EL PRIMER BESO Por Israel Díaz Rodríguez
(Colombia)
F
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ilomena no es que se me haya olvidado que estamos casados, y llevamos ya muchos años de
compartir nuestras vidas juntos,lo que me preocupa es el no poder precisar la
fecha en que nos casamos, todo lo demás lo recuerdo sin que se me escape un
detalle, inclusive el día que te di el primer
beso, lo que es más, recuerdo que no fue en la boca, sino en una de tus rosadas
y lozanas mejillas.
¡Guidobaldo, por Dios! -¿como
es posible que se te haya olvidado algo tan trascendental en la vida de un
matrimonio?
No es para tanto mujer –
responde Guidobaldo.
¡Cómooo!¿Te atreves a
decirme que no es para tanto?
Replica Filomena.
Si te has olvidado de la
fecha de nuestro matrimonio mucho menos recordarás otras fechas en nuestra vida
de casados que han dejado para siempre huellas imborrables e imperecederas.
Los ánimos se iban caldeando,
todo auguraba una noche borrascosa a pocas horas de llegar la Navidad,no sería
noche de paz ni de alegría.
Cuando la diatriba tomaba
características incalculables,una lluvia intensa precedida por relámpagos y
truenos, se inició con furia, como ambos le temían a las tormentas,por considerarlas
como “ira de Dios”, corrieron a
abrazarse y así abrazados al cesar “la ira de Dios” se miraron frente a frente.
Al unísono gritaron:
¡Dejémonos de necedades y
más bien recordemos aquel 31 de Diciembre de 1962 primero de recién casados que
pasamos en Chicago!
Sí – recordemos esa fecha – afirmó Guidobaldo, que
aunque parezca un hecho inapropiado para el momento, esa noche que todo
auguraba sería triste pues vivíamos en un apartamento de un edificio viejo, de
una sola habitación con calefacción a vapor que el dueño, o el administrador del edificio se encargaba de encender a las
diez de la noche y apagar a las cuatro de la mañana, sufríamos el frio riguroso del crudo invierno como suelen ser los
inviernos de esa ciudad.
Nos proponíamos
- siguió Guidobaldo - esperar que
fueran las doce para destapar la botella de vino, y cenar el arroz con pollo que era todo lo
que habíamos podido comprardebido alaestrechez de nuestro presupuesto.
¡Claro! - exclamó Filomena -
Cómo olvidar esa noche fría en la cual
dentro de nuestra escases, yo, echando
manos de un ahorrito que había hecho a escondidas tuyas,pudimos comprar la
botella de vino y el pollo para la cena, y cuando por la radio y la televisión
anunciaban que faltaban pocas horas para llegar el Año Nuevo, sonó el timbre de
la puerta y tu saliste a averiguar quien era el que a esa hora venía a
visitarnos?
¡Oh sorpresa! Era nuestro coterráneo y amigo Remigio, desamparado en aquella urbe,
abandonado por su familia que se había ido a Guatemala a pasar Navidad y Año Nuevo, envuelto en una ruana boyacense,
llegó muerto de frío. Lo recibimos con alegría y compartimos nuestra escasa y
pobre cena con aquel ser humano que no se cansaba de darnos las gracias por
haberlo recibido en circunstancias tan precarias.
¡Ay! Guidobaldo -dijo
Filomena - no me importa que se te haya olvidado la fecha de nuestro
matrimonio, lo importante es, que hemos sido felices durante nuestros cincuenta
y dos años de casados y ese 31tuvimos la
dicha de haber hecho feliz a Remigio y nosotros también lo fuimos. ¡Qué bello
recuerdo!
Los dos ancianos fundidos en
un estrecho abrazo, recordaron su primer beso, lo repitieron, esta vez sí en la
boca, y se desearon: ¡FELIZ AÑO NUEVO!
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