jueves, 28 de febrero de 2013

"Enigmas y dudas en un pueblito frente al mar"

Por:
Laura Garaglia

Tiempo Argentino (Cultura)

Como de costumbre, el italiano Andrea Camilleri vuelve a entregar una nueva aventura de su ya clásico comisario Montalbano, el investigador que una vez más enfrenta al crímen y a sus propios fantasmas.

Las aventuras y desventuras del comisario Salvo Montalbano encuentran aquí, en La edad de la duda, una nueva serie de enredos, enigmas y sorpresas para entretener tanto a sus lectores fieles como a los neófitos. Andrea Camilleri es un escritor y guionista italiano, nacido en Sicilia en 1925, creador del personaje de Montalbano, que significó (y aún lo hace) un verdadero boom editorial. Un comisario muy italiano, que fue creado en 1994, con La forma del agua, primera novela de la serie. A lo largo de 18 años y con más de 25 títulos, este original policial fue conviertiéndose en bestseller en su país y en toda Europa, así como también fue adaptado para la televisión, sin jamás decepcionar a sus seguidores, ese tipo de lector ávido como suele ser el que gusta de los policiales.
Esta entrega, una digna lectura de verano, presenta a un Montalbano mayor y reflexivo, que vuelve constantemente sobre el problema de la edad, tema que está presente desde su título, y que se convierte en una especie de tópico recurrente en las escenas y conversaciones de toda la novela.
Al comienzo, una pesadilla invita al comisario a su propio funeral. Contrariado, descubre que su prometida (una señora madura que le sostiene la vela desde hace muchísimo tiempo) no va a acudir a darle el último adiós. Nada es como debería ser en su velatorio y sus compañeros de comisaría le dan a él mismo sus condolencias ante la capilla ardiente en donde yace su cuerpo. Agitado, se despierta y comienza su día lleno de las tribulaciones relativas a la vida y la muerte y a los vaivenes del amor. Su sueño parece premonitorio. No por nada durante esta nueva aventura policíaca, que emprende en el mismo día de su pesadilla, conoce a una joven mujer policía que le va a robar el aliento, el sueño y el dictamen literario que indica que los investigadores de policiales (sobre todo los policiales negros) siempre deben estar solos. Aunque los dictámenes literarios suelen ser muy resistentes.
Un barco que llega al puerto de la ciudad con un cadáver a bordo; una extraña joven que se presenta con información importante sobre el caso y para luego desvanecerse; una señora mayor devoradora de pasiones; esa misma joven y hermosa policía que colabora en el caso, sumados a toda la galería de personajes que habitualmente circundan a Montalbano, contribuyen a un ágil tejido de situaciones que no se detienen hasta el final donde, como es lógico, los enigmas se develan y las sorpresas (agradables o no) ocupan su clásico lugar. «
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miércoles, 27 de febrero de 2013

LIBROS REEDITADOS

La montaña mágica

Por Thomas Mann Edhasa,
1056 páginas.

ADN.Cultura


La montaña mágica es uno de esos libros inabarcables: en esta epopeya de Thomas Mann se dan cita decenas de temas, de referencias, de universos; el maestro alemán vertió en esta novela un inmenso caudal de sabiduría y de conocimientos, haciendo de la aventura —estática y casi inmutable— de Hans Castorp un microcosmos en el que se puede encontrar de todo.
El punto de partida de la peripecia del libro es mínimo: Hans acude al sanatorio Berghof, en las montañas suizas, para acompañar durante tres semanas de agosto a su primo Joachim, aquejado de una leve enfermedad pulmonar. Lo que en principio se antoja como una estancia breve y de placer pronto se convertirá en una suerte de reclusión: el doctor Behrens, gerente del sanatorio, diagnostica al protagonista una infección en el pecho y le “receta” una estancia de seis meses; ese tiempo se extenderá sine die debido a la frágil constitución de Hans, aunque puede que haya algo más que le retenga en el Berghof además de sus propias dolencias.
Dentro de ese pequeño mundo del sanatorio suizo se congregan una miríada de personajes que sirven a Mann para poner de relieve diferentes temas: desde la filosofía, representada por el italiano Settembini y su némesis Naphta, hasta el amor, encarnado en la figura de la rusa Clawdia, de la que el protagonista se prenda y a la que nunca puede alcanzar. La constante contraposición de elementos es un motivo que el escritor alemán utiliza en el libro como fuente de energía narrativa; así, por ejemplo, hay personajes que se enfrentan de algún modo, como el racional Settembrini y el espiritual Naphta, o el estricto Joachim y el disoluto (en lo psicológico) Hans. Otro tanto sucede con otros elementos: la enfermedad y la salud batallan de manera constante en el establecimiento médico, ya que la muerte y la vida se entrecruzan en una armoniosa conjunción; la libertad y la reclusión también coexisten dentro del Berghof, cuyas medidas de reposo pueden ser tan draconianas como vaporosas… Todas estas dicotomías van haciendo de la novela un juego de espejos, de contradicciones y de incertidumbres que, lejos de despistar al lector o sumirle en la desesperación, provocan un apasionado interés por el microcosmos que Mann construye en el libro.
Aunque quizá la dicotomía más palpable y la que más importancia tiene dentro de la novela es la de la ciencia y el espíritu; no es tanto que La montaña mágica confronte concepciones antagónicas, sino más bien que juega con sus diferencias y sus nexos de unión para construir un modo de ver la realidad. Dentro del sanatorio Berghof la mediciona tiene un papel fundamental, ya que el doctor Behrens aplica sus técnicas con pasión y juicio (exagerados), pero la llegada de Hans nos abre los ojos a la importancia de la mente frente a la enfermedad; no desde un punto de vista homeopático o psicológico, sino como método para oponer la vida, las pasiones y el juicio a la decadencia del cuerpo; Settembirni, de hecho, afirma en algún momento que un cuerpo enfermo es algo despreciable. «¿Y la vida?», se pregunta Hans por boca del omnisciente (e intrusivo) narrador, «¿No era quizá también una enfermedad infecciosa de la materia?»
La parálisis social que se extendió por Europa antes del inicio de la Primera Guerra Mundial se ve fielmente reflejada en la pluralidad de personajes y opiniones que Mann hace aparecer a lo largo del libro. Todas las contradicciones comentadas se suman a la variedad de rostros e ideas que el protagonista observa en el sanatorio y que sirven al escritor para reflejar el caótico estado de un continente que estaba a punto de explotar. El final del libro, abierto a la incógnita del marasmo que se avecinaba, deja claro, por otra parte, la futilidad de la peripecia del protagonista y de todos los personajes: la vida arrastra a cualquiera sin tener en cuenta nada, al igual que la enfermedad asola el cuerpo sin reparar en caracteres, opiniones o disposiciones.
La montaña mágica es una novela de proporciones inabarcables, que, precisamente por ello, depara momentos de belleza y genialidad incomparables. La grandeza de los maestros no defrauda jamás.
Más de Thomas Mann:
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lunes, 25 de febrero de 2013

" TIENE QUE VER CON LA FURIA "


Andrea Stefanoni / Luis Mey
Editorial emecé

Narración a dos voces, narración de cómplices, Tiene que ver con la furia logra lo insólito: contar dos historias individuales que, pese a los detalles que las diferencian, se confunden en una sola: la historia de un abandono amoroso que se vuelve, por la controlada furia de la escritura, productiva venganza. La literatura, nos recuerda esta notable novela, es siempre desquite. El que consigue escribir su desencanto, su rabia, su pérdida, pese a las apariencias, siempre sale ganando.?
Sylvia Molloy

Aunque trabajan en la misma librería, no es mucho el contacto cotidiano que tienen Luciano y Sofía. Sí comparten algunas cosas que los hermanan: viven entre libros, ambos quieren escribir y a los dos el amor les duele. No demasiado, pero lo suficiente como para querer contarlo. Luciano, desde cierto despecho que lo lleva a estar cerca de una rabia que bien podría llamarse Celeste; Sofía, enamorada de la madre de su mejor amiga, opta por el rencor murmurado como conjura frente al desengaño. Cada uno por su lado, cada uno con su tono, pero ambos con el latido de un mismo corazón que pide, siempre, un poco más.
Lejos de la languidez y la apatía narrativa ?tan de moda por estos días?, cerca de una idea más orgánica y vital de la literatura, Andrea Stefanoni y Luis Mey componen en Tiene que ver con la furia una suite urbana del amor. Una novela escrita a cuatro manos pero con un pulso único, indómito y arrebatado.

Mey, Luis
Luis Mey nació en Buenos Aires en 1979. Cursó estudios de cine y edición de libros. Actualmente se desempeña como librero. Es autor de Los abandonados y Las garras del niño inútil. Tiene que ver con la furia es su tercera novela.

Stefanoni, Andrea
Andrea Stefanoni nació en Buenos Aires en 1976. Cursó estudios de diseño de imagen y sonido y colaboró en diversas revistas y suplementos culturales. En la actualidad se desempeña como gerente en la librería El Ateneo-Grand Splendid. En 2009 fundó Factotum Ediciones, sello que codirige. Tiene que ver con la furia es su primera novela.

"Tiene que ver con la furia"  es una novela que te atrapa. Muy bien escrita, sencilla, un relato con enfoques realistas y muy bien expresados. Las dos hitorias por los dos autores están unidas por un amor abandonado y por un sentir de la vida. Con sus diferencias como autores y como historias, se torna interesante y atrapante.
Me gustó, espero que a Uds también.
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sábado, 23 de febrero de 2013

" NOVELAS BREVES " de Juan Carlos Onetti

Prólogo de Juan José Saer.

Juan Carlos Onetti es uno de los narradores uruguayos más destacados de la literatura del siglo XX, reconocido unánimemente por sus pares. Su obra aborda las desgracias de la vida humana desde una perspectiva que combina la pregunta existencial con la puesta en escena de la ficción y su poder de salvar a los hombres. Eterna Cadencia Editora ha reunido en un solo volumen sus novelas breves (El pozo, Los adioses, Para una tumba sin nombre, La cara de la desgracia, Jacob y el otro, Tan triste como ella y La muerte y la niña), incluyendo además un prólogo de Juan José Saer sobre ellas. Un volumen fundamental para los amantes de la literatura latinoamericana.


En los sesenta, señala Juan José Saer en el prólogo, la novela breve se constituyó en la máxima aspiración estética de los narradores jóvenes. Por un lado, su extensión tenía la ventaja de permitir muchas opciones constructivas. Por otro, los atributos propiamente poéticos y retóricos, como el ritmo, el cuidado verbal, el laconismo, la sugestión -en contraposición a la discursividad, el prosaísmo, las convenciones estructurales y el conceptualismo de la novela- estimulaban especialmente la imaginación.

Onetti, considerado uno de los escritores modernos más originales, utilizó todos los elementos del relato de manera novedosa y compleja. Y las siete novelas que conforman este volumen, sin dudas, confirman esa “unicidad vívida que justifica a toda obra de arte” que menciona Saer.

Pero estas novelas ofrecen también una muestra de los temas predilectos de Onetti: la desgracia y la crueldad, la resignación y el fracaso, la rabia y la autodestrucción, pero también el amor, la culpa, la nostalgia, a veces la esperanza y, sobre todo, la compasión.

Juan Carlos Onetti nació en Montevideo el 1º de julio de 1909 y falleció en Madrid el 30 de mayo de 1994. Es uno de los grandes narradores del siglo XX. En 1978 recibió el Premio Cervantes de Literatura. Es autor de innumerables novelas y relatos. Además de los libros incluidos en este volumen, publicó Tierra de nadie (1941), Para esta noche (1943), La vida breve (1950), El astillero (1961), Juntacadáveres (1964); póstumamente, Dejemos hablar al viento (1979), Cuando entonces (1987), Cuando ya no importe (1993), entre otros
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viernes, 22 de febrero de 2013

"  Una casa de secretos "de Paula Bombara


alguna palabra que me vuelva tan tangible como lo son sus pinceladas.
Odile Rey, mercredi, le 9 janvier, 1889
La familia De Vitta recibe desde Francia una encomienda. Se trata de una casa de muñecas de más de cien años y una carta en la cual se le pide al protagonista que viaje a París de forma inmediata. El misterioso envío es de su tía Charlotte.
Una familia argentina actual, padres profesionales, hijos adolescentes y una historia que los lleva a Francia, a Charlotte y, por su intermedio, a Odile.  Varias generaciones traspasadas por la fuerza y el coraje de una mujer entrañable de profundas convicciones, comprometida con sus ideales, encendida por el amor y la libertad.
El matrimonio De Vitta conocerá en Francia a unos amigos de su tía Charlotte quienes les ayudarán a encontrar piezas para dilucidar algunos de los secretos escondidos. En Argentina, sus hijos y la tía Luz serán partícipes activos de este misterio por resolver.
Una casa de muñecas, miniaturas cargadas de significados, unas llavecitas que abren ¿qué cerraduras? Cerraduras que guardan ¿cuáles secretos? Un viaje iniciado hacia la reconstrucción y recuperación de la identidad familiar. Puentes que se tienden entre dos países, diferentes épocas y generaciones. Una mujer que escribió un diario íntimo hasta su muerte, una casa de muñecas reflejo de su vida y el amor, también el de un amor prohibido que jamás olvidó y mantuvo siempre consigo, y una flor pintada en un lienzo que estremece. Una herencia inesperada y otra que subyace y es el verdadero tesoro de la historia que el lector sabrá dilucidar y valorar en toda su dimensión como lo hizo la familia De Vitta.
Así como la historia transcurre entre Buenos Aires y París, también lo hace entre el pasado y el presente, y Paula Bombara transita con maestría por las diferentes épocas y sus diferentes formas de comunicación. Los lectores se encontrarán con la redacción de época en un diario íntimo escrito por Odile en la Francia de fines del siglo XIX y primera mitad del XX como con cartas postales y la forma actual a través de mails y chat. Pero también irán encontrando junto a los protagonistas los diferentes secretos que esconden esas pocas páginas del diario que todavía se conservan y la casita de muñecas reveladora, secretos que los conmoverán profundamente y los marcarán para siempre.
Misterio, emoción, belleza, datos históricos concretos, información por descubrir, una defensa de la memoria y del amor, de aquello fundamental que no se pierde y que nada ni nadie nos puede robar ni quitar salvo nosotros mismos, transitan las páginas de este libro hermoso, entrañable, que no puede dejar de leerse ni un segundo una vez comenzada su lectura. En esta historia íntima y familiar de los De Vitta, el lector podrá iniciar también una búsqueda y un viaje hacia lo profundo de su identidad familiar y rescatar la herencia escondida.
Por esta novela, Paula Bombara ha sido galardonada con el X Premio de Literatura Infantil El Barco de Vapor en Argentina.
La ilustración de la tapa pertenece a Sebastián Barreiro y la edición literaria estuvo a cargo de Laura Leibiker y Laura Linzuain ◘AM
Bombara, Paula. Una casa de secretos. Buenos Aires: SM, 2012(El Barco de Vapor, Roja)
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jueves, 21 de febrero de 2013

Excesos del folletín rosa

Mary Ann Evans, gran escritora inglesa del siglo XIX, firmaba como George Eliot para que la tomaran en serio. Su obra Las novelas tontas de ciertas damas novelistas es un brillante manifiesto contra la literatura "femenina"
 
 
Por Eduardo Berti | Para LA NACION
 
n amplia mayoría de las novelas de "artimaña y confección", la protagonista suele ser "una heredera, a menudo una aristócrata de buena familia, con un séquito de amantes que incluye a un barón siniestro, a un duque bonachón y al irresistible hijo menor de un marqués". Estas novelas transcurren "en el entorno de una alta sociedad de enorme elegancia" y, en el caso de sus autoras, "su única relación con la pobreza es la de su pobre cerebro". Casi todas caen en el melodrama, confunden "la afectación con la originalidad" o "la grandilocuencia con la elocuencia" y abundan en lo que Flaubert llamaba "idées reçues": no solamente por medio de metáforas obvias (la infancia es "una etapa encantadora de la vida"), sino también por obra de una moral ramplona: "para poder perdonar es necesario que otros nos hayan herido antes".
Las novelas tontas de ciertas damas novelistas (Impedimenta; en la Argentina está disponible la versión electrónica del libro) sería el mejor y más ácido manifiesto contra las novelas rosas, y contra ciertas modas como la chick-lit, si no fuera porque su autora, la célebre George Eliot, publicó este breve panfleto (inédito hasta hoy en castellano) en 1856, en la Westminster Review. Tres años más tarde, en 1859, Eliot publicaría Adam Bede dando inicio a su etapa más inspirada, la que incluyó Middlemarch (1872), considerada por muchos como la mejor novela inglesa de todos los tiempos, y concluyó con Daniel Deronda (1876).
Nacida como Mary Ann Evans en 1819 (seis meses después que la Reina Victoria), valorada como una de las grandes cinco figuras de la ficción inglesa del siglo XIX (junto con Dickens, Austen, James y Conrad), Eliot tuvo una existencia tan singular como el alias masculino que eligió para que la tomasen "en serio". Tras un accidentado romance con Herbert Spencer (el famoso biólogo que acuñó la frase de "la supervivencia de los más aptos"), convivió largamente con un hombre casado (George Lewes) que también acababa de sufrir un desengaño: su mujer, Agnes, había quedado embarazada de su mejor amigo.
Consustancial con esta vida "poco corriente" (como dice la traductora Gabriela Bustelo en su prólogo a este libro) es una obra cuyas heroínas expresan una poderosa voluntad de autonomía ("todo límite es tanto un comienzo como un final", puede leerse en Middlemarch) y un férreo rechazo a lo que Eliot llamaba "necesitarismo" y equivale a la predeterminación. "Restringida como estaba, su visión no fue nada angosta y ella nunca pasó por alto las dificultades que suscita una vida moral y la complejidad que ésta implica", escribió Walter Allen.
Eliot llevaba dos años viviendo con George Lewes y había tomado la resolución de escribir ficción (estaba a punto de empezar Los infortunios del reverendo Amos Barton) cuando publicó este manifiesto, en el que puede verse una declaración de principios:
El intelecto medio de las mujeres está muy mal representado por el grueso de la literatura femenina, pues las pocas autoras que escriben bien están muy por encima del nivel intelectual de las mujeres en general, pero las numerosas autoras que escriben mal están muy por debajo.
Eliot destaca en el primer grupo, el de las que escriben bien, a Elizabeth Gaskell y a Charlotte Brontë (a quien menciona como Currer Bell, seudónimo con el que publicó Jane Eyre), pero ante todo lamenta "la fatídica atracción de la escritura para las mujeres incompetentes", cosa que ocurre menos con artes como la música o la pintura porque "todo arte que precise un absoluto dominio técnico queda, hasta cierto punto, protegido de las intrusiones de la torpe imbecilidad".
Lo que Eliot ataca sin piedad son las novelas "tontas" que tienden a confirmar los prejuicios contra las mujeres y "contra una educación femenina más sólida". No es de extrañar que una moral convencional se reafirme desde novelas que parecen hechas en serie, conforme una receta. Eliot escribe:
Se toma como ingrediente la cabeza de una mujer, se rellena con un manojo de filosofía y literatura bien picado y con un puñado de falsas nociones sociales bien servidas; se cuelga en alto sobre una mesa durante varias horas al día y se sirve caliente con una salsa gramatical ligera en el momento más innecesario.
William S. Peterson, crítico del New York Times, ha escrito que la hilarante paradoja de este ensayo es que, a raíz de su éxito, las obras criticadas por Eliot, pese a ser novelas muy menores, se estudian hoy en los cursos de escritura. La última edición inglesa (Silly Novels by Lady Novelists, Penguin) incluye otros artículos también publicados en la Westminster Review: desde uno consagrado a Madame de Sablé (autora de máximas y epigramas como "Elogiamos a veces las cosas pasadas para criticar el presente") hasta comentarios sobre Constante Herbert, de Geraldine Jewsbury, o sobre Dred, de Harrriet Beecher Stowe. Ninguno tiene, sin embargo, la trascendencia de este "manifiesto negativo", como suele llamárselo, en el que Eliot se propuso explicar no tanto lo que deseaba hacer como literata, sino ante todo lo que no deseaba hacer. Puede afirmarse que su obra le ha dado la razón..
 la


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"EL CUADERNO DE BENTO "

JOHN BERGER
Editorial Alfaguara

Un libro único que cambia nuestra manera de percibir la vida y el arte
Durante su breve existencia, el célebre filósofo Baruch Spinoza, padre de la Ilustración, llevó un cuaderno de apuntes que se perdió tras su muerte. En El cuaderno de Bento, el pintor, ensayista, activista y novelista John Berger imagina el aspecto que podría haber tenido ese cuaderno: un reflejo de cómo el arte puede orientar la mirada.

Un puñado de maravillosos dibujos, relatos iluminadores -como el de la anciana nadadora que tuvo que huir de Camboya-, y profundas reflexiones acerca de las flores, el cuerpo humano, el baile, los supermercados, los bufones de Velázquez, la ropa de bebé y las distintas formas de resistir a la crudeza del mundo.


«Si buscas un escape, si deseas aprender, si te quieres entretener, léelo. Pero por encima de todo, si lo que buscas es inspiración, ¡léelo!»
Everyday eBook

«Una meditación que levanta el ánimo.»
New York Times Style Magazine

«Berger sigue siendo capaz de llevarnos a la indignación y el encantamiento.»
The Boston Globe

«Admiro y amo la obra de John Berger… En la literatura contemporánea, Berger me parece incomparable. Desde D. H. Lawrence no ha habido un escritor capaz de ofrecer al mundo tal atención sobre los problemas humanos más disímiles, con una sensualidad que no renuncia a los imperativos de conciencia y responsabilidad…»
Susan Sontag

«Toda obra de John Berger es un hito… sus admiradores reconocerán la característica mezcla de compasión y lucidez, honestidad discursiva, calor humano y ejemplaridad cosmopolita.»
Times Literary Supplement

«Uno de los intelectuales más lúcidos y comprometidos de su generación.»
Clarín

«Berger ofrece unas reflexiones inquebrantables acerca de las dificultades de nuestro tiempo y cómo podríamos afrontarlas.»
The Forward

«Una obra literaria que epitomiza el maravilloso mundo de la imaginación y el juego, y un recordatorio de cómo podemos llegar a ver realmente, si sólo fuésemos capaces de bajar el ritmo… Altamente recomendable.»
New York Journal of Books
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lunes, 18 de febrero de 2013


DEL  MAGO DE ARJONA  A  SIMON EL MAGO

 

                                                   Relato de un suceso         

                                                   Hugo Vásquez Caez (Colombia )
 

 

La Costa  Atlántica tiene un buen record sobre los falsos profetas que han llegado a nuestras tierras. En Magangué, los Palmitos, el Piñal y en varias regiones de los departamentos caribeños se tejen muchas historias de personajes “dotados de poderes mágicos”,  no para servirle a la humanidad como muchos dicen, sino para explotarles  ese don de ingenuidad con que algunos nacieron y llevan dibujados en la frente.

Arjona una ciudad intermedia, a pocos kilómetros de Cartagena, junto con sus corregimientos y municipios vecinos,   se había  constituido en un agudo  problema social, por la aparición de un célebre hombre con poderes extraterrestres y que bautizaron con el apelativo de EL Mago de Arjona,  por las sanaciones que hacía. A este  “mago” lo rodearon los explotadores mas ávidos y corruptos que ustedes se puedan imaginar. Estos depravados se dedicaban a relatar historias increíbles hechas por el Mago, que las comparaban con las que hizo Jesús en su peregrinar por este mundo.

 

Todos los habitantes  de la costa acudían a depositar sus ahorros para ver al mago y salir aliviados de sus dolencias. Las consultas eran interminables y se convertían en un gran festín para  los buitres humano que lo explotaban. Estos perversos convencían a los  que no podían entrar a consulta,  que compraran  las carimañolas, las empanadas y demás fritos que vendían en la calle donde se hacia las consultas , que  según  ellos, estaban benditas por el Mago .En esa época  no todos tenían la oportunidad, como hoy, de mantener en sus casas una nevera, así que guardaban en totumas u otros recipientes  estos fritos “benditos”  y cuando un familiar o un vecino enfermaba, se los daban a comer para aliviarlos y entonces se formaba un gran drama, ya que estas proteínas  degeneradas les acarreaban una intoxicación alimentaría de cuidado y llegaban a la emergencia del Hospital  Santa Clara de Cartagena,  donde hacíamos el internado, con un cuadro preocupante que teníamos que duplicar los esfuerzos para ponerlos fuera de peligro. Esto era tan frecuente  que todos los que hicimos el Internado en l952 oíamos con frecuencia a la enfermera decir: ¡llegó otro  del Mago! y  los internos salíamos apresurados a  cubrir la urgencia, por que teníamos conciencia de la gravedad con que venían.

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       ..

Los Internos del Hospital no conocíamos al famoso Mago de Arjona, sólo a sus pacientes y las historias que éstos referían de los avivatos que lo explotaban. Otra fuente de información que teníamos eran los periódicos locales, que denunciaban con insistencia el peligro a que se sometían los habitantes que lo visitaban,  no solo por la receta y los fritos “benditos”, sino también por la falta de sanitarios para tanta gente que llegaba. La vecindad  manifestaban sus inconformidades, pero las autoridades sanitarias no trataban de arreglar  el problema, por temor a que atentaran contra sus vidas.

El “Mago” fue atropellado por una bicicleta que conducía un paciente.  Con una fractura de la tibia  lo llevaron al Hospital. Después del tratamiento indicado hecho en traumatología, hubo necesidad de  hospitalizarlo en el Departamento de Psiquiatría porque su estado mental estaba muy comprometido. Todos los días dábamos clase de esta materia con el Mago como paciente. En verdad el “Mago” era un  hombre extraño : blanco de ojos azules, con una luenga cabellera y una vetusta barba que cubría la mayor parte de su rostro , además de una mirada  en lontananza, le asociaba una quietud indescriptible que el profesor nos decía que era una  típica ESTEREOTIPIA DE  POSICIÓN, término que aprendimos  en el año 1952  y estoy seguro que ninguno de los internos  que asistíamos con regularidad a esta clase , nos costará mucho trabajo olvidarlo. Lo curioso de todo este drama fue que en los primeros días que lo vi me impresionó tanto que  cuando salía de clase y entraba a la sala de la pensión donde vivía, me quedaba sorprendido mirando un cuadro del Corazón de Jesús, por que la similitud con el celebre mago era inenarrable, factor este que atraía al público.

 

Estos personajes han vivido con la historia de la humanidad. Recuerden que en Los Hechos de los Apóstoles, cuando salieron a pregonar el Evangelio, a dar fe de las bondades de Jesucristo y  hacer  signos reales de milagros, San Pedro llegó a Samaria donde vivía un hombre a quien le llamaban Simón  el Mago, porque se dedicaba, como  los simones de hoy, a explotar a los incautos con trucos y actos de brujería. Cuando Simón vio que San  Pedro con sólo ponerle las manos en la cabeza al creyente le transmitía el don de la espiritualidad, del amor al prójimo y la claridad de la existencia del  Espíritu Santo o sea la tercera persona de la Santísima Trinidad,  tuvo la osadía de ofrecerle dinero para que le vendiera ese poder de transformar a una persona sin trucos ni  falsedades y San Pedro le contestó: “Que tu dinero se condene contigo por que has pensado en comprar con dinero lo que es un don de Dios”

De este dialogo se originó la palabra SIMONIA que significa hacer negocios ilícitos con las cosas sagradas. Quien entra a un templo  y se hurta  cualquier  prenda destinada a los actos religiosos, como el cáliz, la custodia, el simple purificador, un abanico, etc, etc.  comete el delito de SIMONIA   que es castigado por las leyes civiles y eclesiásticas ya que según la gravedad de la falta puede ser excomulgado.

 

 

 ..

Del  Mago de Arjona tenemos muchas anécdotas que contar por que tuvimos la oportunidad de vivir muy de cerca su tragedia. Noten que hoy me hizo llegar hasta Samaria, segunda ciudad de Judea, donde vivía otro Mago, con la diferencia que este “Mago”  de la época de Jesús era un vivo, un explotador,  y el nuestro el de Arjona era un triste enfermo.  rodeado de unos “depravadores humanos” que abusaban de la inocencia del prójimo para hacer sus fechorías.

 

leoncaez@hotmail.com.
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" Luces y sombras de la lectura electrónica "


Un e-reader contiene miles de títulos, pero es más frágil que un libro


Leer es una forma de la felicidad, y eso no cambia con los libros electrónicos. Pero la felicidad nunca es completa. Es cierto que estos dispositivos nos permiten llevar miles de obras en unos pocos gramos, pero también tienen sus desventajas.

Los e-readers tienen dos virtudes fundamentales. Primera, que en un dispositivo que puede pesar, como mucho, 650 gramos (la iPad 3), y que en general no supera los 250 gramos (el Kindle), podemos llevar miles de títulos. Es un sueño: tenemos en el bolsillo, siempre con nosotros, no ya un libro, sino toda una biblioteca. Por añadidura, es posible buscar rápidamente palabras o frases dentro de esos textos.

La segunda ventaja es que si se nos antoja leer una obra que no tenemos en ese equipo, bastará conectarse a Internet y adquirirla o, si está en el dominio público, descargarla en unos pocos segundos y sin más trámite. Sólo revisar catálogos en línea es una de las actividades favoritas de los nuevos aficionados a la lectura.

EN CONTRA

 

Pero los e-readers y sus libros digitales tienen también sus puntos débiles. El primero y más obvio es que no saldrán bien parados de una excursión a la playa. La arena, el sol y el salitre son muy destructivos para los dispositivos electrónicos, mientras que el libro de papel es invulnerable a estos elementos. O a los golpes, sin ir más lejos.

Otra de las grandes desventajas de los libros digitales es que no hay garantía de poder leerlos dentro de unas pocas décadas. ¿Serán sus formatos compatibles con los equipos de 2025 o 2050? Hoy sufrimos esto con viejos documentos para PC, por lo que el concepto de una biblioteca que atesoramos y legamos a nuestros hijos es casi impensable con los libros electrónicos.

Un tercer problema es que los libros de papel son mucho más fáciles de marcar y anotar, y que es casi imposible que esos añadidos se pierdan. Con los electrónicos, esta actividad tan básica se complica y es mucho más volátil..
 
Me gustaria que opinen ....sobre el tema. Yo utilizo las dos propuestas cada una me brinda diferentes oportunidades. Y no descarto ninguna de las dos.
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sábado, 16 de febrero de 2013

" HABLAR SOLOS "

Andrés Neuman
Novela- Editorial Alfaguara.

Tuve que hacerlo así. Tenía que fabricarte ese recuerdo»

Un viaje. Dos triángulos. Tres voces. Una vuelta de tuerca matriarcal a la road movie: padre e hijo salen a la carretera juntos, por primera y quizás última vez; mientras la madre toma la palabra y emprende por sí misma una segunda exploración, incluso más arriesgada.

Lito acaba de cumplir diez años y sueña con camiones. Mario está enfermo y tiene deudas con su memoria. Antes de que sea tarde, ambos inician un decisivo viaje en el que compartirán mucho más que tiempo y espacio. Acosada por la idea de la pérdida, Elena se sumerge en una catártica aventura capaz de desafiar sus límites morales. Adicta a la lectura, no dejará de toparse con su propia vida en los libros, o viceversa.

Alternando ternura y crudeza, Hablar solos se desplaza de la infancia a la perversión, de la familia al duelo. Una novela perturbadora que indaga en las relaciones entre Tánatos y Eros, planteando una pregunta de profundas consecuencias: ¿cómo afecta la enfermedad a nuestra forma de leer y de vivir el sexo?

Elegido uno de los mejores libros de 2012, según La Vanguardia

«Neuman fue distinguido con los elogios de Bolaño, y es fácil comprender por qué: como él, combina amor e intriga con un serio compromiso intelectual.»
Publishers Weekly
«Un autor de prodigioso talento. Libros tan estimulantes, eruditos y humanos como este no aparecen muy a menudo.»
The Independent
«Neuman multiplica el lenguaje literario y va camino de convertirse en un clásico.»
La Repubblica
«Neuman no sólo es una noticia brillante para la literatura latinoamericana, sino también para la europea.»
De Volkskrant
«Divertido, inteligente, ágil. Una prosa exquisita que se combina con la sensibilidad de un escritor que sacude las certezas y los encasillamientos.»
Susana Rosano, Clarín
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jueves, 14 de febrero de 2013

"Pessoa y Ofélia, una historia de amor "

Por Santiago Kovadloff | LA NACION

Acaba de aparecer en Lisboa, en edición conjunta, Cartas de amor de Fernando Pessoa e Ofélia Queiroz (Assírio e Alvim, 2012). De esas cartas se conocían hasta ahora dos recopilaciones independientes. La editorial Ática, también de Lisboa, había dado a conocer, en 1978, las que el poeta dirigió a Ofélia. A su vez, las de ella a él fueron publicadas por la casa Assírio e Alvim en 1996, cinco años después de la muerte de la autora.
En nuestro idioma se difundió una bella edición de las Cartas a Ophélia, bajo el sello barcelonés Libros del Zorro Rojo (2010). La traducción, en este caso, estuvo a cargo de Alejandro García; el prólogo lo realizó Antonio Tabucchi y las ilustraciones, Antonio Seguí.
La correspondencia de los grandes creadores siempre despierta interés. Y la amorosa en particular, una curiosidad irrefrenable entre sus celebrantes. Del campo de la filosofía proviene, al parecer, el intercambio de cartas de amor más antiguo que conocemos: el que mantuvieron Abelardo y Eloísa en el siglo XI. Hace unos años vieron la luz, dentro de ese mismo campo, las cartas intercambiadas por Hannah Arendt y Martin Heidegger. Pero es en el terreno literario propiamente dicho donde se encuentra uno de los cuerpos más nutridos y variados del epistolario amoroso. Lo enriquecen, entre otras, las páginas de Victor Hugo, Flaubert, George Sand, Dostoievsky, Kafka, Lugones, Virginia Woolf, Pavese, Borges, Sartre y Simone de Beauvoir. A ellas cabe sumar ahora las cartas de Fernando Pessoa en su correspondencia con Ofélia Queiroz. Esta edición conjunta, que tanto facilita el acceso a las emociones de ambos, todo se lo debe al paciente ordenamiento cronológico de las cartas y a las oportunas notas aclaratorias de Manuela Parreira da Silva. El volumen, inédito en nuestro idioma, será publicado por Emecé próximamente.

Un amor contrariado

La leyenda dice que Pessoa dejó en sus baúles veintisiete mil hojas inéditas..

Sorprende, en las Cartas, la abundancia de un léxico aniñado. En los momentos más intensos, Pessoa y Ofélia se tratan como chicos que están aprendiendo a hablar. ¿Un juego? Sin duda. Pero es en ese lenguaje infantil que expresan, constantemente, la ternura y aun el deseo que cada uno despierta en el otro. Ofélia a Fernando lo llama "filhinho" (hijito) o "bonequinho" (muñequito). Y le dice, arrebatada, que quisiera acunarlo en sus brazos. Él se dirige a ella llamándola "bebezinho" (bebito). Los besos que se envían, los que se dan y los que quisieran darse son "jinhos" ("sitos") y "pombinhos" (palomitos) los pechos de Ofélia que Fernando quisiera acariciar.
El estilo epistolar de Ofélia es directo; escribe siempre con vivacidad, sin reservas. Todo lo que siente y le sucede, piensa y cree ingresa en tropel a sus cartas. Ellas recuerdan, por lo torrencial y espontáneo, a las páginas de un diario adolescente. No es así en el caso de Pessoa. Las suyas son cartas breves, medidas, sin arrebatos. El ingenio suple, a veces, la falta de espontaneidad y la notable pobreza informativa sobre su vida.
El libro que las agrupa contiene 51 cartas de Pessoa. Las de Ofélia suman 129, sin contar los telegramas que mutuamente se envían cuando ya no están en pareja. Organizada, como se señaló, por Manuela Parreira da Silva, la obra, que reúne por primera vez la correspondencia del poeta y su novia, comienza con el intercambio epistolar de 1920, precedido por una única carta de Ofélia, de 1919, año en que se inició la relación. A fines de 1920, Ofélia y Fernando dejan de verse y de escribirse. La segunda y última etapa de la correspondencia y del vínculo recomienza con fuerza en 1929 y se extiende, a los tumbos, hasta 1931.
Ofélia, en sus cartas, se queja invariablemente de la inconstancia de Pessoa para escribirle. Su parquedad la enoja. Lo esporádico de su contacto la desespera. Una y otra vez le pregunta si la quiere. Fernando trata de explicarse: no le gusta escribir cartas. Menos aun, amorosas. Hacerlo, afirma, es reconocerse apartado de aquél con quien tanto se desea estar. Y eso es lo triste. Quisiera verla. Verla en serio, horas. Ella concluye entonces que si no le gusta escribirle, menos le gustará leer sus cartas, siempre extensas y demasiado frecuentes.
Los dos residen en Lisboa. Durante algún tiempo, comparten tareas en una misma oficina. Allí se conocieron en 1919, cuando él cursaba los 31 años y ella los 19. Fuera de ese escenario sin privacidad, se ven muy poco, casi a escondidas y siempre fugazmente. ¿Por qué? Pessoa se niega a formalizar el vínculo. Le parece ridículo pedir la mano de Ofélia. Ella no coincide. Las costumbres exigen blanquear la relación. Sólo así una muchacha decente puede dejarse ver en la calle acompañada por un hombre. Pessoa tiene, para mostrarse inflexible, otra razón además de la expuesta. Es más profunda que la primera. La situación económica del poeta lo convierte en un perdedor por anticipado. Está lejos de poder sostener un hogar. El señor Queiroz, padre de Ofélia, lo rechazará sin dudarlo. Y por esa humillación Pessoa no está dispuesto a pasar. En abril de 1920 le escribe a Ofélia al respecto.
Hijita: No veo nada claro el futuro. Quiero decir que no veo lo que va a suceder, qué va a ser de nosotros, dada tu manera de ceder, cada vez más, a todas las influencias de tu familia y de defender en todo una opinión contraria a la mía.
El 31 de julio de ese mismo año, da un paso más: "Cuando me dices que lo que más deseas es que me case contigo, es una pena que no me expliques que tengo al mismo tiempo que casarme con tu hermana, tu cuñado, tu sobrino y no sé cuántas clientas de tu hermana".
Una de las muchas imágenes de Pessoa en las calles de Lisboa, que solía recorrer diariamente. Foto: AFP

Entre Ofélia y Fernando nunca hubo auténtica intimidad. Es seguro -ateniéndonos a las Cartas- que no tuvieron un solo encuentro sexual pleno. Sí escarceos, roces, caricias tan ardientes como apresuradas. Ambos aluden a ellas. Ofélia, por momentos, es muy directa al respecto. Pero no está dispuesta a dar el salto que Pessoa le reclama. Sufre, a la vez, porque quisiera verlo a diario, aunque sólo fuera unos minutos. Toda la correspondencia del año 20 abunda en planificaciones acerca de horarios y lugares donde encontrarse: esquinas, estaciones de ferrocarril, paradas de tranvía, plazas. Por la mañana, al atardecer, en algún instante del mediodía. Quince, veinte minutos. O el éxtasis inusual de media hora. Jamás por la noche. Ella lo sueña a Pessoa convertido en su marido. Él, en cambio, anhela un largo rato de intimidad:
¿No habrá, Ofelita, manera, lugar y hora de encontrarnos un día cualquiera de forma que podamos hablar un poco más que el cuarto de hora que lleva el camino de Corpo Santo hasta la casa de tu hermana? ¿Cuándo podremos encontrarnos a solas, en cualquier lugar, mi amor?
Ante su imposibilidad de hacerlo como Pessoa quisiera, Ofélia le ofrece otra proximidad. Vive para escribirle. Para escribirle y esperar, incansablemente, que él le responda. Que él acepte verla en los términos que le impone su temor a ser descubierta.
Ni las cartas de él ni su disposición a encontrarse con ella tienen, ya lo dije, la frecuencia que Ofélia reclama. Detrás de su silencio, y de sus excusas cuando lo rompe, Ofélia empieza a discernir, al verlo, al oírlo, al leerlo, que hay en su querido algo sombrío, inasible, inabordable para ella. Tardará mucho, sin embargo, en privarlo de su ternura. Lo quiere, lo espera, lo busca sin pausa. Se nombra "Ofélia Pessoa". Él no alienta esa ilusión. Hacia septiembre de 1920, el repliegue de Pessoa se ahonda. Ella, inútilmente, le suplica que no la haga sufrir, que le aclare qué sucede. No hay respuesta. Finalmente, Ofélia se impacienta. Su tono cambia, su hartazgo aflora: "Hace tres días que no apareces. Antes eras más atento conmigo, más cariñoso. ¡Cómo cambiaste!", le reprocha en octubre. El 27 de noviembre decide romper.
Hace cuatro días que no apareces y ni siquiera te dignas a escribirme. Siempre la misma forma de proceder. Como no tienes ningún motivo para terminar conmigo, actúas entonces como lo haces. Pues bien, yo así no quiero que sigamos. Me doy cuenta de que no soy tu ideal, lo comprendo claramente.
Y a renglón seguido y drásticamente, toma distancia de él y deja de tutearlo: "Lo único que lamento es que usted haya necesitado un año para comprenderlo. Porque si yo le gustara, usted no procedería como lo hace, no tendría valor para hacerlo". Se diría que recién entonces Fernando Pessoa resuelve escribirle a Ofélia con franqueza. Soslaya las excusas, olvida las expresiones infantiles, hace a un lado el humor con el que había buscado entretenerla. El 29 de noviembre de 1920 le confiesa que ya no la ama. Le cuenta a qué aspira, qué le importa en realidad. Es cierto que, en este último aspecto, no termina de ser claro y lo reconoce. Pero se justifica diciéndole que ella no solamente no sabe nada de su misión sino que tampoco tiene por qué saberlo.
Ofelita: Agradezco tu carta, me trajo pena y alivio a la vez. Pena, porque estas cosas siempre provocan pena; alivio, porque, en verdad, la única solución es ésa: no prolongar más una situación que no tiene ya la justificación del amor, ni de tu lado ni del mío. Del mío, al menos, queda una estima profunda, una amistad inalterable. ¿No me negarás la tuya, verdad, Ofelita? Ni tú ni yo tenemos culpa en todo esto. Solamente el Destino tendría culpa si el Destino fuese alguien a quien atribuirle culpas.
La jovencísima Ofélia, cuando conoció al creador de Álvaro de Campos y Ricardo Reis.

El tiempo que envejece las caras y los cabellos envejece también, pero más rápido todavía, los afectos violentos. La mayoría de la gente, que es estúpida, logra no darse cuenta y cree que aún ama porque contrajo el hábito de sentir que ama. Si así no fuese, no habría en el mundo gente feliz. Las criaturas superiores, en cambio, se ven privadas de la posibilidad de esa ilusión, porque no pueden creer que el amor dure, así como tampoco se engañan al sentirlo acabado, confundiéndolo con la estima o la gratitud que dejó.
No sé si quieres que te devuelva algo, cartas u otras cosas. Yo preferiría no devolverte nada y conservar tus cartitas como memoria viva de un pasado muerto, como todos los pasados; como algo que fue conmovedor en una vida como la mía en la que el progreso de los años va a la par del progreso en la infelicidad y la desilusión.
Te pido que no procedas como la gente vulgar, que es siempre despreciable; que no me vuelvas la cara cuando nos crucemos ni guardes de mí un recuerdo teñido por el rencor. Preservémonos uno en el otro como dos conocidos de infancia que se amaron un poco cuando niños y aun cuando, en la vida adulta, hayan conocido otros afectos y seguido otros caminos, conservan siempre, en un rinconcito del alma, la memoria profunda de su amor antiguo e inútil.
Esto de "otros afectos" y de "otros caminos" vale para ti, Ofelita, no para mí. Mi destino pertenece a otra Ley, cuya existencia ni siquiera sospechas, y que está subordinado cada vez más a la obediencia a Maestros que nada permiten ni perdonan.
No es necesario que comprendas esto. Basta con que me guardes con cariño en tu recuerdo, como yo, inalterablemente, te guardaré en el mío.
La familia de Pessoa -su madre, sus tías, sus hermanas- nada supieron de la relación que Fernando mantuvo con Ofélia. Ofélia a su vez, y tal como Pessoa se lo insinúa, nunca accedió al significado profundo de la poesía en la vida del hombre que amó. No obstante, algo supo acerca del ingeniero Álvaro de Campos, uno de lo heterónimos de Pessoa. Era para ella un personaje inventado por su "Fernandito". Su finalidad era importunarla, desalentar su interés en él. Algo así como un seudónimo destinado a interferir en la relación de ambos hablándole pestes de Pessoa e invitándola, sin vueltas, a apartarse de él. Ofélia lo detesta y así se lo hace saber al poeta. Pero también entra en el juego y llega incluso a escribirle directamente a Campos. Lo hace para manifestarle el desagrado que le inspira. A Pessoa le ruega que se libere del ingeniero. Le parece de muy mal gusto que le permita apoderarse de sus cartas. Pessoa se excusa. Le explica que no puede evitar sentirse avasallado por Campos. En un punto, no miente. Le ocurre con Campos y con los demás heterónimos. Pero nada de esto lo imagina Ofélia. Sí sabe, por cierto, que Fernando es un escritor. Ha leído algunos de sus poemas ortónimos (firmados con su propio nombre) que Pessoa, por lo demás, nunca le presenta como tales.
En el tramo final del vínculo, él hace referencia, si bien en términos generales, a su obra. A la necesidad de ordenarla y completarla. No hay, en las Cartas, ningún intercambio más sobre literatura. Nada se sabe, siquiera, acerca del efecto que, en Ofélia, pudo haber tenido, sobre todo a partir de los años 60, la trascendencia mundial gradualmente lograda por la poesía de Fernando Pessoa.
Se impone aquí una digresión. Las cartas de amor del poeta, como queda dicho, se editaron por primera vez en 1978. Precede el conjunto, aparecido en Lisboa, un testimonio extenso y por momentos vanidoso, de Ofélia Queiroz sobre su vínculo con Pessoa. A diferencia de lo que ocurre en el volumen conjunto de las Cartas, se alude varias veces, en esa invalorable introducción, a la obra literaria de Pessoa y a algunos de los escritores más cercanos al poeta. A todo ello se refiere Ofélia con familiaridad, aun cuando, como lo reconoce, no hubiese hablado nunca con Pessoa acerca de sus heterónimos Alberto Caeiro, Ricardo Reis y Bernardo Soares; ni, cabe inferirlo, de la heteronomía como tal. Recuerda, sí, que en compañía de su sobrino Carlos, amigo de Pessoa y poeta también, solían reunirse los tres a conversar sobre temas literarios. Refiere asimismo Ofélia que Luís de Montalvor, muy cercano siempre a Pessoa y uno de los intelectuales portugueses que éste admiró, solía visitarlo en la oficina donde ella y él se vieron por primera vez. "Montalvor no le perdonaba a Fernando que nada hiciese para publicar su obra." Por allí aparecían, además, "muchos jóvenes que venían a pedirle a Fernando colaboraciones para diarios y revistas. Y era algo a lo que él nunca se negaba".
Cuenta Ofélia finalmente, en ese texto de la madurez, que una tarde de 1934 llamaron a la puerta de su casa. La mucama, pocos minutos después, se presentó ante ella y le entregó un libro. Se trataba de un ejemplar dedicado de Mensaje, el único libro que, habiendo recibido un premio del Estado, Pessoa pudo publicar.
Tras la separación ocurrida a fines de 1920, Ofélia y Fernando dejaron de verse durante más de ocho años. La relación se reanudó en septiembre de 1929. En ese largo distanciamiento, la obra ortónima y la heterónima lograron su plenitud. Cuando Pessoa vuelve a vincularse con Ofélia ya es, aunque no se lo hubiera reconocido así todavía, uno de los poetas más originales del siglo XX.
¿Cómo se produce el reencuentro con Ofélia? Pessoa tiene, en ese momento, 41 años; ella, 29. Por intermedio de Carlos Queiroz, sobrino de Ofélia, el poeta se entera de que ella desea recibir, al igual que Carlos, una copia de la foto en la que se lo ve bebiendo "en lo de Abel", local al que el poeta concurre cada vez con mayor frecuencia. En el reverso de esa copia destinada a Ofélia, se lee: "Fernando Pessoa en flagrante delitro". Ella, entonces, vuelve a escribirle. Su cariño es inocultable. Sigue invicta su emoción de mujer enamorada. Al responderle, él no es menos expresivo: "A mi exilio, que soy yo mismo, tu carta llegó como una alegría venida de casa. El agradecido soy yo, mi niñita".
Renace el vínculo. El júbilo desborda en la prosa rápida de Ofélia. Ella sueña otra vez. Lo quiere. Quiere verlo a su lado. Compartir los días, cada día. Pessoa no llega tan lejos. No lo hizo en el pasado, no lo hace tampoco ahora. El 29 de septiembre, algo más de dos semanas después de haberle enviado las líneas precedentes, Pessoa se muestra inequívoco:
La foto con la que Pessoa buscó reconquistar a Ofélia. La nota en el reverso es una típica broma del poeta: ''Fernando Pessoa en flagrante delitro''.

Alcancé la edad en que se tiene dominio pleno de las propias aptitudes y en la que la inteligencia logró toda su fuerza y toda la destreza que puede tener. Es, pues, hora de realizar mi obra literaria, completando unas cosas, agrupando otras, escribiendo aquellas que falta escribir.
Ésa es su prioridad. No la pareja. El propósito de Pessoa es alejarse de Lisboa. Radicarse en Sintra, en Caxias, en Cascais. Donde fuere con tal de que se trate de un sitio tranquilo en el que ganarse el pan y concentrarse en su poesía. Ofélia se inquieta. No desea que él se aleje. O que, si se aleja, lo haga con ella. Promete no perturbarlo. Quiere servirlo, nada más. Estar a su lado, cuidarlo. Apartarlo del alcohol que lo envenena. Ofélia tampoco esconde lo que quiere. Insiste: deberían casarse. Pessoa, molesto, se encrespa otra vez. No está en sus planes casarse. No, al menos, mientras no dé por terminada su tarea. Los hechos ponen fin a la discusión. Pessoa no obtiene el empleo que busca. La paz añorada no será suya. Residirá en Lisboa hasta su último día. Y bebe cada vez más. El aguardiente lo inutiliza, desbarata sus planes de trabajo. En su viejo baúl se van acumulando en desorden las últimas páginas que escribe. El ruego de Ofélia se extiende, obstinado, a lo largo del año 30. Lo intensifican, además, las ausencias reiteradas del poeta a las citas que programan. Promete verla, no lo hace. No aparece donde dice que estará. Le escribe poco y nada. El alcohol ocupa en su vida el tiempo que no le dedica a ella. Cada tanto, una carta de Campos. Su crueldad, su sarcasmo. Su desprecio por Pessoa. Inesperadamente, unas líneas de Fernando. Le dice que está loco. Que deberían internarlo, tratarlo psiquiátricamente. A Ofélia le parece descabellado. Lo que él necesita, le asegura, es amor. Alguien que lo proteja. Una mujer. Y esa mujer es ella. Pessoa ya no le escribirá.
Del año 31 sólo hay cartas de ella. Pocas, sin esperanza. Del 32, una sola, de ella también, ya resignada al silencio de Pessoa. El 13 de junio de 1933, Ofélia le manda un telegrama. En él lo felicita por su cumpleaños: "felicitaciones cariños punto. -ofélia". Reitera ese mismo saludo en el 34. Esta vez, él le responde. Lo hace el 14 de junio, día en que ella cumple años: "muchas gracias muchas felicidades cariños fernando". Un año más tarde, el último de la vida de Pessoa y un 14 de junio otra vez, un nuevo telegrama de Pessoa. Allí asoma un indicio de ternura: "muchas gracias y yo también extrañándote fernando". Ella le ha escrito, es evidente, el día anterior. El 29 de noviembre, Pessoa es hospitalizado. Muere el 30, a los 47 años. Ella no integra el cortejo que acompaña sus restos al Cemitério dos Prazeres. Tres años más tarde, en 1938, Ofélia Queiroz se casa. Su marido fue Augusto Soares, hombre del ambiente teatral. Viuda desde los años 50, la conocí en 1985. Recuerdo sus ojos. Desmentían su edad. En ellos vi, intactas, la vivacidad y la dulzura que cautivaron a Pessoa.

Cartas de amor de Fernando Pessoa e Ofélia Queiroz

Assírio e Alvim
Aunque se habían ido publicando de manera parcial, la reunión de todas las misivas que cruzaron Pessoa y la más joven Ofélia representa un curioso hito en la bibliografía del poeta: las dudas y la ternura dan a las cartas un tono de perfecto candor.
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" YO TE CUENTO Bs As "


Ya está abierta la cuarta edición del concurso de cuentos "Yo te cuento Buenos Aires" que auspicia la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Como es tradición, el concurso se propone la publicación de una antología de 26 cuentos de narradores inéditos argentinos. Los cuentos seleccionados deberán narrar una historia de ficción de tema libre que ocurra en la ciudad de Buenos Aires y que esté enmarcada en algún barrio porteño con calles reconocibles.

Entre las condiciones establecidas en las Bases del consurso se indica que podrán participar escritores inéditos mayores de 16 años, argentinos o extranjeros, que los cuentos de tema libre, escritos en español, que deben ser originales e inéditos, no premiados anteriormente ni presentados simultáneamente en ningún otro concurso, que cada escritor podrá participar con una obra y fimar con seudónimo.

La fecha tope de recepción d elos trabajos es el 5 de abril de 2013, y para las obras enviadas por correo se tomará como límite esa fecha de envío. El Jurado estará conformado por distintas personalidades vinculadas a las letras y sus nombres se darán a conocer en el acto de entrega de premios. Su fallo será inapelable. El fallo del jurado se hará público a fines de mayo de 2012 a través de la página web de la Legislatura y de diferentes medios de comunicación.

Se elegirán 26 cuentos. El premio será la publicación del cuento seleccionado en la Antología YO TE CUENTO BUENOS AIRES IV. Además, se establece un primero, segundo y tercer premio y tres menciones de honor para los seis cuentos que, de los 26, consigan la mayoría de votos de los miembros del jurado. tambiésn se indica que, en caso de no alcanzar todos los textos preseleccionados la calidad literaria requerida para completar la antología, el jurado puede declarar desierto algunos de los 26 lugares dentro de la antología.

Por eso, y dada la condición de escritores noveles de los concursantes, la Legislatura ofrece antes de su publicación una instancia de corrección -gramatical y estilística- de los cuentos seleccionados con la finalidad de mejorar la calidad literaria de los mismos.

Bases: http://www.legislatura.gov.ar/documentos/bases2013.pdf
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martes, 12 de febrero de 2013

" Nada se opone a la noche "


DELPHINE de VIGAN
Editorial Anagrama

Después de encontrar a su madre muerta en misteriosas circunstancias, Delphine de Vigan se convierte en una sagaz detective dispuesta a reconstruir la vida de la desaparecida. Los cientos de fotografías tomadas durante años, la crónica del abuelo de Delphine, registrada en cintas de casete, las vacaciones de la familia filmadas en súper ocho o las conversaciones mantenidas por la escritora con sus hermanos son los materiales de los que se nutre la memoria. Nos hallamos ante una espléndida y sobrecogedora crónica familiar, pero también ante una reflexión sobre la «verdad» de la escritura, porque son muchas las versiones de una misma historia y narrar implica elegir una de esas versiones y una manera de contarla. Y esta elección a veces es dolorosa, porque en el viaje de la cronista al pasado de su familia irán aflorando los secretos más oscuros.
La novela más galardonada (5 premios) en Francia en 2011 y con mayor número de lectores (500.000).
«Un bello canto de amor filial» (Fabrice Gaignault, Marie Claire).
«El resultado se revela cautivador y salvífico» (Alexandre Fillon, Le Figaro).
«Un relato sensible y fascinante, que nos devuelve el eco de nuestras propias heridas» (L’Express).
«Este magnífico testimonio la confirma escritora contemporánea de referencia… Sus reflexiones sobre la necesidad de escribir para aprehender la realidad o sobre el significado de la lectura y la cultura para el desarrollo intelectual y moral del individuo componen uno de los centros de atracción más poderosos del libro. Son muchas las razones por las que Nada se opone a la noche se convirtió en la novela más galardonada en 2011 en Francia, con cinco premios, y la más vendida, con 500.000 ejemplares. De Vigan está reinterpretando su familia… Su libro se acaba convirtiendo en un perfecto espejo donde se refleja lo que se podría considerar alma familiar o ADN emocional… La intensidad del libro es, sin duda, otro de los méritos de esta espléndida obraEsta novela, en su voluntad de interpretar la superficie, nos arrastra hacia estratos abisales donde se configura lo que somos. En definitiva, imprescindible» (Sònia Hernández, La Vanguardia).
«La escritora indaga en el origen de un dolor interno que, más que conocer, intuye. Un rastro que la llevará a descubrir, bajo ese telón de familia ejemplar, secretos ocultos… La obra se planteó como una cartografía personal, pero la narración también se erige como una oportuna y sincera reflexión sobre la objetividad de la memoria y la función de la literatura –sus posibilidades, dificultades y límites–, al abordar los irregulares y complejos contornos biográficos» (Javier Ors, La Razón).
«De Vigan esculpe una historia conmovedora y enormemente contemporánea, existencial, al abrir en canal la memoria familiarDe Vigan se enfrenta a la violencia de los secretos con el arma de la escritura, en un ejercicio experimental que supone también una reflexión sobre la propia redacción… Una novela rotunda, violenta, pero con esa armónica fragilidad de los vínculos afectivos… Es también un canto a la supervivencia, al amor irrenunciable, enfurecido y resignado a los nuestros. A la madre que nos tocó y a la madre que nos hubiera gustado tener. A la madre que nos cuidó y a la que no nos protegió, a la que estuvo y a la que se ausentó. A la madre viva y a la madre muerta. Un canto a la herida mortal que nos conforma y nos destruye, como un estigma invisible, y que la mayoría llama familia» (Sandra Faginas, La Voz de Galicia).
«Un relato híbrido y oscuro que mezcla narrativa convencional y autobiografía» (Lucía Lijtmaer, Marie Claire).
«Una novela catártica en la que trata de entender la vida y muerte de su madre» (Isabel Loscertales, Woman).
«La novela de Delphine de Vigan, que ya arrasó en Francia el año pasado, aterriza en nuestro país con la intención de llegarte al corazón» (Glamour).
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Corea del Sur: hacer arte en un país entre la estética norteamericana y la crueldad

POR Hernán Vanoli- Especial para Clarín


La nueva generación. Hijo de un militar, Young Ha Kim participó de la lucha conta la dictadura en su país

Algo sucede en Corea del Sur. El país que supo ser una suerte de hermanastro pobre de Asia, que atravesó una larga ocupación japonesa, la guerra contra Corea del Norte y dictaduras como la de Chung-hee Park –asesinado en 1979–, el país que recién en 1987 volvió a tener elecciones democrática, no es sólo una de las principales potencias en la producción de gadgets tecnológicos y automóviles. Su cine y su literatura actuales tienen una mezcla particular entre la estética norteamericana y cierto realismo y crueldad presentes en gran parte de la tradición china y japonesa, que muchas veces genera una síntesis muy potente entre los géneros masivos y populares, como el policial, el terror, la comedia o el thriller, con procedimientos narrativos que hacen que Hollywood parezca ir siempre a la saga. Todo esto con algo menos de 50 millones de habitantes. En la última Feria del Libro de Guadalajara quedó claro que la nueva literatura coreana también está peleando por un lugar, y está empezando a traducirse. El puntapié fue Ji-Do, una antología del cuento coreano preparada por Oliverio Coelho para la editorial Santiago Arcos. Uno de los antologados fue Young-Ha Kim. Con 7 novelas publicadas, Kim es una de las principales voces de la literatura coreana. En su novela Your Republic is Calling you (Tu República te llama) trabajó con sinceridad y desparpajo la relación de Corea del Sur con Corea del Norte. Este año, su ópera prima, Tengo derecho a destruirme, fue publicada por la editorial argentina Bajo la Luna. Conversamos con él en Guadalajara.
–En “Tengo derecho…” el personaje es un dandy y un psicópata que ayuda a las personas a suicidarse. ¿Esta suerte de perversión puede ser leída como un manifiesto contra la literatura adaptativa, del “está todo bien”?
–Podría decirse que sí. Tratar un tema como la muerte y en especial el suicido siempre es delicado y es fácil caer en sentimentalismos. Por eso opté por referirme a ella a través de un medio que siempre está en los bordes de la literatura, y es la pintura. Recurrí a obras clásicas de la pintura occidental para hablar del suicidio y de la muerte desde otro ángulo. El personaje principal, el que ayuda a la gente a suicidarse, está obsesionado con la pintura clásica, que ya pasó de moda. A veces, parece que la literatura no adaptativa también pasó de moda.
–La novela está atravesada por tres historias breves donde una mujer esclavizada se venga de su amo, donde una pintora no quiere ser retratada, donde dos hermanos comparten una mujer. ¿La novela fue una excusa para contar esas historias?
–Más bien tiene que ver con la estructura que se elige para el argumento. Trabajé con un tipo de serie donde hay, por ejemplo, (cada letra identifica a una historia) un A B A C B B A, pensando en los hilos de la historia. Haber estado acostumbrado a escribir novelas cortas me permitió hilar.
–¿Hubo una especie de “clima cultural” que permitió que la literatura y el cine coreano de hoy tomaran un rumbo común?
–Desde la década del 80, y también en parte de los 90, muchos escritores, artistas e intelectuales lucharon por la democracia en diferentes movimientos, como revueltas estudiantiles. Y 1987, cuando yo estaba en segundo año de la universidad, fue un año terriblemente violento. Gran parte de los artistas tuvieron participación política y luego, una vez que la democracia empezó a asentarse, alrededor de 1990, todos comenzaron a dedicarse seriamente al arte. Pero la experiencia de haber vivido esos años, y la violencia, marcan a esas producciones.
–Su padre era militar. ¿Cómo hizo para convencerlo y hacerse escritor?
–Aunque suene raro, tenía una especie de Edipo con mi padre. En 1986, un año antes del derrumbe de la dictadura y dos años antes de los juegos Olímpicos de Seúl, yo estaba en las manifestaciones y mi padre me pedía que no lo hiciera. Yo le decía que Doo-Hwan Chun –quien gobernó Corea entre 1980 y 1988–era un asesino y él me decía: “No digas eso”. Ese enfrentamiento me permitió cortar un poco con la admiración hacia mi padre y hacerme escritor. La sociedad coreana tiene una base en el confucianismo, y eso le brinda un componente autoritario, de respeto por los mayores. Pero para crear algo hay que romper con los padres.
Kim mencionó a Borges en alguna entrevista, pero hasta Borges llega su conocimiento de la literatura argentina. Cuenta que en Corea hubo diferentes oleadas en que los escritores latinoamericanos logran fama. En 1980 fue Neruda. En 1990, con el posmodernismo, Borges. También García Márquez tiene fanáticos coreanos. Se lo ve cansado. ¿Cómo sobrevive a las ferias, cómo se las arregla para ser escritor y al mismo tiempo vivir de mesa en mesa, de avión en avión?
–El coreano es una lengua menor, somos un pequeño país en oriente. El español tiene una gran comunidad. En cambio Corea es pequeña, y entonces, para nuestra autoestima, tras haber sufrido el colonialismo japonés, tiene un significado muy importante que la literatura coreana sea leída en el extranjero. Es un orgullo que las personas de otros países puedan entendernos, y para el escritor es un servicio social.
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