domingo, 3 de junio de 2012

Leonardo Padura: “Hay días en que quisiera ser Paul Auster”

Art. publicado en Clarín. Salvando la equivocación de la foto de Auster en lugar de la de Padura,  vale la pena leer la nota-

Al final encontrarás la biografía de el mencionado escritor. Son muchos los libros recomendados. Es cuestión de comenzar con alguno de ellos.

Por Leonardo Padura

Condenado a hablar de política, el cubano cuenta el deseo de ser solamente un escritor.

03/06/12
Hay días en que yo quisiera ser Paul Auster. No es que me importe o me hubiera gustado demasiado haber nacido en Estados Unidos, aunque pienso que sí me hubiera encantado, como Paul Auster, haber pasado unos años en París, justo en esos años de la vida en que para un escritor París puede ser una fiesta: la época en que la ciudad de la luz es el mejor lugar del mundo para un aprendiz de novelista. Y eso a pesar de sus cielos grises, su metro sucio, sus camareros agresivos, tópicos sobradamente compensados con sus maravillosos museos, edificios y croissants matinales.
Cuando pienso que yo quisiera ser Paul Auster es por razones que ni siquiera tienen que ver con los premios, la fama, el dinero. No niego, sin embargo, que me hubiera gustado haber escrito La trilogía de Nueva York , Brooklin Foolies o Smoke , por ejemplo. Pero yo desearía ser Paul Auster, sobre todo, para que cuando fuese entrevistado, los periodistas me preguntasen lo que los periodistas suelen preguntarle a los escritores como Paul Auster y casi nunca me preguntan a mí.
El caso es que resulta muy extraño que a alguien como Paul Auster lo interroguen sobre los rumbos posibles de la economía norteamericana, o quieran saber por qué se quedó viviendo en su país durante los años horribles del gobierno de Bush Jr. Nadie insiste en preguntarle siempre, qué opina de la cárcel de Guantánamo, ni si considera que las medidas económicas de Obama son sinceras o justas, y muchísimo menos si él mismo o su obra están a favor o en contra del sistema. En una entrevista con el afortunado Paul que acabo de leer, ni siquiera le preguntan acerca de temas tan sensibles como la ardua vigilancia a la que han sido sometidos los ciudadanos norteamericanos como ganancia del 11-S, o del control de los individuos por el FBI, por la Agencia de Seguridad Nacional, por el Departamento del Tesoro y por otras entidades controladoras, bancos incluidos, que saben desde el ADN hasta la marca de papel sanitario que usa una persona.
Si yo fuera Paul Auster y estuviera a favor o en contra de Obama o de Bush, mi posición política apenas sería un elemento anecdótico, como la decisión de seguir viviendo en Brooklin o de poder largarme a París hasta que me harte de su cielo encapotado. Porque, sobre todo, podría hablar en entrevistas, como esa recién leída, de asuntos amables, agradables, incluso capaces de hacerme parecer inteligente, cosas de las que (creo) sé bastante: de beisbol, de cine italiano, de cómo se construye un personaje en una ficción o de dónde saco mis historias y qué me propongo con ellas –estéticamente hablando, incluso socialmente hablando, pero no siempre políticamente hablando ...
Pero, ya lo saben, no me llamo Paul Auster y mi suerte es diferente. Apenas soy un escritor cubano, mucho menos dotado, que creció, estudió y aprendió a vivir en Cuba (por cierto, sin la menor oportunidad de soñar siquiera con irme una temporada a París, cuando más ganancioso resulta irse a París –entre otras razones porque no hubiera podido irme a París, pues vivía en un país socialista en donde viajar (olvidemos por ahora el dinero) requería y requiere de autorizaciones oficiales. Un cubano que tenía que estudiar en Cuba y, cada año, pasar voluntariamente un par de meses cortando caña o recogiendo tabaco, como le correspondía a un germen de Hombre Nuevo, el cual se suponía yo debía desarrollar. Pero, sobre todo, porque como soy un escritor cubano que decidió, libre y personalmente, y a pesar de todos los pesares, seguir viviendo en Cuba, estoy condenado, a diferencia de Paul Auster, a responder preguntas diferentes a las suelen que hacerle a él, preguntas que en mi caso, por demás, casi siempre son las mismas. O muy parecidas.
Cierto es que un escritor cubano con un mínimo sentido de su papel intelectual y, sobre todo, ciudadano, está obligado a tener algunas ideas sobre la sociedad, la economía, la política de la isla (y si se atreve, a expresarlas). En Cuba las torres de marfil no existen –casi nunca han existido- y desde hace 50 años la política se vive como cotidianidad, como excepcionalidad, como Historia en construcción de la cual no es posible evadirse. Y tras la política marcha la trama económica y social que, como en pocos países, depende de la política que destila de una misma fuente, aun cuando el líquido chorreante pueda salir por las bocas de diferentes leones que, al fin y al cabo, comparten un mismo estómago: el Estado, el gobierno, el partido, todos únicos y entrelazados. Por tal razón, la política, en Cuba, es como el oxígeno: se nos mete dentro sin que tengamos conciencia de que respiramos, y la mayoría de las acciones cotidianas, públicas, incluso las decisiones íntimas y personales, tienen por algún costado el cuño de la política.
Hay escritores cubanos que, desde un extremo al otro del diapasón de posibilidades ideológicas, han hecho de la política centro de sus obsesiones, medio de vida, proyección de intereses. La política les ha pasado del oxígeno a la sangre y la han convertido en proyección espiritual. Unos acusando al régimen de todos los horrores posibles, otros exaltando las virtudes y bondades extraordinarias del sistema, ellos extraen de la política no solo materia literaria o periodística, sino incluso estilos de vida, status económicos más o menos rentables, y especialmente, representatividad. Para ellos –y no los critico por su libre elección ideológica o ciudadana- la denuncia o la defensa política los define a veces incluso más que su obra artística y muchas veces la precede. No está de más recordar que la compacta realidad politizada hasta los extremos que ha vivido Cuba en las últimas décadas no podía dejar de producir tales reacciones entre sus escritores y artistas. Y tampoco se debe olvidar que la proyección pública e intelectual detentada por muchos creadores ha dependido de esa coyuntura dominada por la política, la cual, parafraseando a Martí (tan político en buena parte de su literatura) les ha funcionado como pedestal, más que como ara. Pero no menos memorable es el hecho de que ese escritor, por vivir o provenir de un contexto como el cubano, arrastra consigo (quiéralo o no) la responsabilidad de tener unas opiniones políticas sobre su país (mientras más radicales y maniqueas, mejor), por la simple razón de que no tenerlas sería físicamente imposible e intelectualmente increíble.
A diferencia de Paul Auster, el escritor cubano de hoy –es mi caso, y de ahí mi envidia austeriana– empieza a definirse como escritor por el lugar en que resida: dentro o fuera de la isla. Tal ubicación geográfica se considera indicador de una filiación política cargada de causas y consecuencias, también políticas. Nadie –o casi nadie– lo acepta solo como un escritor, sino como un representante de una opción política. Y sobre tal tema se le suele interrogar, en ocasiones con cierto morbo, y por lo general esperando escuchar las respuestas que confirmen los criterios que el interrogador ya tiene en su mente: la imagen del paraíso socialista o la estampa del infierno comunista.
La parte más dramática de no poder gozar de los privilegios de hablar sobre literatura de que disfruta alguien como Paul Auster llegan cuando el escritor, por la razón que fuere, decide vivir y escribir en Cuba. Tal opción, por personal que sea, lo ubica de un lado de una frontera muy precisa. Y si por casualidad ese escritor expresa criterios propios, no cercanos e incluso lejanos de los oficialmente promovidos, ocurre una perversa operación: sobre él caen las acusaciones, sospechas o cuando menos recelos de los talibanes de una u otra filiación.
Como debe suponer –o quizás hasta saber –quien haya leído los párrafos anteriores, además de no ser Paul Auster, yo soy un escritor cubano que vive en Cuba y, como ciudadano de la isla, en muchas ocasiones atravieso circunstancias similares a las del resto de mis compatriotas, comunes y corrientes (neurocirujanos, cibernéticos, maestros, choferes de guaguas y gentes así), afincados en el país. Respecto a la mayoría de ellos, tengo privilegios que, espero, he tenido la fortuna de haber ganado con mi trabajo: publico en editoriales de varios países, vivo modesta pero suficientemente de mis derechos como escritor, viajo con más libertad que otros cubanos, e incluso, gracias a un premio literario ganado en 1996, pude comprarme el auto que tengo desde 1997 y que tendré hasta sabe Dios cuando ...
Lo curioso, sin embargo, es que aun cuando muchas veces quisiera transfigurarme en Paul Auster, por el hecho de ser un escritor cubano ese deseo no me compete: la vida de mi país, lo que ocurre en mi país, mis opiniones sobre la sociedad en que vivo no pueden serme lejanas. La realidad me obliga a lidiar con un tiempo en el cual, como escritor, cargo una responsabilidad ciudadana y una parte de ella es dejar testimonio, siempre que sea posible, de arbitrariedades o injusticias, y de pérdidas morales que nos agreden, como seguramente también hace Paul Auster cuando los periodistas lo abocan a tales temas: porque es un verdadero escritor y porque también él debe tener una conciencia ciudadana.

BIOGRAFÍA
Leonardo Padura Fuentes nació en la Habana (Cuba) en 1955. En 1980 se licenció en literatura hispanoamericana en la Universidad de La Habana, y tras una destacada trayectoria como periodista de investigación, comenzó a cultivar el ensayo, y la escritura de guiones.
Ha desarrollado una extensa escritura periodística que ha dado como fruto las recopilaciones de entrevistas como El alma en el terreno, Los rostros de la salsa, o El viaje más largo, que recrea ambientes, tipos conforman la pequeña historia de Cuba, esa que corre paralela y a veces oculta la historia nacional, de las páginas del libro emergen fantasmas como Alberto Yarini, el rey de los proxenetas cubanos, y Chano Pozo, el tamborero mayor de todos los tiempos, y también otros temas como la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, y una historia del ron cubano.
Actualmente es considerado por la crítica internacional entre los novelistas más importantes de la narrativa de la isla, ya que es uno de los creadores de la nueva novela detectivesca, y es precisamente esta faceta lo que le ha granjeado la fama como escritor, sin embargo para Padura lo policial es sólo un pretexto para hablar de la sociedad cubana y hacer un examen de conciencia de su generación. De ahí que sus novelas satisfagan los gustos más disímiles. Es autor de la exitosa tetralogía Las cuatro estaciones, formada por las novelas: Máscaras, Paisaje de otoño, Pasado perfecto y Vientos de cuaresma (Premio UNEAC en 1993).
También ha realizado una interesante antología del relato breve en Cuba desde 1966 hasta 1991: El submarino amarillo (1993)
Ha escrito guiones para documentales cinematográficos tales como: Yo soy del son a la salsa, que mereció premio Coral en el 18 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.
Padura reside actualmente en La Habana.

BIBLIOGRAFÍA
Novela:
Fiebre de caballos (1988). Editorial Letras Cubanas.
Pasado perfecto (1991). Editorial Tusquets.
Vientos de Cuaresma (1994). Editorial Tusquets.
Máscaras (1997). Editorial Tusquets.
Paisaje de otoño (1998). Editorial Tusquets.
Adiós, Hemingway (2001). Ediciones Union.
La novela de mi vida. Editorial Tusquets.2002
La neblina del ayer (2005). Editorial Umbral.

Cuento:
Según pasan los años, 1989.
La puerta de Alcalá y otras cacerías, 1997.

Ensayo:
Con la espada y con la pluma, 1984.
Colón, Carpentier, la mano, el arpa y la sombra, 1987.
Lo real maravilloso, creación y realidad, 1989.
Alejo Carpentier y la narrativa de lo real maravilloso, 1995.

Periodismo:
El viaje más largo, 1994.
El alma en el terreno –en colaboración con Raúl Arce–, 1989.
Los rostros de la salsa, 1997


PREMIOS
Premio Uneac de Novela (Cuba, 1993)
Premio Café de Gijón 1995
Premio Internacional de Novela Negra 1997
Premio Dashiell Hammet a la mejor novela de género policíaco 2006


ENLACES
http://www.ucm.es/info/especulo/numero29/padura.html
http://www.desdecuba.com/03/articulos/02_01.shtml
http://www.letralia.com/145/0714padura.htm
www.havana-cultura.com/es/picture-of-cuba/mantilla-vibora/leonardo-padura.html

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