sábado, 17 de marzo de 2012

" LA VERDADERA AMISTAD "

CUENTO . Autor HUGO VÁSQUEZ CAEZ. Barranquilla (Colombia)

A orillas de la margen izquierda del río de la Magdalena,  la vena fluvial mas importante del país, había una ladera, que era un corregimiento  del inolvidable municipio de Magangue, que se llamaba “EL JARDIN DE LAS FRUTAS”, dado a que por la fertilidad de su tierra y los múltiples abonos naturales, nacían todos las productos que Dios puso a la disposición del ser vivo para que conservara sanamente  su existencia.

 También la apodaban LOS MANGOS  por que los frondosos árboles  de esta fruta eran impresionantes, no solo por la cantidad  y variedad de la especie, sino que en tiempo de cosecha  los racimos con sus colores verdosos y amarillentos le daban al paisaje una belleza especial.



En esa ubérrima tierra vivían dos familias: Los Bedoya y los Vásquez. Sus propiedades estaban separadas por una  rala cerca de guadua por que  moraban con una ejemplar familiaridad, ya que todo lo compartían.

Cada familia tuvo dos hijos Mateo y Celia  Bedoya   y Tomas y Doris Vásquez. Crecieron viendo el ejemplo de sus padres como dos grandes amigos que parecían  hermanos.

Tanto  Carlos el  papa de Mateo, como Dorys la mama de Tomas  leían y se dejaban entender cuando les tocaban escribir alguna correspondencia. Como eran “los letrados” se dedicaban  con inusitado interés a educar a sus hijos, mientras les llegara la edad escolar que en esa época era muy tardía, además las escuelas eran muy pocas y los medios de transporte para ellos eran muy preocupantes.

 Para suplir esa dificultad les compraron a sus hijos unas cartillas  para enseñarles el abecedario  y unas pizarras para que aprendieran a escribir y entendieran con facilidad  los cuatro principios elementales  de la matemática: sumar, restar, multiplicar y dividir.

La vida de estas dos familias no era compleja y vivían felices, las niñas ayudaban a sus madres  en todos los trabajos hogareños y los varones  acompañaban a sus padres desde bien temprano, como es lo usual en la vida rural, desde encerrar y soltar los terneros para el ordeño, sembrar las semillas en los surcos que hacían en los terrenos dedicados a la  rozas y vigilar con mucho celo el desarrollo de estas siembras hasta su recolección, por que tenían conciencia que de la vendimia de estos cultivos dependía mucho la felicidad de las familias.

Desde la infancia el sentimiento de amigo se va engranando según la correspondencia del uno con el otro y este lazo se refuerza con signos de hermandad a medida que nos volvemos adultos. Es una ley biológica que  en la vida todo se debilita cuando aparecen los signos de vejez, menos la amistad que se hace más sincera, más fuerte, más comprensible, más sencilla y mucho más amena.

Mateo y Tomas dos seres de corazones nobles, de consagrados principios morales y religiosos que aprendieron de sus padres,  hicieron de la amistad un ritual, nunca tuvieron un resentimiento y siempre procedían actuar con las cosas que mas los uniera. Un hecho muy curioso y digno de alabanza fue cuando acordaron sembrar una fruta de mango en  el centro de la rala cerca que separaba sus casas,  con el premeditado fin que cuando creciera,  la frondosa sombra cubriera ambos patios para reunirse y protegerse de los rayos solares y además percibir la suave brisa muy común en estas laderas.



En la orilla opuesta del río que correspondía a la depresión momposina había un corregimiento que se llamaba Santa Cruz y estaba dotado de las cuatro cosas elementales donde haya un conglomerado humano: Tenía una escuela, una pequeña iglesia, un cementerio y un corregidor que mantenía el orden y la paz de todos.



Mateo y Tomas se crecieron llenos de salud y ayudaban mucho a sus padres en las faenas agrícolas y le daban fin a muchas tareas que sus padres por la edad que tenían, no podían terminarlas. Manejaban con destreza una canoa a canalete y todos los días en horario de la mañana atravesaban el caudaloso río de la Magdalena con el fin de asistir con sus hermanas a la escuela, para llenarse de más conocimientos de los que le habían enseñado sus padres.

 Fueron magníficos alumnos, cumplían con exactitud sus compromisos escolares. Como eran tan amigos un día la maestra les pidió que hablaran sobre la amistad, y ellos como si fueran unos letrados profesores, aceptaron el reto por que de lo que iban hablar lo sentían en el alma ya que ellos vivían esas emociones de ser amigos desde cuando tuvieron uso de razón. Entre otras cosas decían que la amistad era como una virtud, un  don que Dios le dio a todo ser vivo, pero no todos gozaban de ese privilegio, porque ser amigo es actuar con sinceridad defendiendo a su compañero cuando lo maltratan de palabra en su ausencia, ser amigo es darle la mano al compañero caído y no apoyarse en el, ser amigo es reír cuando el compañero festeja algo y estar a su lado cuando un dolor lo embarga. Tomas mi gran amigo que esta aquí a mi lado, se une a mi para darles un  consejo: Todo ser pensante es dueño de su destino, si ustedes seleccionan desde la juventud a sus compañeros que sean honestos, sinceros, que amen a sus padres y quieran y respeten a sus familiares y amigos, Dios les depara un brillante porvenir; pero si con los que dialogan, son unos hipócritas, mitómanos, viciosos, corruptos que desconocen las palabras amar y respetar, nunca podrán hacer un meritorio balance de sus actuaciones cuando   termine el día. Hay una  frase muy verdadera, que nunca le ha llegado, ni le llegará la obscura noche y ojala la tengan presente durante toda la vida: “Dime con quien andas y te diré quien eres”. 

Toda la comarca comentaba sobre la inteligencia y la gran amistad de Tomas y  Mateo. Fueron galardonados al finalizar sus estudios  y el  Secretario de Educación de Mompox, cabecera del corregimiento de Santa Cruz donde estudiaban, les mandó en pergamino,  sendos decretos de felicitación que enmarcaron  y colgaron en la pared de  de la sala de sus respectivas casas. Cuidaban con marcado celo estos diplomas y con orgullo se lo mostraban a sus amigos.



Celia y Doris  eran dos jóvenes muy  bonitas que adornaban esas bellezas con  muchas virtudes. Amparadas con el manto de la amistad de sus hermanos, cruzaron sus sentimientos amorosos y con la autorización de sus padres alimentaron la idea de unirse en matrimonio. Acordaron efectuar la boda el 31 de Octubre. Los invitados y amigos de la ladera comenzaron a llegar muy temprano por que todos querían asistir al acto religioso  en la iglesia de Santa Cruz, el corregimiento donde estudiaron que  quedaba en la orilla opuesta del caudaloso río. La cantidad de canoas que cruzaban el Magdalena era incontable, semejaba los carnavales de Venecia, con la diferencia que en la bella ciudad italiana los gondoleros cantaban la barcarola, y los habitantes de la Ladera, Jardín de la Frutas, se divertían cantando composiciones  autóctonas.

 Bajo la sombra del frondoso mango que sembraron Mateo y Tomas  festejaron la boda, con un opíparo banquete: sacrificaron una vaca, l5 marranos y 42 gallinas acompañados de de buen licor, Ron Blanco y Ñeque que tenían guardado en damajuanas especiales, para este esperado día.  Una banda de músicos y un conjunto de tambores con su “llamadores” y gaitas animaron el acto hasta cuando se fue el ultimo de los invitados.



Pasaba el tiempo y cada día las familias Bedoya y Vásquez  se  sentían con una felicidad envidiable. Muy pronto sus hijos multiplicaron sus apellidos y el nacimiento de cada nuevo miembro de la familia era un festín que no tenían palabras  para expresar la dicha que departían. Los hijos de Tomas le decían al gran amigo de su padre: papa Mateo, y los hijos de Mateo correspondían en igual forma.

Tomas y Mateo afianzaban cada día esa amistad que desde la infancia los unió, pero las cosas cuando están marcadas con signo desconocido  el destino las hace cumplir.

Tomas una tarde cuando hacia la ronda para vigilar los cultivos, vio que un pájaro Carpintero  trataba de acercarse al hueco  que había fabricado para la cría de sus pichones, pero algo le impedía cumplir con su labor. Este gran hombre se subió al árbol y  trato de meter la mano en el hueco y allí estaba una venenosa culebra y le mordió el dedo índice, corrió a su casa y la alarma fue tremenda, Mateo sin ensillar la bestia salio a todo correr a buscar  el “curandero”. Como los menjunjes y cataplasma de este señor  no producían ningún alivio, resolvieron a media noche llevarlo en una canoa a Magangue en busca de  buen tratamiento, llegaron a la emergencia del Hospital, lo atendieron como era el caso, le aplicaron suero antiofídico, pero sus signos vitales iban desapareciendo lentamente  y murió.



Regresaron al JARDIN DE LAS FRUTAS  con el cadáver y toda la comarca se hizo presente para sumarse al dolor de los familiares y en especial para consolar a su entrañable amigo.



 Durante la ceremonia Mateo, en un gesto de profunda lealtad, le juro a su amigo velar por su familia y así fue. Desde ese día, todos los habitantes del corregimiento “JARDIN DE LAS FRUTAS” fueron testigo de  como, una vez más, se repite la historia de dos familias que crecieron con el sagrado valor de la amistad.



Siempre hay que recordar que  la amistad es una virtud que debemos conservar toda la vida y nunca olvidar la frase del gran escritor y poeta Frances: “Todas las glorias de este mundo no valen lo que vale un buen amigo”.

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