Si cada persona pudiera plantear su propia receta de familia feliz, cada uno contaría con atributos diferentes. Algunos podrán recordar a sus propias familias, a los valores de la niñez y a recuerdos como vacaciones, fiestas y paseos. Es probable que otros imaginen familias superadoras a las experiencias que tuvieron y proyecten una vida mejor para sus propios hijos.
Harriet y David Lovatt tenían muchas ideas de cómo querían que fuese su familia, y eso era lo que más le reprochaban sus parientes. Esta pareja inglesa que se conoció en los 60 era particular por las personas que la componían y también por el proyecto que habían ideado juntos. Tanto Harriet como David no eran jóvenes adultos “promedio”. Ambos parecían perdidos dentro de la comunidad de su época y su personalidad difícilmente podía mezclarse otras personas de su edad. Fue esa diferencia con lo general lo que los convirtió en una pareja particular.
Los Lovett tenían un plan para sus vidas: querían tener un hogar y muchos hijos. Por eso, a pesar de las miradas dubitativas de sus padres (y las parejas de sus padres), ellos comenzaron con el proyecto. Primero, adquiriendo una casa en las afueras de Londres y luego, lidiando con los repetidos embarazos de Harriet. El trabajo era mayor con cada niño, pero también la felicidad de la pareja que no perdía ocasión de invitar a familiares en Navidad o vacaciones. Todos parecían sorprenderse con la idea “descabellada” de la familia numerosa, pero los Lovett sólo sonreían con la confianza de que podrían afrontar todo.
Los cuatro niños eran amorosos aunque necesitaban de cosas y daban mucho trabajo. La mamá de Harriet se mudó con ellos un tiempo para ayudar y el padre de David aportaba dinero para los gastos. El equilibrismo que practicaba la familia parecía tener sentido en ese proyecto general del gran hogar. Todo se mantuvo calmo, hasta que llegó Ben, el quinto hijo.
Los Lovett supieron que Ben era extraño desde que estaba en la panza de Harriet. Un niño inquieto que, al nacer, mostró con ferocidad su lado más salvaje. En el libro de Doris Lessing no hay discriminación pues siempre se comenta, a través de los personajes médicos, que Ben era un niño completamente sano, sin conflictos mentales ni enfermedades físicas. Simplemente era extraño, parecía de otra especie, como un gnomo o un hobbit malvado. De aspecto era morrudo, parecía más grande que los niños de su edad. Pero lo peor era su comportamiento desalmado, brutal, controlador y hambriento que lo convertía en una verdadera pesadilla, en un personaje de libros de terror.
La obra que aquí presento es el primero de los libros que leo de Doris Lessing y me ha encantado, aunque suene condescendiente. Su escritura tiene muchísimo ritmo y es digna de una calidad impecable, por lo que seguramente mereció el Premio Nobel en 2007. Sus párrafos son deliciosos y sus personajes también. En El Quinto Hijo logra crear un clima tenso y de terror con la presentación de Ben, este niño que parece un demonio y que de verdad da escalofríos por momentos. Un libro corto y contundente que presenta lo mejor de la literatura y el peor de los resultados para el proyecto de una “familia feliz”.
Georgina Marrapodi
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