Y la tinta se secó nomás, justo ayer a la madrugada, cerca de las 3. La pluma también se deshilachó y la paleta de colores, estremecida, se desdibujó.
La luz de la creatividad se apagó en este mundo y luego de 63 años, el cuerpo le dijo basta. Hoy todos los matutinos porteños recuerdan a Carlos Loiseau, más conocido como Caloi.
Clarín lo define como “genio de la cultura popular” y Ámbito lo recuerda como “uno de los artistas más queridos y populares del humor gráfico”.
Y todos recuerdan que no sólo es padre de Juan Matías Loiseau, alías Tute, sino también de una criatura que estuvo durante casi 40 años en la contratapa de Clarín: Clemente.
Así, el humor gráfico está de luto por el adiós de un humorista, que tal como destacan los matutinos, dejó una impronta imborrable entre los argentinos.
Desde ahora en más, la próxima vez que se presente una tormenta no caerán más gotas de agua desde el cielo sino que descenderán una armoniosa cantidad de papelitos amarillos y negros, comandada por un caricaturista salteño que supo incorporar la “ye” porteña no sólo a su vocabulario sino también a su corazón.
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