie negra, cosa que me puso en una situación muy incómoda, porque de ninguna manera es Boogie. Y algunos me dijeron: “Bueno, es un intento menor tuyo”. Y por toda esa cosa de desdén por el género me decidí a ponerle a Carter como precuela la infancia, y quise hacer un libro muy ambicioso. Entonces, más o menos con esas ideas empecé a escribir Días de infancia.
-En cuanto al lenguaje, es una mezcla de argentinismos con palabras de doblaje, como el “ti”, el “tú”…
-No me gusta que me digan lenguaje de doblaje. Tiene el “ti”, el “tú”, es un lenguaje de traducción de las novelas del ’50, las del séptimo círculo, que elegían Borges y Bioy, ya de la serie naranja, novelas de Fredric Brown, que están magníficamente traducidas, pero además está añadido todo mi estilo con palabras que no todas son de traducción. Además el “tú” es muy hermoso, somos nosotros los bestias que hablamos en lenguaje imperativo. Estuve mucho tiempo en Puerto Rico y me decían que nosotros somos mandones, porque decimos “andate”, ellos dicen “vete”, nosotros decimos “vení”, ellos dicen “ven”. Tienen razón. No está escrito en argentino, pero nadie dice “follar” en esta novela, sino que dicen algo más concreto, que es muy nuestro. Horacio González me dijo que inventé un idioma nuevo, que es muy raro, es muy mezclado. Él dice que es un recuerdo de las películas de cine de barrio de cuando éramos chicos.
-También tiene una forma de escritura como si fuera de pensamiento, con muy pocos signos de puntuación…
-Fue impredecible, porque me puse escribir y ya el primer capítulo me salió sin un solo punto, que es algo que a mí me sale fácil, casi lo tengo que dominar. Cuando terminé ese primer capítulo no sospechaba nada de todo lo que la novela deparaba para mí. El estilo está muy marcado porque ningún capítulo tiene un punto y aparte. Cada capítulo es un bloque narrativo y el punto y aparte es cuando das vuelta la página y vas al otro capítulo que empieza en página impar, pero después, todos los bloques narrativos son todo con punto y seguido o no, o diálogos metidos, con comillas y sin comillas. Y la historia corre, y suma peripecias muy crueles. Es la visión de la vida de un tipo de mi edad. Hay una frase de Sartre que dice: “Como todo soñador confundí desencanto con la verdad”. Creo que eso me está pasando a mí, y voy a tratar de que no sea así. O sino no lo voy a decir (Risas).
-¿De ahí su personaje Calamity Jennifer, que toma esta novela?
-Amé profundamente a Jennifer y me identifiqué muchísimo con ella, sobre todo en las facetas de la locura. Nunca pensé que iba a tener tanto sexo esta novela, ni que Calamity Jennifer me iba a enamorar tan perdidamente. Está latente desde el comienzo, porque es la madre depresiva de Joe Carter, pero cuando aparece ahí se adueña de la novela. Es una rabiosa amante del sexo, es hija de aristócratas del sur, que va a trabajar al burdel de Rhonda la Roja. Es un personaje culto, es bellísima, es brava, dura. Usa cartuchera con revólver, sombrero recto, fuma cigarritos y es de una sexualidad desbordante. Se ve en el capítulo que inicia a Joe –es el que voy a leer hoy en la presentación para aterrorizar al público- donde ella describe todo lo que le está haciendo hacer a él. Lo envidio a Joe, porque muy pocos han sido iniciados así con una mujer como Jennifer.
-Toda la saga transcurre en Estados Unidos y juega con paradigmas de esa cultura, ¿qué es lo que más le atrae de la cultura de ese país?
-Muchísimas cosas. Faulkner, Carver, Wolf, Steinberg, Gershwin, gran parte del cine musical de Hollywood, algunos Western y el Film Noir, que decididamente marcaron mi vida…
-En la novela también aparece el universo del comic estadounidense, ¿usted leía esos comics?
-No, el comic que marcó mi vida es el de Oesterheld. Fue un gran momento del comic argentino marcado por los guiones de Oesterheld y los fabulosos dibujos de Hugo Pratt. Entonces, lo que yo leía de pibe, más que Salgari, leía el Sargento Kirk y Bull Rocket. Y cuando empezó El Eternauta, me prendí al El Eternauta. ¡Sabés lo que era recibir una vez por semana El Eternauta nada más! Yo dibujaba y hasta me inscribí en la Escuela Panamericana de Arte para aprender dibujo de historietas. Intenté hacer muchas cosas sin éxito en mi vida.
-¿Va a seguir Joe Carter?
-Las novelas de Carter son desmedidas. Esta novela es desmedida, son quinientas páginas de cosas terribles que ocurren todo el tiempo. Yo creo que tiene una novela más.
-Antes decía que le molestaba que le dijeran que esta novela es de género menor, ¿cómo lo considera usted en relación a las escritura de ensayos?
-Yo lo que pido a los lectores encarecidamente es que no me partan a la mitad. Yo soy un escritor integral: escribo ensayos y escribo novelas. Incluso los dos enormes tomos de peronismo para mí son una novela, son ficción. No encuentro libros menores a otros, hay puntos más altos, pero no me arrepiento de ningún libro que haya escrito. Al contrario, quiero escribir muchos más.
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