miércoles, 29 de agosto de 2012

"FIESTA DE DISFRACES"


Fiesta de disfraces

Entraron tres brujas y un San la Muerte por la puerta de calle de mi edificio. Yo volvía de sacar unas fotocopias y ellos estaban entre el vano de la puerta y la puerta. El viejo de abajo, que porque está solo y no tiene nada que hacer se la pasa en la puerta y casi reemplaza al portero, los dejó pasar. Pasen, les dijo. Eran chiquitas, enanas, las brujas. El San la Muerte, tam
bién. Chiquitos y sangrientos. Él viejo, no. Me asombró la naturalidad con que sin objeciones les dijo pasen. Me los quedé mirando. Las caras pintarrajeadas, el esqueleto debajo del manto negro y esa suspicacia que tienen las brujas para hacerse las simpáticas y es mentira. La madre de los chicos que venía detrás de ellos me dijo que volvían de una fiesta de disfraces y estaba encantada con la alegría de sus hijos, una alegría que daba miedo. Pensé en mi infancia y en la de mis amigos y recordé que en el colegio cuando nos disfrazábamos nadie quería hacer el papel del malo. También recordé lo que he leído sobre la importancia de incorporar el terror y lo feo en la literatura infantil, que somos una mezcla de sombra y luz, de hadas y brujas y que la literatura para chicos no debe desconocerlo.
Cuando vemos a un niño o una niña vestidos de ángel o hada uno siente esa correspondencia entre la inocencia y la bondad que nos salva; supongo que el niño también se siente buenísimo y se sabe parte de la esperanza que depositamos en él. ¿Qué siente un niño que asusta?

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