Por Guido Carelli Lynch
Enamorado de Portugal y de su poesía, fue una voz contra las tiranías
Un italiano universal. Antonio Tabucchi, en 2004. Fue un escritor a la vez exquisito y comprometido.
Cuando le preguntaban cuál era su profesión, Antonio Tabucchi contestaba siempre lo mismo. “Profesor universitario”, decía. No importaba que ya hubiera traducido al italiano la obra completa de Fernando Pessoa, ni que hubiera escrito treinta libros o contara con cientos de miles de lectores en todo el mundo, en 40 idiomas. La literatura para él era otra cosa, nunca una profesión. “Es algo que involucra los deseos, los sueños y la fantasía”. El profesor Antonio Tabucchi nació en 1943 en Pisa y murió ayer en Lisboa, su lugar en el mundo y donde vivía seis meses al año. El resto del año permanecía en Siena, donde daba clases de literatura portuguesa. Lo mató un cáncer cuando estaba internado en el Hospital da Cruz Vermelha y tenía 68 años. Su funeral será el jueves en la capital portuguesa.
Tabucchi era un escritor europeo y mediterráneo. Escribía casi todo en italiano (el resto en portugués) y amaba Portugal. Cultivó muchos lectores en Sudamérica, en especial en la Argentina. Veneraba a Jorge Luis Borges y a Julio Cortázar. El capítulo más largo de Viajes y otros viaje s se llama precisamente “Por las calles de Buenos Aires con Jorge Luis Borges”. Escribió también el prólogo de la edición italiana de la correspondencia del autor de Rayuela .
Pero habían sido Portugal y el portugués los que lo convirtieron el escritor que en verdad era. Sin embargo, fue en la Sorbona, en París, a fines de la década de 1960, donde conoció la literatura de Fernando Pessoa. Entonces volvió a Italia dispuesto a aprender mejor la voz del poeta del desasosiego. Con los años y con su mujer, María José de Lancastre, traduciría al italiano la totalidad de la obra de Pessoa. Lo fascinaban sus personajes repletos de contradicciones, parecidos a los suyos. Le dedicó varios libros, como Pessoana mínima y Los últimos tres días de Fernando Pessoa .
Nunca escribió poesía –aunque sí se animó con tres obras de teatro– pero su prosa tenía una cadencia poética. Su primer libro, Plaza de Italia (1975) reflejaba 90 años de un pueblito de Toscana. En 1978 publicó su segunda novela, El pequeño navío , y con la tercera – El juego del revés–se consagró como el mejor alumno de Pessoa.
Nocturno hindú (1984) confirmó sus aspiraciones, pero fue la más breve y concluyente Sostiene Pereira (1994) la que le valió más de una docena de traducciones y quizás su posteridad ( Ver Pereira…).
La suerte de Tabucchi como escritor coincidió con la estrella política de Silvio Berlusconi, de quien fue un furibundo opositor. Pereira –su personaje– se erigió como un símbolo antiberlusconiano . Sus artículos en La Repubblica, El País y Le Monde dan cuenta de su militancia contra el ex premier italiano. “El dinero y las putas. Esas son las imágenes que Berlusconi dio a los jóvenes italianos”, decía en una entrevista con la Revista Ñ , de donde era habitual colaborador, antes de sentenciar que Italia “está pútrida”. En 2009, su militancia a favor del libre acceso a la información en su país le valió una demanda del presidente del Senado italiano Renato Schifani por 1,3 millones de euros. Fernando Savater, José Saramago, Jorge Semprún, Phillip Roth y Orhan Pamuk fueron algunos de los colegas que lo defendieron. El proceso quedó pendiente.
Tabucchi fue prolífico hasta el final. El año pasado publicó Racconti con Figure , todavía sin traducción al castellano, y escribió el prólogo de Fragmentos , de Marilyn Monroe.
Se fue, sin dudas, el más europeo de los escritores italianos, y también, el más sudamericano, el profesor Antonio Tabucchi
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