domingo, 24 de junio de 2012

Un nieto de Hemingway desnuda la oscura historia familiar

Diario de Cultura

Ernest Hemingway y su hijo Gregory, quien siempre tuvo una turbulenta relación con su padre, de grande se hizo transexual y murió en una cárcel de mujeres, según revela ahora el hijo de éste en una biografía.




John Hemingway, nieto del escritor recuerda en su flamante biografía «Los Hemingway. Una familia muy singular» la turbulenta relación de su padre Greg con su abuelo, que desembocó en un final trágico.

Gregory quedó marcado como la «oveja negra» de la familia Hemingway: fue el segundo hijo que Ernest tuvo con Pauline Pfeiffer -la segunda mujer del escritor, que se casó en cuatro oportunidades- y murió en 2001 en Miami, tras sufrir un infarto mientras cumplía condena por exhibicionismo en una cárcel de mujeres.

¿Por qué una cárcel de mujeres? Es que, según publicó ayer el diario español «El Mundo», Greg había decidido someterse a una operación de cambio de sexo a mediados de los 90 y desde entonces se hacía llamar Gloria. Aquella muerte tan sórdida, de la que los medios informaron telegráficamente, encubría una dramática y convulsa historia personal: la identidad de Greg/Gloria nunca se consolidó y esa quizá fue la consecuencia más grave de la conflictiva relación que mantuvo toda su vida con su padre.

John Hemingway, nacido en 1960, sólo 11 meses antes de que Hemingway se suicidara, sentía que debía bucear en aquel magma de insultos, reproches y separaciones abruptas. Allí, entre tanta negrura y tantos fantasmas, estaban las respuestas que buscaba, necesarias para saber por qué su padre acabó como acabó y algo incluso más importante: saber quién era él mismo. Eso es lo que ha intentado hacer con el libro «Los Hemingway, una familia singular», recién publicado en España que rastrea cómo los desequilibrios mentales del autor de «El viejo y el mar» se agravaron por las disputas con su hijo.

«Eran demasiado parecidos. Los dos tenían un carácter fuerte, los dos abusaban del alcohol y los dos eran bipolares» (lo de la bipolaridad es una constante entre los Hemingway). Un cóctel explosivo que no tardaba en estallar cuando se reunían. Pero esos paralelismos incluso llegaban «hasta límites más íntimos y menos conocidos», asegura el autor en su libro.

John apunta en su investigación familiar que Ernest, paradigma del varón aventurero y valeroso, cultivaba en el terreno doméstico una vertiente femenina por la que sentía una profunda curiosidad: «En una carta que escribió a su cuarta mujer, Mary Welsh, cuenta cómo durante la actividad sexual ambos intercambiaban los roles femeninos y masculinos». «Mi abuelo no era homosexual. Yo no afirmo eso. Sólo digo que sentía la necesidad de explorar su lado femenino, como todo hombre con cierta curiosidad. Ese intercambio de papeles lo había observado en algunas tribus africanas y también en las corridas de toros, entre el toro y el torero», aclara John Hemingway.

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