domingo, 16 de septiembre de 2012

Fernando Vallejo, el de la lengua rica

Por Julián López

Se explayó sobre la mayor riqueza del lenguaje escrito y renegó del narrador en tercera persona: “Dios no existe”.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Sonríe Vallejo. El escritor colombiano hizo gala de su buen humor entrevistado por Ariel Schettini./silvana boemo
 
 
15/09/12
 
Una experiencia literaria: más allá de la potencia de sus libros, de la asertividad de su lenguaje escrito, de sus temáticas entrañables, escuchar a Fernando Vallejo es una verdadera experiencia literaria. Un evento del que se sale obligado a la reflexión sobre las propias creencias, sobre el cinismo propio, sobre la propia pasión.
En el marco del Filba, el escritor y crítico Ariel Schettini lideró la entrevista “Fernando Vallejo en primera persona”, tal vez el evento más esperado de la primera jornada del festival. En una sala del Centro Cultural Recoleta, tan colmada que los organizadores decidieron dejar las puertas abiertas para que los que no lograron conseguir ubicación tuvieran la posibilidad de escuchar, el autor de La virgen de los sicarios conmovió al público, entre los que estaba la crítica literaria Josefina Ludmer y una enorme proporción de jóvenes de otros países del continente.
“No saben el gusto que me da estar con ustedes y volver a Buenos Aires” –arrancó–; “esta ciudad es muy estimulante, porque es la ciudad del idioma que más quiere a los libros, ésta y París van a ser los últimos reductos de los libros”.
“La elección de la primera persona” –Vallejo se zambulló directo sobre la pregunta de Schettini–“es porque yo nunca pude aceptar que cualquier hijo de vecino se ponga en el lugar de Dios y me cuente lo que piensan todos los personajes de una novela. ¡Dios no existe!”.
Y siguió: “Los descubrimientos que hice en literatura los hice sólo; el idioma tiene un lenguaje hablado y otro escrito, muy distintos entre sí. En realidad es un descubrimiento que hizo Aristóteles, pero nadie habla de eso. El lenguaje literario tiene formas sintácticas e infinidad de palabras que el coloquial no. Dediqué mucho tiempo a estudiar esas diferencias”.
Sobre el idioma que definió para sus diez novelas manifestó: “es un español literario, algo que cultivaron muy pocos y que entró a nuestra lengua con las leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer, que lo copió de los franceses. Uno de los contados que conocieron y escribieron ese idioma es Manuel Mujica Láinez, que tiene la prosa más bella, de mayor ritmo y más riqueza sintáctica. Lo que no quiere decir que sea el gran escritor de la lengua, una cosa es ser un buen prosista y otra un gran escritor”.
La entrevista mostró a un Vallejo dueño de un deslumbrante conocimiento del idioma y una sagacidad furiosa en las lides de la física; preguntado acerca de los libros que publicó sobre ciencia, con una cólera elegante y medida, contestó: “la ciencia también está llena de patrañas, ¿quién ha leído los Principios matemáticos de filosofía natural de Newton? ¡Nadie! Todos siguen hablando de la Ley de la Gravedad pero yo les pido que la busquen: ¡no está, son sólo centenares de teoremas que nadie entiende!”.
En su conmovedora diatriba Vallejo no ocultó su apasionado afán desenmascarador de la clase política, de la Iglesia Católica y el Islám, a los que dedicó su ensayo La puta de Babilonia y de la literatura misma –“cuando empecé a escribir dejé de leer, dejó de interesarme la literatura y el destino de los escritores”–. Sin embargo, reforzó la emocionada empatía del público al confesar: “el amor de mi vida son los animales, me duele su suerte, me destroza la vida su suerte, lo que hacemos con ellos”. Gran conocedor del ritmo, hacia el final del encuentro este hombre notable dijo, con una mezcla de humor y pesimismo: “Tenemos a la mayor parte del mundo en religiones sin sustento histórico y presa de la fascinación por un grupo de hombres que corren detrás de una pelota, ¿qué esperanza podemos tener?”.

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