Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Miguel Hernández
Yo no soy quien habitó el paraíso
ni el que nombró los seres y las cosas
pero hubiera mordido la manzana roja
que mi hermana procuró vehementemente
mi gestación duró más de seis días
y algunos siglos más / fue mi principio /
pero sé lo que es vivir a la intemperie
y alimentarme de flores y de frutos
andar desnudo / descalzo / sin bolsillos
desprovisto de genuinas suaves y empedradas ternuras
envuelto en el silencio de afectos brillosos contenidos
y me duele haber reincidido en estas carencias pulcras
muchas veces / tantas veces y no todas / sólo por reflejo
en ocasiones
he asesinado el concepto que me habita y me perfora
y en ocasiones no
(Quizá, porque sé mirar y admirar a las estrellas.)
Conozco ríos anchos de aguas claras
que se angelizaron con cuerpos inocentes
de luchadores que yo quisiera abrazar con mi memoria
y mi alma / compañeros / y mi cuerpo
mi sangre / y mi carne / y mis nervios
sin poder enfrentarse a los asesinos obsesos
porque temblaba demasiado en mi inocencia
y en mis huesos
porque me paralizaba el desconcierto
y lloraba para mis afueras
y escupía para mis adentros
y no al revés
Conozco mares convulsionados de azules armonías
que se endulzaron con bellas utopías del sur
mujeres y hombres de mi generación / apasionados
pensando una vida digna / sencilla / pareja / oxigenada
y que fueron expulsados de la vida
en aquella Argentina de fajina
de triunviratos animales genocidas
Insisto en el recuerdo / tiene alas
me descompone el olvido / sabe a pus
Y aunque sé mirar y admirar a las estrellas
me congestiona este siglo veintiuno
me ahoga el cemento por su color y por su peso
y el dolor por la sangre que vienen derramando
violentamente / estas gentes de nortes imperiales
Norte sediento / sanguinario
Sur de hielos continentales
No bastó con la música para provocar lo humano
ni el lenguaje fraternal / ni el grito de los vientos
ni el oxígeno silente / ni el amor ni los niños
esa suerte de ancianos que van siempre regresando
ni la pureza del agua ni el verde ni los frutos
ni la madre tierra / ni el padre universal
ni la obtención de estos cuerpos flexibles y exóticos
Nos dieron colores / sabores y sonidos
placeres musculares e ingeniosos pensamientos /
líquidos placeres y gloriosos espasmos
Somos notas musicales o suaves pinceladas
ni mucho más / ni nada menos
que químicas criaturas de la naturaleza
Yo no soy quien mató a su hermano con la piedra
pero he visto las mismas muertes recurrentes de ira
las piedras convirtiéndose en cicuta y en espadas
y en bombas atómicas y en masacres pestilentes
Sólo soy un poeta menor de Buenos Aires
con más trajín emocional que estantes académicos
Pero recuerden que sé mirar y admirar a las estrellas
y también sé
que el pan viejo / duro / verde
es más rico que el pan fresco
porque siempre llega a tiempo
Y aprendí
que quien te da consejos no te da de comer
y que cuando el estómago hace ruidos / compañero /
las ideas saben mejor con carbohidratos
Y es cierto sí
me falta una mujer en mis costillas
siento el hueco
Yo no crucé la cordillera de Los Andes
del sur americano
ni fui quien libertó a su patria y tradujo las repúblicas
pero recuerdo haber muerto una tarde en Boulogne Sur Mer
expulsado y olvidado / cabalgando en mis ayeres buenos
blanco en mis melancolías y aferrado firmemente de tu mano
De todos quiero un poco
de tantos no tengo nada
Quisiera escribir Cambalache y morirme de tristeza
ser el niño que va a la escuela hasta en días de lluvia
el hombre de letras que balbucea su ceguera y su genio
la mujer que prometió y cumplió con volver y ser millones
el argentino que luchó y murió treinta mil veces
La isla que se estremece al abrazar a su poeta
cualquiera de las cabras que pastoreó Miguel Hernández
el árbol que se quedó con la muerte impuntual de Federico
el amigo imaginario que en su suicidio distrajo a Maiakovski
o aquel Cátulo que dijo que eras / como la calle de la melancolía
Pero yo
apenas
aprendí
a leer
y a escribir.
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