Por Israel Díaz Rodriguez - Colombia
El Centro de rehabilitación es inmenso, el señor que ha ido en busca de alivio a los dolores que le aquejan en una pierna, solo alivio, pues él está advertido que ya esos dolores no son otra cosa que manifestaciones de la edad, se ha sentado al lado de una atractiva joven que no debe tener mas de veinte y un años, le da los buenos días, la joven sin mirarle la cara, le responde entre dientes.
Pasados unos minutos, el hombre la mira detenidamente, repara que es una mujer hermosa, rubia de cabellos largos que divididos en dos, caen sobre sus hombros dándole un aspecto especial muy parecido al de una artista de cine o televisión. La joven no se inmuta, mas bien quiere cambiarse de puesto, pues el viejo no es la compañía que desearía, levanta los ojos, mira hacia la derecha y hacia la izquierda, pero no hay sillas vacías, se queda, saca de su bolso un artefacto del tamaño de un libro, aprieta un botón y el tablero del artefacto se enciende, mediante algunos delicados movimientos de los botones que este tiene, aparecen caracteres como si hubiese abierto la página de un libro.
El viejo se queda maravillado de lo que está viendo y movido por la curiosidad, se atreve a interrumpirle la lectura a la joven y le pregunta: Señorita, perdone usted que le interrumpa, ¿podría explicarme que es eso que parece un libro pero no lo es?
La joven, no de muy buena gana le dice que se trata de un “Amazonkindle” en el cual tiene almacenados un centenar de libros, que esto le facilita el no tener que cargar con volúmenes pesados y por lo tanto difíciles de llevar donde quiera que vaya.
El viejo no tiene ni idea que es eso ni como funciona, entonces para ocultar su ignorancia le pregunta: ¿Le gusta a usted la lectura?
Bueno, responde la joven, no es que me guste mucho leer libros, pero desde el primer día que vine a este instituto a acompañar a mi mamá quien se fracturó la cadera hace un mes y ahora le están haciendo fisioterapia por orden del ortopedista, como la espera es de horas, pues se me ocurrió que debía aprovechar el tiempo para leer y así me ha ido gustando La joven intenta seguir leyendo pero el viejo está dispuesto a seguir conversando con ella, pues está fascinado con la belleza de la chica, y hasta llega a lanzarle unos piropos.
¡Oh! Si yo tuviera veinte años menos no vacilaría en ofrecerle matrimonio. Interiormente está deseando que a la mamá de la joven no le terminen el procedimiento para seguir hablando con esa bella criatura que tiene ante sus ojos, entonces le pregunta: ¿Querría usted decirme su nombre y apellidos, darme su dirección y sus teléfonos? Todo esto para prolongar el diálogo.
La beldad le dice que es una historia larga de contar, que se la podría resumir así: mis bisabuelos buscando mejor vida, después de la Segunda Guerra Mundial, emigraron de Europa en un barco de carga, pues no disponían de mucho dinero para darse el lujo de abordar un lujoso crucero, después de dos meses de navegación, llegaron a Puerto Colombia, se establecieron aquí en Barranquilla, aquí crecieron y se educaron los cinco hijos que trajeron.
En esas, sale la mamá de la niña y le dice: vámonos Paola; mira al señor que conversaba con su hija y exclama ¡Hola Bruno!, que sorpresa me has dado, tanto tiempo sin vernos ¿que haces por aquí? Lo mismo que tú, buscando salud – contesta Bruno.
Mira Paola, le dice la madre a la hija, este es mi tío Bruno de quien tanto les he hablado yo en la casa y de quien tantas aventuras les he contado.
Que bella hija tienes Asunta, dice él disimulando, pues se avergüenza por estar haciendo de “viejo verde”.
Así parece, acuérdate tío, que entre los Magnini –Ciódaro no hay gente fea.
Hasta otro día Bruno, adiós.
Camino a la casa Paola, le dice a su mamá Asunta – mamá ese viejo me estaba enamorando. ¡Ay hija! “Genio y figura hasta la sepultura”.
juliande80@yahoo.com.mx
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