Necesidad natural
El historiador italiano Paolo Rossi analizó el acto de comer, con su entrecruzamiento entre la naturaleza y la cultura
A lo largo del siglo XX y, en particular, luego de la Segunda Guerra Mundial, el acto de comer trasciende la mera necesidad fisiológica para transformarse en una práctica con múltiples valores político-sociales, psicológicos e incluso éticos. "Comer no es sólo un acto natural o cultural", afirma Paolo Rossi (Urbino, 1923-Florencia, 2012), historiador italiano famoso por su aporte a la historia de la ciencia en la modernidad. Comer es un acto que implica el entrecruzamiento entre lo natural y lo cultural.
En primer lugar, se trata de entender qué significan naturaleza y cultura. Lejos de cualquier definición ideológica de raíz ecologista o primitivista que entienda la naturaleza como lo contrario de lo técnico o lo artificial, y aún más lejos de la indignación apocalíptica de aquellos intelectuales que demonizan la ciencia y postulan de manera utópica un retroceso al pasado, Rossi advierte que el concepto de naturaleza está drásticamente influido por la historia cultural de los hombres. Para definir cultura, entonces, recurre a la antropología, según la cual, la cultura "designa las técnicas de adaptación al ambiente y los modos de vida de cualquier grupo social".
En segundo lugar, si comer es efectivamente una necesidad natural, el ayuno, la huelga de hambre, el canibalismo, el vampirismo y las enfermedades típicas de las sociedades ricas, como la obesidad, la anorexia y la bulimia, no son sino manifestaciones culturales derivadas de distintos y complejos procesos históricos. Así, por ejemplo, será difícil escindir la idea de ayuno de las religiones orientales: en sánscrito, ayunar significa etimológicamente ?sentarse a la derecha de Dios'. De la misma manera, será arduo olvidar la huelga de hambre que Mahatma Gandhi condujo en India o la que en 1981 llevó a la muerte por desnutrición a Bobby Sands, activista del IRA, como acto de protesta contra el régimen de detención inglés durante el gobierno de Margaret Thatcher.
Un capítulo especial está dedicado a la reflexión en torno a la anorexia. Así como la tuberculosis y la sífilis fueron las enfermedades del siglo XIX, el cáncer y el sida lo han sido en el siglo XX. Ahora bien, para Rossi la anorexia sería la única enfermedad moderna que se ha difundido de manera alarmante a causa de una indecente propaganda internacional a favor de una determinada forma física, fuera del orden natural. Si bien esta tesis no coincide con muchas de las interpretaciones científicas de los últimos años, Rossi, sobre la base de la lectura de documentos psicológicos extraídos de un centro de rehabilitación para anoréxicos en Italia, reclama una intervención de la política contra los mensajes persuasivos del mundo de la moda, que habría transformado el comer y el no comer en un dilema patológico, estrictamente cultural.
En fin, Comer. Necesidad, deseo, obsesión es un pequeño volumen que forma parte -al menos conforme advierte el autor- de la historia de las ideas. Las ideas serían aquellos "modos de pensar que generan comportamientos" a través de procesos lineales o complejos, y que inciden sobre la vida de los inidividuos orientando y modificando su destino. Acostumbrados como estábamos a los métodos rigurosos y a la impecable labor de historiador en el campo de la historia de la ciencia, este librito parece más bien un ensayo testamentario en que el octuagenario Rossi se permite digresiones y excursus de distinto alcance. A decir verdad, Rossi logró evitar esa prosa enciclopédica de la vejez erudita y prescindió del lenguaje académico, con la intención de simplificar y reducir a lo esencial un tema extremadamente complejo. Está claro que, por momentos, el libro cede a cierto gusto por la opinión, antes que por el rigor histórico. Por otro lado, en su larga trayectoria a través de las ideas, a Rossi hay que concederle su enorme habilidad para hacer converger sin estridencias distintas disciplinas, desde la religión hasta la psiquiatría, sin las cuales, por otra parte, el acto de comer sería simplemente ininteligible.
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