martes, 1 de mayo de 2012

"En Francia usamos poco make-up y mucho taco"

Una mirada sobre los franceses, su idiosincrasia y sus costumbres, por esta escritora peruana, radicada enel sur, que acaba de escribir el libro De París a la Patagonia, lleno de pormenores de la alta sociedad. De yapa, algunos detalles sobre los hábitos en la Ciudad Luz

Entrevista / Maki Miro Quesada

Por Carolina Prioglio | LA NACION

De profesión la escritura y de oficio la observación. La autora Maki Miró Quesada visitó Buenos Aires para presentar su primera novela, De París a la Patagonia, editada por Emecé. Se trata de una fusión entre dos géneros, romance y policial, que desnuda las costumbres de la vida aristocrática parisienses y describe los paisajes de la Patagonia con conocimiento de causa. Si bien la autora nació en Perú, distintas idiosincrasias habitan en ella y se entraman en el libro también: Francia, su casa por más de una década; Suiza, donde fue al colegio, y el sur de la Argentina, donde vive desde hace varios años.
Sin embargo, Maki aclara, con tono europeo y evidente frescura latina, que su libro no es completamente autobiográfico, aunque en él se cuelen un sinnúmero de anécdotas y vivencias. Fue profesora de literatura francesa, desde hace catorce años tiene su columna -acerca, claro, de los avatares de la vida en distintas ciudades- en el diario peruano El Comercio, y ahora también se siente escritora, luego de haber pegado el salto de las 500 palabras de sus habituales columnas a las 500 mil de esta flamante novela.
-¿Cuánto de vos hay en tu libro?
-El primer libro de un escritor tiene mucho de autobiográfico., yo digo que mi novela es 100% autobiográfica, excepto todo lo que inventé (risas). Con ella comparto deseos, sueños, aspiraciones y algunas de sus perdidas.
-¿Y las anécdotas en París?
-También, son casi todas reales. Están basadas en una minuciosa observación de la forma de vida de los franceses.
-¿Sos una enamorada de esa ciudad?
-No tanto, la familiaridad desmitifica todo. Descubrir algo y la capacidad de asombrarse con eso sucede sólo una vez. Después sigue el atractivo, pero ya no está el impacto del principio. Y eso me pasó con París: como dice mi heroína, para ella la ciudad terminó siendo el lugar donde iba al dentista, a lavar la ropa, a pagar los impuestos, con tráfico, con huelgas., ya no era la París de los guías turísticas.
-¿Y qué otras cosas no son placenteras al vivir en París?
-El francés tiene el orgullo de lo que ellos llaman la cosa bien hecha, que a veces se transforma en un exceso de orgullo, sobre todo, con los que no hacen las cosas de la misma manera. La gente rinde cuentas constantemente en la esfera pública y privada: en la primera está muy bien, pero en la segunda es un poco pesado.
-¿De qué se trata eso que mencionás en el libro de tomarse las cosas serias de manera superficial y las superficiales de manera muy seria?
-En Francia enseñar los sentimientos íntimos en público es de mal gusto. Por eso las cosas serias se tratan con mucha discreción y a lo banal se le da mucha importancia porque las formas son muy importantes para ellos.
-¿Y cuán en serio se toman los franceses la moda?
-Muy en serio. Es un país donde la moda y el lujo mueven más dinero que armamento, tecnología, comunicaciones y transportes juntos. Da mucho trabajo. En los desfiles la mitad del público es masculino. Se habla del tema.
-¿Dan ganas de arreglarse más cuando se está allá?
-¡Absolutamente! Yo no me atrevería salir desarreglada a comprar algo a la esquina. Existe un sentido del estilo bastante generalizado. El negro es el color favorito, los zapatos de tacos se usan para casi todo y el maquillaje es moderado.
-¿Adónde recomendás ir en una visita a París saliéndose de la típica guía turística?
-Para comer, el restaurant L'Avenue, sobre Avenue Montaigne; el bistro Le Cherche-Midi y la brasserie La Lorraine, que es ideal para ir de noche. El hotel más romántico de la ciudad es el Hôtel Duc de St-Simon, en Saint Germain-des-Prés, y la mejor fromagerie (quesería) está sobre la rue de Bellechasse. En París hay muchos lugares escondidos en los pasajes y callecitas, y hay que caminar porque de esa manera uno se forma su propia idea de la ciudad..

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