Sarah Glidden
“Cuento en mi historieta lo que viví en Israel: hay más grises de lo que creía”
Por Diego Marinelli
Protagonista de una nueva tendencia. Sarah Glidden cuenta sus historias periodísticas en historietas.
05/10/12 Sarah Glidden es una de las visitantes destacadas de Viñetas Sueltas, el cada vez más inabarcable festival de historieta de Buenos Aires que esta semana celebra una nueva edición. Nacida en el aristocrático estado de Massachusetts y criada en Nueva York, Glidden sacudió la escena del cómic mundial con Una judía americana perdida en Israel , una historieta en clave de crónica que narra una búsqueda profundamente personal para intentar comprender el conflicto palestino-israelí. Inscripta en la corriente de la historieta periodística de la que han salido autores como Joe Sacco ( Notas al pie de Gaza ), Guy Delislé ( Pyonyang , Crónicas birmanas ) y Emmanuel Guibert ( El fotógrafo ), Glidden ha viajado también por Siria e Irak para reunir los testimonios que darán carne a su próxima obra. Ahora, frente a un vaso de Quilmes, en un bar centenario del centro porteño, reflexiona sobre la misión del periodismo y sobre el estado de las cosas en algunos de los lugares más explosivos del mundo.
–¿Se puede explicar en una historieta el conflicto entre israelíes y palestinos?
–No lo sé, pero esa no era exactamente mi intención. Yo vengo de una familia judía muy poco religiosa. En las cenas solía aparecer el tema de Israel y su postura frente a los palestinos. Cuando rondaba los 20 yo tenía opiniones muy fuertes al respecto y discutía mucho con mi madre. Ella es una persona bastante de izquierda, pero aun así intentaba explicarme que las cosas no eran tan “blanco y negro”. Ella había vivido en un kibutz en los 60 y lo que me decía era: “Vos deberías ir a Israel y ver las cosas con tus propios ojos para luego opinar”. Eso hice.
–¿Y que fue lo que viste con tus propios ojos?
–Por un lado, me di cuenta de que estaba más conectada con ese conflicto de lo que yo creía. Y, por el otro, comprendí que era demasiado complejo para intentar explicarlo de una forma convencional. Y que lo mejor que podía hacer era asumir mi propia mirada, mis confusiones, mis sentimientos, y construir un relato a partir de ahí. Se supone que todos los judíos norteamericanos deberíamos apoyar sin cuestionamientos a Israel. Y si no lo hacés es como que tomás partido en contra. Lo que cuento en mi historieta es el proceso que viví en Israel, en el que comencé a ver que las cosas tienen más grises de lo que yo pensaba. Cosas con las que sigo sin estar de acuerdo, pero que logré comprender mejor por qué ocurren. Es un tema en el que hay mucha manipulación por ambos lados y creo que mi mayor desafío fue intentar descifrar cuál era mi verdadera opinión.
–Después de eso viajaste por Siria e Irak. ¿Cómo fue eso?
–Me vinculé con un grupo independiente de periodistas de Seattle que viajan a zonas en conflicto como Pakistán o el este de Africa. Junto con ellos pasé recientemente varios meses en Turquía, Siria e Irak, en compañía de un soldado americano que había combatido en Irak y que viajó con nosotros para tomar contacto con la gente que estaba del otro lado. Y ahora estoy haciendo un libro sobre esa experiencia.
–¿Creés que el periodismo tiene algún tipo de impacto, ayuda o alivia el sufrimiento de la gente?
–En este viaje que hice por Siria e Irak, el sentimiento más común que percibí fue el de “dejen de intervenir, que Occidente nos deje hacer las cosas por nosotros mismos”. Y ahí surge la pregunta: ¿Qué es lo correcto? ¿Bombardear el país, apoyar a los rebeldes? ¿No intervenir y que pase lo que tenga que pasar? En ese contexto, creo que el objetivo de escribir un artículo o hacer un cómic es simplemente que quienes nos lean estén más informados y que tengan más elementos para formarse un juicio. Mi intención no es decirle a la gente qué es lo que tiene que pensar, sino acercarle una serie de vivencias y testimonios que los ayuden a formarse una opinión propia.
–El riesgo es caer en la superficialidad del extranjero que pasa unos pocos días en un sitio y luego explica lo que pasa ahí.
–Claro, obviamente yo no tengo el conocimiento o la visión de un israelí o un iraquí acerca de lo que ocurre en su propio país. Y tampoco tengo ese ego de “voy a cambiar el mundo con esta crónica” que tienen muchos periodistas. Pero vengo de un país donde una parte importantísima de la gente ignora lo que está pasando en el resto del mundo. Y creo que recibirán mucho mejor la información de un país lejano como Siria o Irak si la ven a través de los ojos de alguien más cercano a ellos.
–¿Se puede explicar en una historieta el conflicto entre israelíes y palestinos?
–No lo sé, pero esa no era exactamente mi intención. Yo vengo de una familia judía muy poco religiosa. En las cenas solía aparecer el tema de Israel y su postura frente a los palestinos. Cuando rondaba los 20 yo tenía opiniones muy fuertes al respecto y discutía mucho con mi madre. Ella es una persona bastante de izquierda, pero aun así intentaba explicarme que las cosas no eran tan “blanco y negro”. Ella había vivido en un kibutz en los 60 y lo que me decía era: “Vos deberías ir a Israel y ver las cosas con tus propios ojos para luego opinar”. Eso hice.
–¿Y que fue lo que viste con tus propios ojos?
–Por un lado, me di cuenta de que estaba más conectada con ese conflicto de lo que yo creía. Y, por el otro, comprendí que era demasiado complejo para intentar explicarlo de una forma convencional. Y que lo mejor que podía hacer era asumir mi propia mirada, mis confusiones, mis sentimientos, y construir un relato a partir de ahí. Se supone que todos los judíos norteamericanos deberíamos apoyar sin cuestionamientos a Israel. Y si no lo hacés es como que tomás partido en contra. Lo que cuento en mi historieta es el proceso que viví en Israel, en el que comencé a ver que las cosas tienen más grises de lo que yo pensaba. Cosas con las que sigo sin estar de acuerdo, pero que logré comprender mejor por qué ocurren. Es un tema en el que hay mucha manipulación por ambos lados y creo que mi mayor desafío fue intentar descifrar cuál era mi verdadera opinión.
–Después de eso viajaste por Siria e Irak. ¿Cómo fue eso?
–Me vinculé con un grupo independiente de periodistas de Seattle que viajan a zonas en conflicto como Pakistán o el este de Africa. Junto con ellos pasé recientemente varios meses en Turquía, Siria e Irak, en compañía de un soldado americano que había combatido en Irak y que viajó con nosotros para tomar contacto con la gente que estaba del otro lado. Y ahora estoy haciendo un libro sobre esa experiencia.
–¿Creés que el periodismo tiene algún tipo de impacto, ayuda o alivia el sufrimiento de la gente?
–En este viaje que hice por Siria e Irak, el sentimiento más común que percibí fue el de “dejen de intervenir, que Occidente nos deje hacer las cosas por nosotros mismos”. Y ahí surge la pregunta: ¿Qué es lo correcto? ¿Bombardear el país, apoyar a los rebeldes? ¿No intervenir y que pase lo que tenga que pasar? En ese contexto, creo que el objetivo de escribir un artículo o hacer un cómic es simplemente que quienes nos lean estén más informados y que tengan más elementos para formarse un juicio. Mi intención no es decirle a la gente qué es lo que tiene que pensar, sino acercarle una serie de vivencias y testimonios que los ayuden a formarse una opinión propia.
–El riesgo es caer en la superficialidad del extranjero que pasa unos pocos días en un sitio y luego explica lo que pasa ahí.
–Claro, obviamente yo no tengo el conocimiento o la visión de un israelí o un iraquí acerca de lo que ocurre en su propio país. Y tampoco tengo ese ego de “voy a cambiar el mundo con esta crónica” que tienen muchos periodistas. Pero vengo de un país donde una parte importantísima de la gente ignora lo que está pasando en el resto del mundo. Y creo que recibirán mucho mejor la información de un país lejano como Siria o Irak si la ven a través de los ojos de alguien más cercano a ellos.
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