Una cocina de momentos y encuentros
“Harina en las manos” es el primer libro de Laura Di Cola, una mujer muy inquieta y emprendedora de la zona de Benavidez que cuando entra en la cocina se transforma y transforma todo su entorno. Porque como dice ella: “hacer felices a las personas con comidas ricas y sanas es una de mis principales misiones en esta vida”.
¿Cómo empezaste a cocinar?
-Empecé a cocinar mirando, desde chica me gustaba observar a mis abuelas mientras cocinaban, me sentaba en una silla alta y las ayudaba en lo que podía o en lo que me dejaban.
¿Quién te transmitió el gusto por la cocina?
-Creo que tiene que ver con lo que viví y compartí con mis abuelos. El llegar a su casa y sentir el olor a la salsa para los ravioles que mi abuela estaba preparando o disfrutar del sabor amargo de algún chocolate en cómplice con mi abuelo. Esa mezcla de aromas, sabores y colores se fue encendiendo dentro de mí, con la necesidad de compartirlo.
¿Qué olores y sabores recordas de tu infancia?
-Mil imágenes y sabores vienen a mi mente. Parece que fuera ayer, pero cuando como un higo recuerdo mi campo en San Luis, los veranos y todas las travesuras. Las carreras hasta la higuera para treparnos y llenar canastos de higos. Las excursiones que organizábamos para sacar los hongos que crecían debajo de los árboles. Las tardes de siesta comiendo damascos que explotaban de miel y azucares y cómo no recordar el aroma al café que preparaba mamá y las largas horas de sobremesa del desayuno en nuestra casa.
¿De qué forma te perfeccionaste?
-Todas las recetas tienen un por qué y los alimentos son pura química y eso es lo que quise aprender. Estudié para Chef en el IAG (Instituto Argentino de Gastronomía) y cuando me recibí, ahí sí que me empecé a divertir, ya sabiendo por qué hacia lo que hacía, la alquimia estaba en mis manos, ya no copiaba recetas sino que creaba las propias.
¿Cómo es tu trabajo hoy en día?
-En cuanto a mí trabajo, se me ocurrió enseñar a cocinar en casas de familia. Por lo general me contratan una vez por semana o cada quince días. Allí, enseñó a sus cocineras a tratar los diferentes ingredientes, hacemos distintos platos según el gusto de cada familia y trato de generarles un ambiente de reunión y encuentro, que la comida sea una verdadera celebración.
¿Qué te llevo a escribir el libro?
-Tenía la necesidad de compartir mis recetas, de ofrecerlas y ofrecerme. Saber que con ellas estoy contribuyendo a generar buenos momentos. El libro es como un acto de entrega, un medio para transmitir mis secretos, mis pociones, de brindarme y abrirme a los demás.
¿Dirías que junto con la comida se manifiestan los afectos y distintas emociones?
-Totalmente, en cada plato hay una dedicación especial, un momento pensado para compartir y disfrutar. Por lo general, es alrededor de una mesa en donde se comparten momentos inolvidables, surgen ideas, reflexiones y las risas aparecen.
Pasión, color, sabor y distinción, cada plato lleva un poco de su alma.
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