jueves, 28 de junio de 2012

"LIBRERIA IMAGINARIA" en sociedad con "EL LIBRO DE ARENA"


La bella GriseldaIsol (texto e ilustraciones)
México, Fondo de Cultura Económica, 2010. Colección Los Especiales de A la orilla del viento.
Antes de abrirlo, la tapa de este libro de Isol, La bella Griselda, nos despliega algunos símbolos clásicos de la realeza: las coronas, el color oro, la princesa haciendo culto a la belleza contemplándose en el espejo, la simetría de los escudos heráldicos, pero también, mezclados solapadamente entre esos emblemas, de manera insólita para una mirada aletargada en el confiado sosiego inducido por esos símbolos, dos caballeros sin cabeza que escoltan a la dama. Difícil que no se nos despierte la expectativa de leer otro cuento de hadas, una nueva historia de princesas, una remozada Bella Durmiente, una versión más del cuento tradicional. Sin embargo, no va a ser posible leer adormecidos una historia que, pese a comenzar describiendo “La princesa Griselda era tan hermosa que hacía perder la cabeza a cualquiera.”, nos descoloca con la imagen de la princesa sosteniendo la cabeza de un príncipe que la ha perdido literalmente y el comentario del narrador “y no es sólo un decir.”; una advertencia absolutamente extraña a los cuentos de hadas.
El trasfondo de la historia es, claramente, “medio terrible”, asegura la misma autora en una entrevista (1), porque además, la pérdida de la cabeza, no es el único tema siniestro o macabro del cuento.
Podríamos pensar en las tribulaciones de los cuentos tradicionales. Fijados primero en la escritura a partir de las versiones orales, luego censurados por contener excesiva crueldad o inmoralidad, más tarde seleccionados algunos y desechados otros según se los considerara adecuados o no para los niños, incesantemente reescritos o adaptados a las nuevas ideas sobre la infancia. Sin embargo, hay una certeza firme: es un género que nunca ha sido abandonado.
La bella Griselda podría ser una reescritura, una adaptación o bien una parodia. Son muchas voces antiguas las que hablan en juego polifónico en este cuento. Empezando por la Bella Durmiente, escuchamos a la reina maldita de Blancanieves que se mira en el espejo, una Cenicienta que hace “equilibrio en zapatitos de cristal”, o aquella Bella que se aburre en el palacio de la Bestia. También hay torneos como en las historias de caballería y hasta una escena semejante al “ser o no ser” de Hamlet sosteniendo una cabeza. De tal manera que el cuento convoca a un lector niño, conocedor de las historias tradicionales —por definición sabio lector de las imágenes, que también tienen su voz en este libro-álbum—, al encuentro con los adultos que acompañan y leen estos libros con sus niños.
Por otro lado, también se evocan los antiguos relatos orales retomados por Perrault, Chaucer o Boccacio sobre la “paciente Griselidis” (2), tan maltratada por su marido que es hasta despojada de sus hijos pero que permanece, como buena esposa, fiel y devota al varón.
Resuenan otras voces, además: las de los otros relatos de Isol, como la de Camila, la niña protagonista de El globo (3), a quien cierto día se le cumplió un deseo: “Su mamá se convirtió en un globo y no gritaba más”. Así como el globo de Camila irrumpe y sacude la tranquilidad familiar, cuando la mamá no vuelve a gritar luego de la transformación; Griselda cuenta la historia terrible de una princesa que se mete en la intimidad más tranquilizadora de las historias conocidas —los cuentos de hadas— llegando a trastocarlas y convertirlas en algo siniestro cuando las cabezas de sus pretendientes no vuelven a su lugar.

En La bella Griselda, no es el deseo de una niña como Camila lo que se hace realidad. Los príncipes que miran a Griselda pierden la cabeza, quedan decapitados por un maleficio producido por una autora que hace realidad el deseo de hacer callar los estereotipos del género, aquellas frases que “había una vez, en un país muy lejano” y que “para siempre” eran leídas como un decir, como algo que no ocurría de verdad. Las cabezas que ruedan literalmente no son solamente las de los personajes de la historia: también los lectores podemos perderla si con pasividad tomamos al pie de la letra todo aquello que nos cuentan provenga de quien provenga.
La princesa de Isol, siguiendo el lugar común, es desmesuradamente bella y se aburre aislada de los plebeyos, encerrada en su palacio. Pero si bien esta princesa sigue estos pasos, mientras otras se desviven por ser bellas para encontrar a su príncipe, ella consagra su búsqueda de la belleza y la perfección a obtener otros trofeos. No es la primera princesa que se rebela de semejante sino, pero sí es el primer personaje principesco de la autora, la primera protagonista que no es niña, y, como declara ella misma, por primera vez no está “del lado de ella”.
Con este libro, Isol queda incluida entre los escritores que se pliegan a la tarea de continuar con estas historias principescas, que van sufriendo vicisitudes por el transcurrir del tiempo, las corrientes literarias, pedagógicas, políticas, sociales.
Pero La bella Griselda no es otro más de los libros de Isol, ni siquiera es una más de las adaptaciones de los cuentos de hadas. Es un relato inquietante que cuestiona las frases hechas desmontando los lugares comunes desde los que se profiere aquello que “es un decir” y nos invita a reflexionar acerca de qué puede ser un decir y qué “no es sólo un decir”.

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