UN SUEÑO DE JULIÁN MIJARES
Por Israel Díaz Rodríguez
“Los sueños son realizaciones disfrazadas de deseos reprimidos”
Sigmund Freud
Cuando los padres de Julián Mijares murieron, a avanzada edad por cierto, fue mucho el dolor que le produjo su partida
Julián mantenía comunicación muy estrecha con ellos, pero principalmente con su padre, era natural, dado que se entendían de hombre a hombre y por los temas que trataban, horas enteras disertaban sobre política, de la vida diaria, pero sobre todo de literatura ya que su padre era un pedagogo de tiempo completo, un fanático por así llamarle, de la sintaxis y la ortografía.
Lo que mas le llama la atención es que cada vez que sueña con su padre, lo ve tal como era él en vida, esbelto, bien vestido, con rostro alegre y jovial, hablador y siempre en actitud del catedrático que fue en vida.
Cuenta que la última vez que soñó con él, estaban en una playa inmensa de arenas muy blancas, unas pequeñas piedras, también blancas tapizaban el suelo, el mar parecía una piscina, quieto, era de tarde y ya el sol caía, sus rayos aún emitían suficiente luz para que a gran distancia lo distinguiera entre otras personas que estaban con él.
Al divisarlo, se fue acercando poco a poco, su padre, también al verlo, dejó a los amigos con quienes paseaba, se vino hacia él y al encontrarse se confundieron en un abrazo fuerte, estrecho e interminable. No hubo lágrimas, la alegría desbordante de ambos se puso de manifiesto y se entregaron a conversar como lo hacían cada que vez que Julián le visitaba los domingos en la tarde.
Luego de aquel diálogo rico en emociones, llegó el momento de despedirse, Julián le dije al padre, que quería acompañarlo hasta el lugar a donde iba, este le contestó con frases colmadas de ternura: ¡No! déjame volver solo, conozco muy bien el camino, no hay ningún riesgo en el trayecto, por ese sendero la luz del día nunca se acaba, mis compañeros me esperan con mucha alegría. ¡No te preocupes por mí, vivo en un sitio de paz donde reina la armonía!
“Todavía – continuó – no es tu turno, allá solo están los que el Señor ha llamado. Regrésate, vive feliz que yo lo soy”.
Cuando Julián despertó, no tenía la sensación de quien ha tenido una pesadilla, se sentía alegre, colmado de energías, contento como si en realidad hubiera conversado con su padre en vida.
Recordó las palabras de un amigo sacerdote, el día que afligido en el cementerio le daba sepultura - a su padre-.
“No te aflijas – le dijo el cura – antes para conversar con tus padres, tenías que ir hasta el lugar donde vivían, de ahora en adelante, el espíritu de ellos estará siempre contigo donde quiera que tú estés”.
A Julián no le quedó la menor duda, su padre estaba en el Edén gozando del descanso eterno.
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