GABIEL PATANÉ
La mala suerte de Javier Denet era casi un comentario de culto en su propio barrio. Allí adonde iba era tercamente probable que algún acontecimiento negativo ocurriera. Tanto fue asi que hasta el dia en que se recibió de abogado se cortó la luz justo cuando su diploma iba a ser entregado. Las habladurías no lo abandonaron nunca hasta que se cansó. Javier Denet se cansó. Tomó el diario y haciendo caso a varios consejos de amigos de fierro, llamó a esos números de teléfono de brujas. Concertó una cita por pocos pesos. Quinto piso en Almagro, mal iluminado. Una señora mayor sale desde atrás de un cortinado, túnica o algo parecido a vestido largo, pañuelo en la cabeza, gesto serio. Le pregunta su nombre, le pide le muestre una mano. Lo mira unos segundos eternos, juega con unas cartas, mezclando, pide que corte. Sobre la mesa dos partes de una baraja. La mujer mira hacia el techo (o el cielo) y da vuelta la primera carta. La separa y es una figura extraña. Sentada con las piernas cruzadas y los brazos extendidos, un rostro casi de felicidad, muchos colores. Debajo de la imagen la palabra DESEO. Pide la bruja que piense en uno, él le dice que jamás creyó en eso, que cree en lo que le pasa y ve. La bruja insiste, le dice que pida algo fuertemente, que las cartas no mienten. Ambos se miraron sabiendo qué había deseado él. Javier Denet le da la mano y feliz baja los cinco pisos del edificio de Almagro. De la bruja sólo se supo, años después, que de tanta mala suerte sólo podía decirles la verdad a sus clientes. Y todos duraban una sesión solamente. Peligros de desear lo que otro no tiene.
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