GABRIELA MASSUH
Novela
Editorial Adriana Hidalgo
“Yo, Matilde Viale, un metro sesenta y dos de estatura, cincuenta y tres kilos de peso, sin panza incipiente, viuda desde hace dieciséis días, sin marcas personales visibles, hija de Juan Manuel Viale y María Matilde Colombres Guerrrero de Viale, nacida en Villa Allende, Provincia de Córdoba, educada en el colegio St. Catherine de Buenos Aires, estoy desnuda y, desde mi corazón, les digo a todos que muero.” Con esta declaración, que tiene algo de juramento ante un tribunal, de que se va a decir la verdad y nada más que la verdad o de currículum en primera persona, Matilde Viale se dirá lo que acaba de descubrir. Como si recitara un parte, revela en voz alta el vuelco de su vida: el descubrimiento de un secreto capaz de hacer estallar su lenguaje. Ese descubrimiento es el tema de La omisión de manera aleatoria: no es el Alexis de Marguerite Yourcenar desde el punto de vista de la esposa corresponsal, Mónica. La omisión no es la de la doble vida de un abogado “careta”, sino de aquello a lo que Matilde Viale ha renunciado por cobardía, cediendo en su deseo: la disponibilidad de su juventud, la amistad con Sara Fiorito, abierta a la sensibilidad política y a la aventura. El secreto que descubre la protagonista luego de la muerte del marido es lo no vivido como una deuda incobrable que finalmente deja abierto el destino hacia una posible felicidad. Como en "La intemperie", primera novela de Gabriela Massuh, es la amistad de las mujeres en un marco político la que sostiene la trama (y la vida). La omisión, que se lee de un tirón, en vilo de policial existencial –no hay crimen: la muerte, las muertes, son “naturales”–, invita tanto a la identificación como al sueño con una salida soberana que haga estallar lo individual, sugiere que el progreso puede consistir en preservar el pasado, como las ruinas de Göbekli Tepe, esa civilización que enterró su cultura para salvarla del futuro. La omisión plantea también un acertijo que sólo puede, si no ser descifrado, adquirir sentido leyéndola: “¿soja o infancia?”.María Moreno
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