miércoles, 21 de diciembre de 2011

Mario Bunge donó todo su archivo a la Facultad de Exactas de la UBA

El legado de un pensador: el reconocido filósofo envió desde Canadá, donde vive desde 1966, siete cajas con artículos originales, cartas y fichas de trabajo. El porqué de la decisión. En la imágen, los "guardianes": Martín Williman, Ana Sanllorenti y Paola Ramos Pinto, a cargo del nuevo material de la biblioteca.
El reconocido físico, filósofo y epistemólogo Mario Bunge vivió sólo la mitad de sus 92 años en la Argentina. Fue desde que nació, en 1919, hasta que decidió emigrar del país tres años antes de instalarse definitivamente en Canadá, en 1966. Aunque desde entonces trabajó para la Universidad Universidad McGill, de Montreal, y escribió la mayor parte de su prolífica obra en aquel país –por ejemplo, los ocho tomos de su famoso Tratado de Filosofía–, Bunge no se olvidó de sus orígenes y acaba de donar todo su archivo personal a la biblioteca de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEyN) de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

“Nos llegaron siete cajas con un total de 1.297 piezas, entre las que se destacan correspondencia privada de Bunge con diversas personalidades, artículos escritos por él con sus propias correcciones, el original del tomo 7 del Tratado de Filosofía, 400 fichas de trabajo donde se leen definiciones y conceptos, una carpeta con programas de cursos que dio y varias revistas con artículos sobre él, entre otras cosas”, enumeró orgullosa Ana Sanllorenti, directora de la biblioteca central de la FCEyN. Y agregó: “Creo que su decisión tuvo que ver con que esta biblioteca tiene como una de sus áreas de trabajo la preservación y la constitución de un archivo histórico. Esta fue una de las primeras bibliotecas de la UBA que empezó a tratar la cuestión de la preservación del ámbito del papel de modo profesional”.
Desde 2005, la biblioteca de la FCEyN tiene una sala de preservación, con condiciones de temperatura, humedad e higiene ideales para conservar papeles y libros, y es allí adonde irá el material donado por Bunge, una vez que se termine de inventariar y de digitalizar aquello que corre más riesgos de arruinarse. “Si bien tenemos un área de biblioteca digital y estamos en tratativas con el doctor Bunge para decidir con él qué cosas vamos a digitalizar para darles acceso libre desde Internet, hay cosas que sólo van a poder ser consultadas aquí por investigadores”, señaló Sanllorenti.

Unico. “Ver las fichas de trabajo me impactó; son anotaciones conceptuales, una huella del trabajo intelectual de Mario Bunge. Y tener un tomo original del Tratado de Filosofía es increíble”, dijo Sanllorenti.

En cambio, para Paola Ramos Pinto, a cargo del área de preservación, “lo más emocionante son las cartas. Es que, en general, un latinoamericano estudia a los que están en EE.UU. o Europa y entonces ver que un latinoamericano, en este caso un argentino, está al mismo nivel que aquellos y que recibe cartas en las que gente como Jean Piaget lo felicitan por su trabajo, habla de la importancia de esa persona”. Un dato interesante es que prácticamente todo el material, incluso las fichas de trabajo, está en inglés.

Desde que inició el archivo histórico en la FCEyN, hace tres años, cada vez más gente les acerca material. “Sin ir más lejos, el decano encontró el acta fundacional de la facultad y nos la dio a nosotros”, informó Martín Williman, responsable de la biblioteca digital. “Y nos hicieron llegar los 14 folios con las renuncias de los profesores tras la Noche de los Bastones Largos”, añadió Ramos Pinto.

“Esta es la primera gran donación que recibimos de una eminencia. Pero tenemos cosas de gran valor institucional, como las copias de las conferencias que dio Albert Einstein en el país en los 40 o la tesis doctoral de César Milstein”, aclaró Sanllorenti. “Nuestra idea es que a partir de esto se alienten otras donaciones. Queremos demostrar que acá le podemos dar un contexto, un valor, una difusión y, a la vez, cuidar el material”, concluyó.



 
PARA RECONSTRUIR LA HISTORIA DE LA CIENCIA

Por Mario Bunge

Como se sabe, en mi carrera me he dedicado principalmente a la filosofía de la ciencia y en la Argentina hay dos grupos interesados en la materia: uno en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y otro en el Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional de La Plata. Pero resulta que en Exactas ya hay una biblioteca muy bien organizada y considero que esa facultad es el principal centro científico del país, donde además hay algunas personas interesadas en la historia de la ciencia. Por eso decidí donarles todo mi archivo personal (no he donado material a ningún otro establecimiento; esta es la primera vez que me desprendo de mis cosas).

Mi objetivo es que a alguien le sirva para reconstruir la historia de la física en particular, y de la ciencia en general. Si bien creo que mi archivo es un poco incompleto porque no solía guardar todas las cartas que me mandaban y, además, con la adopción del correo electrónico se empiezan a perder todos los rastros, sí conservé algunos intercambios epistolares con gente interesante. Creo que mis cartas con personalidades como David Bohm, Francis Crick, Willis Lamb, Jean Piaget y Osvaldo Reig podrán interesarles a los historiadores de la ciencia, mientras que mis intercambios con Hintikka, Lakatos, Popper y algún otro servirán a los filósofos.

Mi vinculación con la Facultad de Ciencias Exactas es vieja, porque si bien yo estudié Física en La Plata, donde me doctoré, asistía a menudo a cursos y conferencias en Buenos Aires y además ahí fui primero ayudante de Física Teórica y, más tarde, profesor titular de esa materia. Y aún estando fuera del país siempre mantuve relaciones con científicos de esa facultad. Recuerdo con mucho cariño mis años de estudiante. Confío en la buena reputación de su biblioteca y aspiro a que mis papeles puedan servirle a algún investigador que se interese por lo poco –o mucho– que hacíamos en esa época. Basta tener en cuenta que fui uno de los veinte fundadores de la Asociación Física Argentina en 1944, entidad que se disolvió por motivos políticos, en una medida irracional, que no fue de arriba sino de abajo: gente imbécil que creía que no había que hacer ciencia básica en la Argentina, sino que había que hacer técnica.

Igual, eso es el pasado. En este momento, la ciencia está rebrotando en la Argentina con mucho vigor. En ese sentido, creo que hay motivos para el optimismo.









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