Laura Garaglia
Tiempo Argentino (Cultura)
Como de costumbre, el italiano Andrea Camilleri vuelve a entregar una nueva aventura de su ya clásico comisario Montalbano, el investigador que una vez más enfrenta al crímen y a sus propios fantasmas.
Las aventuras y desventuras del comisario Salvo Montalbano encuentran aquí, en La edad de la duda, una nueva serie de enredos, enigmas y sorpresas para entretener tanto a sus lectores fieles como a los neófitos. Andrea Camilleri es un escritor y guionista italiano, nacido en Sicilia en 1925, creador del personaje de Montalbano, que significó (y aún lo hace) un verdadero boom editorial. Un comisario muy italiano, que fue creado en 1994, con La forma del agua, primera novela de la serie. A lo largo de 18 años y con más de 25 títulos, este original policial fue conviertiéndose en bestseller en su país y en toda Europa, así como también fue adaptado para la televisión, sin jamás decepcionar a sus seguidores, ese tipo de lector ávido como suele ser el que gusta de los policiales.
Al comienzo, una pesadilla invita al comisario a su propio funeral. Contrariado, descubre que su prometida (una señora madura que le sostiene la vela desde hace muchísimo tiempo) no va a acudir a darle el último adiós. Nada es como debería ser en su velatorio y sus compañeros de comisaría le dan a él mismo sus condolencias ante la capilla ardiente en donde yace su cuerpo. Agitado, se despierta y comienza su día lleno de las tribulaciones relativas a la vida y la muerte y a los vaivenes del amor. Su sueño parece premonitorio. No por nada durante esta nueva aventura policíaca, que emprende en el mismo día de su pesadilla, conoce a una joven mujer policía que le va a robar el aliento, el sueño y el dictamen literario que indica que los investigadores de policiales (sobre todo los policiales negros) siempre deben estar solos. Aunque los dictámenes literarios suelen ser muy resistentes.
Un barco que llega al puerto de la ciudad con un cadáver a bordo; una extraña joven que se presenta con información importante sobre el caso y para luego desvanecerse; una señora mayor devoradora de pasiones; esa misma joven y hermosa policía que colabora en el caso, sumados a toda la galería de personajes que habitualmente circundan a Montalbano, contribuyen a un ágil tejido de situaciones que no se detienen hasta el final donde, como es lógico, los enigmas se develan y las sorpresas (agradables o no) ocupan su clásico lugar. «
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