sábado, 24 de noviembre de 2012

“En este país nadie escucha, y la soledad y la incomunicación generan violencia”

Por Bárbara Alvarez Plá- CLARIN


Relajado. Jeanmaire habló con Clarín sobre el último libro de la trilogía que empezó en 2009. /DIEGO DIAZ

24/11/12
Una radiografía de la vejez y la enfermedad, como espejo de la soledad del ser humano y su dificultad para comunicarse, hasta llegar a un planteo sobre el sentido mismo de la existencia y lo absurdo de la vida. Estas son algunas de las reflexiones que propone Federico Jeanmaire en su última novela, Las madres no les decimos esas cosas a las hijas (Seix Barral, 2012). Y lo hace a través de María Emilia y José Ignacio, un matrimonio de jubilados con serios problemas de salud que deciden comunicarse con su hija Carolina, con la que no hablan desde que se fue a España tras la crisis de 2001, grabándole unos DVD, a modo de carta, para contarle su día a día. Lo que en principio parece un intento de comunicación, termina por ser un viaje al interior de las cosas que nunca han sido dichas en voz alta, y una excusa ante el verdadero mensaje que tienen para darle a su hija.
Cuenta el autor que la novela puede leerse como el cierre de una trilogía que comenzó con la ganadora del Premio Clarín de Novela 2009, Más liviano que el aire , y siguió con Fernández mata a Fernández , y aclara : “No fue premeditado pero vengo necesitando tres libros para cerrar un tema”. En charla con Clarín , Jeanmaire habló sobre su novela.
–¿Pensás, como María Emilia, que estamos todos solos?
–En un sentido ontológico lo estamos, inevitablemente. Cuando te pasa algo importante, la dimensión real se puede compartir hasta un límite. Ese es uno de los mayores problemas de la vida, porque todos tenemos la vocación de no estar solos. Es inherente al ser humano, no depende de un momento histórico, pero hay tiempos, como este, en que esa soledad es aún más evidente.
–¿Por qué eligen grabar DVD?
–María Emilia le habla a su hija, trata de acercarse, aunque solo le habla a una foto que tiene en la pantalla, es una ilusión de comunicación, esa que producen las nuevas tecnologías, uno cree que se está comunicando, pero... Además, no sólo le cuenta las cosas a su hija, se las cuenta a sí misma, probablemente es la primera vez que analiza su vida en voz alta.
–¿No podemos comunicarnos?
–Mi generación le puso mucho a esto, pensamos que podíamos comunicarnos con el otro, y no se puede.
Es muy poco lo que se sabe del otro, porque es muy poco lo que se sabe de uno mismo . Me interesa escribir sobre la incomunicación porque creo que este país tiene un gran problema, nadie escucha, todos quieren hablar, y la soledad y la incomunicación generan violencia y eso, se repite en nuestra historia, es un problema central de nuestro vivir social. Pero no escribo para dar respuestas, no las tengo, lo hago para seguir haciendo preguntas.
–Como en Más liviano... te ponés en la cabeza de una mujer de la tercera edad...
–Tomar personajes mujeres y de cierta edad me permite decir muchas cosas sobre los cambios del mundo. Es un lugar muy interesante para escribir, me gusta ponerme en la cabeza de esas mujeres, la mujer siempre me divirtió más que el hombre, es un ser con mayor capacidad de diálogo.
–Ella lleva la voz cantante.
–No sabía que iba a ser prácticamente un monólogo de ella, cuando comienzo a escribir tengo una idea vaga y el resto va saliendo. Junto 20 o 30 páginas y tras escuchar lo que mis personajes dicen, dejo que ellos manejen el libro y me sorprendan, y ella se adueñó del texto naturalmente. También tiene que ver con la Argentina, donde hay una lucha por la palabra, y en este texto, la gana ella. Él, quizás, se deja perder, a los varones de esa generación no les interesaba el discurso.

¿Cuándo deja la vida de tener sentido?
–Ella dice que la vida sólo tiene valor si seguimos teniendo una cadena de ilusiones, si esa cadena se corta... Intenté narrar no sólo la dificultad de saber qué pasa con la muerte, sino la de saber qué significa estar vivo.

Dice que a los animales se los mata para que no sufran, pero a las personas se las deja morir, ¿es una declaración de principios?
–Totalmente, creo que sólo uno mismo sabe cuándo quiere morir, la tecnología hace que la vida se alargue, pero no nos preguntamos si tiene sentido. En todo caso, hay que hacerse la pregunta.

¿Por qué no hay narrador?
–Me pareció que la ausencia de narrador hablaba sobre la Argentina y la ausencia de poder que hay desde 2001. En la literatura esa jerarquía se materializa en el narrador, que pone orden a la historia. La intención fue que la novela tuviera que ver con la realidad, con el hoy, que no hubiera un poder más allá de las voces para que la más potente de ellas se adueñara del relato y luchara con las otras.

¿Cuál es el papel del lector en tus novelas?
–Trato de no darle todo hecho, me gusta la literatura que funciona y significa en la cabeza de cada lector. Mis novelas necesitan un lector activo, que quiera pensar.

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