lunes, 16 de enero de 2012

"De vez en cuando la vida… Fernando Savater "

Un texto breve pero de lujo. Imposible agregar algo.  A disfrutar…


Es que de vez en cuando lo maravilloso puede asaltarnos la vida. Por azar, por arte, por una de esas coincidencias que embrujaban a Jung, a veces porque hemos bebido o fumado algo estupendo, se abren las puertas que nos separan del fondo de las cosas y conectamos.
Por un instante, todo parece ser como siempre debiera ser, pleno, intenso, gravemente alegre: después se desvanece poco a poco, pero nos queda el ramalazo tonificante de lo que hemos sentido durante ese momento. Y ayuda a vivir, vaya que si ayuda.
Los aficionados a los toros hablan del “pellizco”: es un algo más que habilidad o arte que ponen ciertos toreros en las suertes y que transmite a los espectadores el latigazo que el alma siempre espera para lanzarse al ruedo de la vida.
Pero a quien no le gusten los toros no debe preocuparse, porque este pellizco puede conseguirse de muchas otras maneras. Salta con un verso, con una sonrisa o una caricia, al escuchar que alguien dice no o sí justo cuando y como es debido… Es un regalo precioso pero multiforme y quizá no tan raro como suele creerse.
Si no me equivoco, también las emociones que suelen llamarse religiosas con mayor propiedad pertenecen a este género: el de lo que dábamos por muerto pero no lo está y vuelve para traernos más vida.
El pellizco es la salvación momentánea, lo que nos rescata. En uno de sus majestuosos momentos inspirados dice Víctor Hugo que el tigre “lleva su piel marcada por la sombra de la jaula eterna”. En esa jaula eterna estamos todos encerrados, fieras y humanos. De vez en cuando llega el pellizco, para que comprendamos por un instante que los barrotes son sólo sombras y que nuestro destino es abierto, como cuanto cubre el resplandor del sol

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