lunes, 15 de agosto de 2011

"NO HAY UNA FÓRMULA "

Por Israel Díaz Rodríguez



Aquel día que en familia celebrábamos nuestras Bodas de Oro matrimoniales, una de mis nietas  que ya graduada en la Universidad, trabajando y con novio y, a lo mejor está pensando en casarse, me hizo la siguiente pregunta: ¿Dime abuelo, existe una fórmula específica para conservar un matrimonio por tanto tiempo?

 La pregunta me dejó perplejo no le respondí al instante, es  muy difícil, pues sería una irresponsabilidad  responderle de inmediato solo por salir del paso. De todas maneras, estoy en la obligación de considerar y satisfacer su inquietud.

Ya un poco repuesto y buscando allá en lo recóndito de mis recuerdos, me aventuro  ha hacerle algunas consideraciones remontándome al pasado y analizando un poco como ha sido la evolución del núcleo familiar.

Comienzo pues, por contarle como eran las cosas hace no mas cincuenta años, me aventuro y empiezo por decirle: cuando tu abuela y yo nos enamoramos, eran tiempos en que el enamorado lo primero que tenía que hacer, era pedirle el permiso al padre de la enamorada para poderla visitar en su casa, el padre al consentir, ponía sus condiciones, siendo la primera que las visitas serían en presencia de la madre cundo no de los dos, padre y madre,  o de una persona mayor muy allegada a la familia, que bien podía ser una tía solterona con cara de “sargento” o una dulce abuela que sostenía en sus piernas un canasto con bolas de hilos de todos los colores, agujas de todos los tamaños y dos o tres dedales para tejer una pieza que no se sabía que era y la cual nunca terminaba, mientras tejía, a través de unos lentes con moldura de oro o plata, muy pequeños por cierto, sujetos por la punta de la nariz, a través de ellos, tejía y vigilaba.

Las visitas eran limitadas y sujetas a un horario  controlado con presición exacta, pues nunca faltaba un enorme reloj de pared mediante el cual la acompañante de la niña, controlaba el tiempo,  estos antiguos relojes, tenían un sistema de campana que daba los cuartos de hora, las medias y las horas completas con un sonido que retumbaba en toda la casa  el cual no se podía ignorar.

Nada de sentarse los novios cerca el uno del otro, por lo menos los asientos debían estar a una distancia de un metro entre uno y otro, la vigilante estaba atenta a cualquier movimiento, especialmente el de las manos, nada de llegar y saludar de besos y muchísimo menos entrar a la casa e irse directo a la alcoba  y en la cama de la presunta novia  hacer la visita, como lo hacen ustedes ahora.

De igual manera se vigilaba   en los bailes o paseos campestres, las miradas inquisidoras salían de todas partes y como uno estaba advertido de todo esto, pues respetaba  dichas reglas, si acaso cuando sonaba un bolero que era inevitable el bailar cuerpo a cuerpo, al menor descuido de la “chaperona”, el joven galán en segundos aprovechaba para susurrarle algo al oído y rozarle sus mejillas.
Jamás de los jamases – como lo hacen ahora – sentarse en una misma silla, inclusive en las piernas del novio y enfrascarse en esa clase de besos que tal parece como si se quisieran tragar el uno al otro convertidos  en un solo ovillo, sin importarles quien o quienes estén presentes.

 Al respecto recuerdo como en esos mis tiempos de  juventud, cuando íbamos  al cine y uno se sentaba detrás de una pareja de enamorados avezados, que se abrazaban y besaban sin importar cuan interesante era la película, todos los circunstantes gritaban a una voz: “!gorrooo, gorrooo!” y si la pareja no se daba por aludida, le gritaban con mas fuerza: “!sombrerooo mexicano!”. Esto significaba que la pareja debía respetar a los demás circunstantes.

En fin mí querida nieta, como lo vez  para darte una respuesta acertada a tu pregunta, hemos de partir de los cambios de los tiempos, pues lo que ayer fue considerado como inmoral, hoy es perfectamente moral y aceptado en todos los medios sociales. De tal manera, que si miramos como era ese ayer lejano y lo comparamos con el hoy presente, es muy razonable que a tu generación le resulte considerar, que aquello era ridículo y desde luego anticuado.

De todo lo dicho anteriormente y para tu conocimiento, - es mi parecer, - muy personal desde luego, es que, las parejas de antaño dejaban muchísimas cosas para cuando ya se unieran por el vínculo matrimonial, era como una reserva para irse analizando y conociéndose mejor, lo cual llevaba tiempo,  lo contrario de ahora cuando todo lo consuman y llevan a cabo muchísimo antes de constituirse en pareja   definitiva, de tal manera que al unirse formalmente ya están aburridos, nada tienen por descubrir,  el ovillo que habrían de desenvolver en años, tirando del hilo lentamente, ustedes ahora, lo hacen de un solo jalón llegando al final rápidamente sin medir adecuadamente cada una de sus partes.

Querida nieta, dejo a tu albedrío y a tu inteligencia, el análisis de estas primeras consideraciones, ya tendremos otros diálogos sobre el tema que te inquieta y quizá pueda darte mas bien unos consejos.

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