viernes, 30 de septiembre de 2011

"los Cañones de Vieta "


La sala, alumbrada por un medroso candil que titilaba cada vez que la puerta se habría y entraba el frío viento de la noche sur, la silueta de un robusto hombre sosteniendo debajo de su brazo unos planos recortó la tenue luz que se proyectaba débil sobre las paredes de esa sala secreta, de una casa de costumbres de tertulias, de un pueblo joven convulsionado por la política y los caudillismos.
Este es mi proyecto, dijo Vieta, obtuso  y ensombrecida la voz del artillero en tiempos de conquistas de desiertos y salvajes; y desplegó sobre la vetusta mesa los planos de unos malos dibujos que generó la perplejidad de los reunidos.
Bueno, no soy un buen dibujante, soy un herrero, se excusó Vieta adivinando los rostros escépticos.
No somos tan necios ni ciegos como para no darnos cuenta que es el boceto de un cañón, se defendió uno de los presentes.
Sí, es uno de los cañones.
Qué, son dos.
Claro, uno de salva, para asustar a la chusma revoltosa, y mientras disparan cagados hasta las patas, viene el otro, el verdadero, para aplastar cabezas de esos cobardes.
No se le va la mano don Vieta, cañones en una revuelta, retrucó el más joven.
No sea imberbe, mocoso, a esta chusma hay que aplastarla a fogonazos, no hay que tenerlo compasión.
Y quién lo va a manejar.
No se olvide que fui artillero en la campaña, aunque ustedes no me lo crean, mi preocupación es otra, hay que armarlo.
Al de salva.
No, al verdadero, tengo el material, necesito manos porque queda poco tiempo; y tengo el lugar, mi taller, eso sí tiene que ser de noche para no levantar sospechas, y que opinan.
Las miradas evadían el compromiso de las palabras, pero había que dar una respuesta a ese hombre que se acomodaba el bigote con nerviosismo expectante.
Yo me comprometo, se adelantó el más joven. Cual noche es la elegida. El resto se sumó a la propuesta motivados por la iniciativa del joven.
Vieta sonrió. Mañana mismo, faltan sólo tres semanas para las elecciones comunales.
En la herrería se gestó la construcción del fabuloso cañón, como habían acordado, por las noches oscuras de las entrañas del pueblo, tratando de cuidar el menor descontrol de las manos pesadas de Vieta sobre el yunque cuando ejecutaba los martillazos. Lo reforzaron con caños interiores para soportar la presión de la metralla, amordazados con sunchos de hierros que se enroscaban a lo largo del caño.
Una de las últimas noches de trabajo arduo y sinuoso, ya Vieta puliendo la boca del caño mortífero como acariciando la nueva obra concluida, preguntó:
Que se sabe en la calle.
Solo sospechas fundadas en versiones que estremecen.
Hablan de refuerzos de mestizos que vienen de los toldos y de milicianos importados de la Plata.
No notaron un aire enrarecido, como si la gente percibiera la existencia de un monstruo engendrado por las noches.
Va, puras fábulas, corrigió Vieta, los pueblos perciben el triunfo de la revolución.
Cual revolución, lo cortó el joven.
Mocoso del diablo, de que lado está, no está convencido que lo nuestro va a ser una revolución.
No puedo tener dudas, soy joven.
No antes de una batalla, sino quédese en su casa con su mamita.
Sabe que dicen que el milico patea pa el lado de don Nicolás, interrumpió otro para cortar la tensión provocada por la racionalidad del joven.
Y, seguro que están organizando todo, y nosotros acá perdiendo el tiempo buscando cual es la verdadera revolución.
Entonces como hacemos, dijo el joven para reponer su confianza.
Como hacemos qué, rezongó Vieta.
Para sacarlo, al monstruo. 
Alcánzame la lámpara y vamos al patio, al lado del aljibe. Vieta pidió que le alumbraran y con una varilla de hierro hizo el plano del centro del pueblo sobre la tierra humedecida por el rebalse azaroso del aljibe.
El cañón lo camuflamos y lo sacamos con una carreta desde acá, iremos por calle Córdoba, agarramos Salta después Libertad, hasta la fábrica de don Juan Calandro, ahí lo guardamos junto con el otro, el que sacude salva que ya estará ahí.
Y cómo será el modo de operaciones.
Controla la ansiedad jovencito, y lo regentea con la varilla en alto, luego la baja y sigue dibujando el plan de acciones. El joven se culpa por ser joven y baja la mirada con desdén.
Esta es la plaza principal, la fábrica de Calandro está en esta esquina, lo sacamos, costeamos la arboleda de la plaza, y encaramos hacia el centro de la misma. Aguardamos el momento que se arme la trifulca.
El cañón había sido trasladado una fangosa noche de lluvia y ya estaba guardado bajo una parva de pasto en la fábrica de don calandro.

Domingo Elena había organizado el movimiento junto a los milicianos ese domingo de noviembre de 1889. Desde las primeras horas de la mañana los hombres más capaces hacían guardia, otros acorazados y pertrechados en las azoteas. Se relevaban cada tres horas mientras en el comité se jugaba a las cartas y se bebía en abundancia, las criollas cebaban mate entre risas y manoseos, lo que menos se hacía era hablar de política.
En la comisaría, que se conectaba con las dependencias municipales en construcción, don Nicolás denodadamente quería detener  el encontronazo y manda chasques al milico para que haya paz.
A que hora se arma el baile, preguntó la chinita en el comité.
A las doce, contestó un paisano que solo se le vía el pucho detrás de las cartas.
Y los cobardes donde se esconden.
En la azotea de la escuela y el resto rompió a carcajadas.
¡Nos van a tirar con agua hirviendo!
Sonaron las campanas de la iglesia como una orden de metal férreo dando el mediodía, Héctor Robbio en el comité gritando ¡A levantar el juego y a estar listos para la segunda orden! La espera se alargó unos minutos más, la angustia también se prolongó.
Se oyó la segunda orden de un clarín enloquecido y empezaron a desatar entonaciones aisladas de los viejos  fusileros. El fuego se hizo más graneado que a pocos metros de la intendencia cayó la primer víctima, el mitrista González  hasta el vacuno Barrios, parece que no quería morir sólo mejor morir con el enemigo, los dos algo se dijeron aunque nadie escuchó por los estruendos que metían las metrallas.
Y llegó el momento de bautizar la creación  de don Vieta, salió dejando el nido de paja y pasando las puertas de la fábrica hizo su presentación, junto con el de salva, en sociedad y el primer saludo lo hizo este, el trueno cortó el aire, se detuvo el encarnecido combate  como un congelamiento del tiempo, luego las miradas buscaron las víctimas, solo pólvora y humo, los chicos se asomaban por las ventanas, creían que el circo había llegado con cañitas  y fuegos de artificios.
¡Es de salva! Grito uno, ¡nos quieren amedrentar! 
Los mitristas respondieron con fuego nutrido desde su madriguera, la azotea de la escuela, se envalentonaron después de verificar que ese dragón solo tiraba humo, hasta que el caudillo Pedro Hidalgo caía con la cabeza destrozada.
Un grupo de improvisados artilleros dirigidos por Vieta avanzaron resguardados de las lluvia de balas, en la esquina paramos, gritó Vieta, y su grito se impuso sobre las balas, desde esa esquina se dominaba todo el campo enemigo.
El cañón es falso! Alertó un mitrista, estás seguro, le retrucó Vieta como jugando al acertijo, y el mitrista observó que eran dos, uno ya había disparado pero no recordaba cual, no distinguía las diferencias entre el verdadero y el falso, ya era tarde para  retroceder, esperó el estallido del primero que sólo fue un fogonazo inofensivo que desconcertó hasta la misma muerte que esperaba poseer los cuerpos, expectante detrás de las arboledas de la plaza, relamiéndose por la cosecha que se llevaría.
Cunado el mitrista quiso alertar que era el otro y que todo era una trampa para despistar, Vieta aprovechó la confusión y las corridas y disparó sin titubear volando varias cabezas burladas y desconcertadas, produciendo la catástrofe y desarmando los cantones enemigos, que huían desesperadamente.
Pedro Jáuregui perdió los botines en la huída sorteando los muertos y heridos cuando se disipó la humareda los cañones habían desaparecido como un perfecto truco de magia.
Cinco días después un grupo de hombres, entre ellos se registran un tal Claroc y Viarola, metieron un charret en la lomillería, y desde un sótano sacaron el cañón (el verdadero) lo cargaron con mucho sigilo sobre el charret y lo transportaron a la cochería que daba justo a la herrería de Vieta, a la vera del portalón de entrada se abría un pozo abandonado junto a las caballerizas, lo depositaron en el fondo  y lo taparon, escondiéndolo para siempre.
El relato de la historia lo ha sacado del pozo del olvido, lo muestra para luego enterrarlo nuevamente.
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"EL TIEMPO ENTRE COSTURAS "

Autora: MARÍA DUEÑAS

Una novela de amor y espionaje en el exotismo colonial de África.
La joven modista Sira Quiroga abandona Madrid en los meses convulsos previos al alzamiento arrastrada por el amor des­ bocado hacia un hombre a quien apenas conoce. Juntos se instalan en Tánger, una ciudad mundana, exótica y vibrante en la que todo lo impensable puede hacerse realidad. Incluso la traición y el abandono de la persona en quien ha depositado toda su confianza. El tiempo entre costuras es una aventu­ ra apasionante en la que los talleres de alta costura, el glamur de los grandes hoteles, las conspiraciones políticas y las oscuras misiones de los servicios secre­ tos se funden con la lealtad hacia aque­ llos a quienes queremos y con el poder irrefrenable del amor.
Una novela femenina que tiene todos los ingredientes del género: el creci­ miento personal de una mujer, una historia de amor que recuerda a Casablanca… Nos acerca a la época colonial espa­ ñola. Varios críticos literarios han destacado el hecho de que mientras en Francia o en Gran Bretaña existía una gran tradición de literatura colo­ nial (Malraux, Foster, Kippling...), en España apenas se ha sacado prove­ cho de la aventura africana. Un home­ naje a los hombres y mujeres que vivieron allí. Además la autora nos aproxima a un personaje real desconocido para el gran público: Juan Luis Beigbeder, el primer ministro de Exteriores del gobierno de Franco.
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" ATENCIÓN ESCRITORES "


Yo te cuento Buenos Aires III  

 La Legislatura porteña organiza la tercera edición del concurso Yo te cuento Buenos Aires, del que podrán participar escritores inéditos mayores de 17 años, argentinos o extranjeros residentes. El cuento debe narrar una historia de ficción de tema libre que ocurra y que esté enmarcada en algún barrio de la Ciudad de Buenos Aires. Los originales se reciben hasta el lunes 14 de noviembre de 2011.
Esta nueva edición del concurso de cuentos que continúa premiando a los mejores escritores inéditos tiene como consigna narrar una historia ficticia, que transcurra en algún barrio de la Ciudad de Buenos Aires, con calles y sitios reconocibles. La fecha para inscribirse será hasta el 14 de noviembre de 2011.
Luego de realizar la evaluación de los cuentos presentados se informará sobre los 26 ganadores del concurso, cuyas obras serán publicadas en la antología Yo te cuento Buenos Aires III que participará de la próxima edición de la Feria del Libro. Además se repartirán gratuitamente ejemplares en aeropuertos, casas de turismo, bares notables y bibliotecas.
Las obras serán evaluadas por un jurado conformado por distintas personalidades vinculadas a las letras, cuyos nombres se darán a conocer en el acto de premiación.
Para participar del presente concurso habrá que cumplir con los requisitos establecidos en las bases que se detallan a continuación:
Bases YO TE CUENTO Bs As III (en pdf)
Bases YO TE CUENTO Bs As III (en html)
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jueves, 29 de septiembre de 2011

" 5.000 ENTRADAS "

En marzo de este año, surgió en mí la necesidad de comentar lo que leo. Como expreso en el inicio del blog, comenzó la creación de UN RINCÓN DE LIBROS.
Nunca pensé que en tan poco tiempo (setiembre) iba a llegar a las 5.000 entradas. Más aún la visita de personas de otros países. De acuerdo a la estadística del blog, han entrado de Estados Unidos, Colombia, Alemania, México, España, Ecuador, Canadá, Chile, Rusia y por supuesto Argentina .
Además de contar con un importante número de escritores que colaboraron.
En fin, estoy sorprendida y feliz de la dimensión que ha tomado el blog
Gracias !! Muchas Gracias!! a todos los que participan de una forma u otra. Y bienvenidos a los que ingresan por primera vez
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miércoles, 28 de septiembre de 2011

"UN VUELO DE PELÍCULA "

 ESCRITA Y DIRIGIDA POR EMILIA CASAS. Jóven escritora de 15 años

“Por tercera vez, María de las Nubes Dolores Cristina”

Una obra de teatro realizada por adolescentes. Escrita y dirigida por Emilia Casas.

A los 65 años María de las Nubes Dolores Cristina decide tomarse unas vacaciones en el Caribe junto a su amiga, María Penélope Prudencia. La aventura comienza con los inconvenientes propios de cualquier persona que viaja por primera vez en avión y concluye con la llegada al Caribe. A lo que se va a sumar la aparición de un individuo inesperado en medio del viaje.
Las peripecias de las dos amigas dan lugar a una comedia desopilante y entretenida para disfrutar en familia...
¡Preparen las valijas!
La cita es el domingo 9 de octubre, a las 19:30 horas, en La Esquina Arte y Cultura –Santiago del Estero y Tucumán-.9 de Julio. (Prov de Bs As)

Grupo de teatro “Por siempre había una vez”

 "Un rincón de libros" felicita a los integrantes del grupo de teatro y a Emilia Casas, le desea un auspicioso progreso en la escritura.
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El nuevo museo del libro será presentado este jueves

El flamante Museo del Libro y de la Lengua, que depende de la Biblioteca Nacional, será inaugurado el jueves, a las 19, en una reunión abierta a funcionarios, especialistas, observadores y periodistas

Fuentes de la Biblioteca Nacional informaron el cambio de horario de la ceremonia, a la que fue invitada la presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner.

El museo -el segundo de esta clase en el continente, el otro está en San Pablo, Brasil- funcionará en un edificio construido para la ocasión por el estudio del arquitecto Clorindo Testa.

Se trata de un dispositivo basado en la interactividad mecánica y digital que estará terminado para el próximo mes de noviembre, cuando será inaugurado oficialmente y abierto al público.

El espacio es una construcción diseñada y ejecutada por el estudio del arquitecto Clorindo Testa. Su estructura consta de una planta baja, dos pisos, zona de instalaciones y auditorio. La inminente inauguración coincidirá con la articulación peatonal definitiva de los distintos puntos del predio, que se encuentra en la intersección de Las Heras y Agüero, esquina principal de una manzana emblemática de la vida cultural argentina. Por los caminos internos, el nuevo museo quedará conectado con la Biblioteca Nacional, con el Museo Nacional del Grabado, con el Instituto Cultural Juan Domingo Perón, con la Embajada del Paraguay y con las plazas Del Lector y Boris Spivacow.
El proyecto fue pensado por María Pía López y el director de la Biblioteca Nacional, Horacio González. La idea-fuerza tiene que ver con provocar una reflexión sobre el idioma de los argentinos, sus continuidades y metamorfosis, su irrigación, influencia y efectos sobre los usos y las costumbres.

María Pía López, directora del nuevo museo, desarrolló algunas consideraciones sobre la iniciativa: “Es un espacio lúdico, que juega con la luz y el entorno, y tiene varias salas. En un principio, se había pensado en un Museo del Libro pero después, trabajando el proyecto, nos pareció que recortado así, tendría menos posibilidades de convocar a un público amplio. Y menos posibilidades de discutir algunas cuestiones.” Además, la socióloga y ensayista contó que la idea surgió de una experiencia similar que se realizó en Brasil al asegurar que “empezamos a pensar en algo como el Museo de la Lengua Portuguesa de San Pablo para hacer acá. En otra escala, por supuesto”.

A su vez, González argumentó: “La lengua interviene en casi todas las formaciones sociales y, también, en el tejido amplio y común con que se manifiesta la vida nacional, su literatura, su cancionero, su disposición conversacional.” El también ensayista y sociólogo conjeturó que “el visitante del museo se va a ver en el espejo de la lengua, de manera colectiva e interpelado en su condición de hablante y usuario de la lengua, que vive dentro de la lengua.” El autor de Paul Groussac: La lengua emigrada valoró el apoyo del kirchnerismo a esta inédita propuesta al afirmar: “Que el gobierno nacional haya apoyado esta iniciativa es fundamental. Y pongo este museo a la altura de las preocupaciones científico-técnicas del país. Es más: podría decirse que complementa la idea de Tecnópolis.”
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martes, 27 de septiembre de 2011

"Papeles en el viento"


Alejandro, “El Mono”, ha muerto. Su hermano y sus amigos, un grupo de hierro desde la infancia, apenas se dan tiempo para el dolor. Les preocupa Guadalupe, la hija del Mono. Quieren darle todo el amor que sentían por su amigo y asegurarle un futuro. Pero en el banco no quedó un peso. El Mono invirtió todo el dinero que tenía en la compra de un jugador de fútbol, un muchacho que prometía pero se quedó en promesa. Ahora está a préstamo en un club zaparrastroso del Interior. Y los trescientos mil dólares que costó su pase, a punto de evaporarse.

¿Cómo vender a un delantero que no hace goles? ¿Cómo moverse en un mundo cuyas reglas se desconocen? ¿Cómo seguir siendo amigos si los fracasos van abriendo fisuras en las antiguas lealtades? Fernando, Mauricio y el Ruso, con las escasas herramientas que poseen, desplegarán una serie de estrategias nacidas del ingenio, la torpeza, el desconcierto o la inspiración, para conseguir su objetivo.
Eduardo Sacheri demuestra una vez más su capacidad para construir personajes entrañables y contar historias que llegan de inmediato al lector. Papeles en el viento es un canto a la amistad, y una prueba de que el amor y el humor pueden más que la melancolía. Una invitación a pensar sobre el poder de la vida para abrirse paso a través del dolor y poner otra vez en marcha la rueda de los días.


Biografía del Autor

Nació en Buenos Aires en 1967. Es profesor y licenciado en Historia, y ejerce la docencia universitaria y secundaria. Comenzó a escribir cuentos a mediados de la década del noventa. Publicó los relatos de Esperándolo a Tito y otros cuentos de fútbol —editado en España como Los traidores y otros cuentos — (2000), Te conozco, Mendizábal y otros cuentos (2001), Lo raro empezó después, cuentos de fútbol y otros relatos (2004), Un viejo que se pone de pie y otros cuentos (2007), y las novelas La pregunta de sus ojos (publicada originalmente en 2005) y Aráoz y la verdad (Alfaguara, 2008). Algunas de sus narraciones han sido publicadas en medios gráficos de la Argentina, Colombia y España, e incluidas por el Ministerio de Educación de la Nación en sus campañas de estímulo de la lectura.
A través de esta novela, sencillamente escrita podemos vivir los diferentes valores  que se dan en un grupo de amigos que luchan por un sueño casi ".utópico", para la protección de la pequeña hija de uno de ellos fallecido.
Una amistad de barrio en que muchos se sentirán identificados transcurre los pormenores del grupo.
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lunes, 26 de septiembre de 2011

"Asalto poético a Buenos Aires "

Llegó a la ciudad el Movimiento de Poetas que realiza actividades em más de 100 países. Autores argentinos participaron de lecturas y donaron más de 100 libros a la Biblioteca Nacional

Una ola de poesía se está moviendo por el mundo”. ¿Qué busca? “Aumentar la energía de la poesía, asumir el reto de las grandes transformaciones del espíritu, fundar un mundo acorde a la vida y no sujeto a los designios de la devastación”. ¿Quiénes convocan? Más de 100 festivales internacionales de poesía y 67 organizaciones poéticas internacionales, encolumnadas detrás del Movimiento Poético Mundial (World Poetry Movement) y de 100.000 Poetas por el Cambio. Se presentaron este fin de semana con una acción poética global, que incluyó 800 lecturas de poemas en 520 ciudades de 100 países, talleres, conciertos, y otras actividades.
En Buenos Aires, el asunto empezó el sábado al mediodía, con una convocatoria para “llenar de poesía” los estantes de la Biblioteca Nacional (BN). No se sabe cuántos de los 890 mil volúmenes que hay en la BN son de poesía, pero sí es seguro que la poesía argentina contemporánea no tiene presencia en la biblioteca pública de todos los argentinos.
De los escritores de los 90, no hay un solo libro de poemas de Sergio Raimondi, ni de Alejandro Rubio, ni de Washington Cucurto, ni de Laura Wittner. Apenas un ejemplar de un poemario de Fabián Casas y otro de Punctum, de Martín Gambarotta. Sólo hay 6 volúmenes de Juan Bignozzi y 9 de Diana Bellesi, contra los 285 que tiene Mario Benedetti. Si bien la ley obliga a todas las editoriales a enviar a la BN un ejemplar de cada libro que editan, las más pequeñas rara vez la cumplen.
Encabezados por Graciela Aráoz y Víctor Redondo, los integrantes del Movimiento… aportaron más de un centenar de volúmenes de escritores no catalogados. “La idea es lograr que las bibliotecas compren libros de poesía”, dijo Aráoz, titular de la Sociedad de escritoras y escritores de Argentina (SEA).
En la sede que esa institución posee en el edificio de la estación Once, continuó la actividad. Siguió con un recital de poesía del que participaron José Antonio Cedrón, Enrique Solinas y Paula Jiménez. Cedrón señaló el carácter inédito que suelen conservar los poemas, que resisten las publicaciones. Jiménez leyó poemas de un libro sobre viajes que está terminando y Solinas otro de El gruñido y otros poemas, una antología de su obra publicada recientemente.
Luego, María José Tobal y Aquilino Ramos, pintores y escultores de Zamora, España, vinculados con el grupo Fluxus – heredero del dadaísmo– a través de la figura de Wolf Vostell, realizaron una serie de performances que desacomodaron a los asistentes. Tobal se escribió una frase en un brazo (“ es arte la vida del lobo blanco que me alimenta ”), y luego se lamió la escritura hasta borrarla; escribió dos versos en telgopor, con una resistencia (“ ya era cálida su mano/ yo amaba el frío ”) y colgó otra frase que fue escribiendo en placas de papel radiográfico (“ cortaban juntos los claveles de la despedida ”).En Paternidad, otra performance, Tobal y Ramos convirtieron en basura páginas de diarios, que leyeron en voz alta. Con esa basura vistieron a un muñeco azul con connotaciones fálicas.
Para terminar y con la participación del público, organizaron un “concierto fluxus”. Se taparon los ojos de los asistentes y les susurraron al oído lo que debían decir de manera ininterrumpida: “sí”, “no”, “desorden”, “calla”. Así, a los gritos, en medio de las risas, concluyó la primera acción poética global, preparatoria, como señala el texto que se distribuyó, de “lo que será, y de lo que aún no se sabe”.
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"CUENTOS RIDÍCULOS "

Portada de Cuentos ridículosAutor: RICARDO MARIÑO

Si les parece ridículo un piojo viajando al espacio en una tapa de gaseosa o que a una chica, llamada Cinthia Scoch, le salgan ramas en la cabeza cuando come una mandarina, ni se imaginan a los otros personajes que protagonizan estos cuentos bien titulados "ridículos". ¿De qué otra manera se puede llamar a tanto disparate?
Ilustradores:
Pablo Zerda .
Ricardo Mariño nació el 4 de agosto de 1956 en la ciudad de Chivilcoy, provincia de Buenos Aires, Argentina. Es escritor, periodista y guionista. Entre 1985 y 1988 dirigió la revista literaria Mascaró. En esa época también recorrió distintas provincias argentinas dictando talleres en bibliotecas y escuelas para la Dirección Nacional del Libro. Colaboró para varias revistas y suplementos infantiles como Billiken, La hojita, Cordones sueltos, Humi, A-Z diez y Genios. Fue uno de sus miembros fundadores y, entre 1996 y 1997, integró el Consejo de Dirección de la revista La Mancha. Por su obra literaria —es autor de más de 70 libros para chicos y jóvenes— recibió numerosos premios; entre ellos, el Premio Casa de las Américas 1988 por su libro Cuentos Ridículos. En 2004 la Fundación Konex lo distinguió con el Diploma al Mérito en la categoría "Literatura Juvenil", galardón que se otorgó a los escritores más destacados en los últimos diez años.
Para comunicarse con Ricardo Mariño hay que escribir a eh@ciudad.com.ar
UN RINCÓN DE LIBROS COMPARTIÓ CON RICARDO UNA AGRADABLE CHARLA SOBRE SUS LIBROS EN LA FERIA DEL LIBRO DISTRITAL  DE 9 DE JULIO.


Edad:

Desde 8 años
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domingo, 25 de septiembre de 2011

Ensayo " EL SCHINDLER ARGENTINO "

Sarah Kaminsky ha relatado en Adolfo Kaminsky, el falsificador (Capital Intelectual), la increíble historia de su padre, el argentino que salvó 3 mil vidas durante la ocupación nazi de París. Una biografía que se lee como una novela de espionaje y que atraviesa, desde el lado de los perseguidos, los odios raciales y políticos que jalonaron el siglo XX.

Me llamo Adolfo Kaminsky. Algunos me conocieron como Julien Keller, para otros fui Georges Vernet, Adrien Leconte, “Jules”, “Raphaël” o “Joseph”. Fui el experto en falsificación de documentos de la Resistencia durante la Segunda Guerra Mundial. Se calcula que mis papeles salvaron a más de 3 mil familias judías. Después de la liberación de París, fui reclutado por los servicios secretos franceses para proveer documentos falsos a los soldados franceses que eran lanzados en paracaídas detrás de las líneas enemigas. Luego les suministré documentos a los sobrevivientes de los campos de concentración que se embarcaban clandestinamente hacia Palestina de 1946 a 1948. Más tarde, me puse al servicio del FLN durante la Guerra de Argelia, dentro de la red Jeanson: también fabriqué papeles falsos para ellos. Inicié a revolucionarios antifranquistas en las técnicas de falsificación y proporcioné identidades falsas a los revolucionarios involucrados en la lucha armada en Guatemala tras el golpe de Estado del general Carlos Castillo Armas. Hice lo mismo con los griegos que combatían la dictadura de los Coroneles. No me arrepiento de ninguno de los combates que libré y de los que participé. Actué por convicción, en apoyo a los pueblos víctimas de la opresión, en nombre de la libertad y siguiendo lo que mi conciencia me dictaba. Pero, sin embargo, nada me predisponía a este destino.
Esta es la historia de mi vida. Nací en Buenos Aires en 1925, y aunque me fui de la Argentina muy chico, a los cinco años, conservo todavía un recuerdo sumamente preciso. Es gracioso, porque la mayoría de las personas que me rodean no recuerdan nada anterior a sus cuatro o cinco años. Yo, en cambio, me acuerdo hasta del motivo dibujado sobre los azulejos de nuestra casa. Creo que aún hoy podría reproducirlo.
La Argentina era un cielo azulado y gigantesco que se alzaba ante mi cabeza como un domo, y sobre él los edificios se recortaban hasta el infinito, casi idénticos, y divididos en bloques alineados a lo largo de calles pavimentadas e interminables, de amplias veredas. Los vendedores ambulantes de frutas y verduras las recorrían cargando canastas rebosantes de mercadería y vendiéndoles a los pasantes. Así se veía el escenario cuando comencé a percibir el mundo. Una infancia continuamente bañada por una luz brillante, bajo un cielo siempre azul, tanto que cada vez que pienso en esa época, vuelvo a ver las imágenes de una vida que transcurrió en tecnicolor. El nuestro era un barrio popular, poblado por inmigrantes y nativos. Yo vivía en una de esas cuadras, al mil y algo de la calle Ecuador. En 1929 yo tenía cuatro años. En ese entonces todos me llamaban por mi verdadero nombre, Adolfo. Me portaba bien, era más bien debilucho, tenía el pelo largo y ondulado y, como todos los niños, usaba pantalones cortos.
Tener mi edad en Buenos Aires significaba gozar de una gran libertad. Como no pasaban muchos autos por la calle, los chicos podíamos jugar todos juntos afuera, bajo la vigilancia común de los vecinos del barrio. Yo tenía la libertad de ir y venir a mi antojo. Eramos una banda, demasiado chicos todavía como para ir al colegio, y andábamos de un extremo al otro de la cuadra. Mis amigos eran blancos, negros, indios, mestizos. Creo que entre nosotros no existía ningún tipo de racismo. Quizás fuese diferente en el mundo de los adultos, pero no entre nosotros. Teníamos un juego preferido: esperábamos a que pasara un policía en uniforme, y ahí le cantábamos una canción burlona. Entonces, él hacía como que se enojaba y nos amenazaba con tirarnos de las orejas. Nosotros nos escapábamos a toda velocidad, mitad orgullosos y mitad avergonzados, y nos refugiábamos en nuestras casas. Para llegar a la mía, había que empujar una puerta ancha y pesada y luego atravesar un largo pasillo que daba a un jardín. Era como pasar de la ciudad al campo. Los ruidos urbanos se alejaban y daban paso al silencio apacible de la vegetación. Los insectos hacían espectáculos de acrobacia. Había árboles frondosos y en el suelo crecían flores multicolores. A la derecha, había una huerta. A la sombra de los arbustos descansaban los perros de los vecinos, unos lascivos ovejeros alemanes. Había uno que me gustaba más que los otros: Aguilucho, porque cada tanto abría un ojo curioso frente al vuelo de una mosca, la atrapaba y después se volvía a dormir. Un caminito de tierra y piedra atravesaba el jardín hasta la vivienda del fondo. Era una casa chorizo, compuesta por departamentos contiguos. Mi familia y yo vivíamos en el ala derecha y las otras partes estaban ocupadas por familias nativas. Las viviendas, muy pequeñas, no contaban con cocinas individuales. Para hacer la comida, había que utilizar unas parrillas instaladas afuera, alineadas en un recoveco del jardín y que conformaban un área dedicada a la cocina. Al contrario de lo que pueda imaginarse, esta “cocina común” no era para nosotros algo incómodo sino todo lo contrario, era un verdadero espacio de convivencia. Para todas las mujeres de la casa, para mi madre y para las nativas con sus ropas coloridas, para las jóvenes y las no tan jóvenes, era un lugar de encuentro. Cuando yo volvía jadeando, cansado de corretear afuera, me gustaba juntarme con ellas allí. Doña Lola, una joven regordeta y de piel cobriza, se acercaba y me abrazaba. Ella me cuidaba para aliviarle la tarea a mi madre, demasiado ocupada con mi hermanito Angel, dos años menor que yo. Este jardín era mi refugio; ahí me sentía protegido. Con una oreja indiscreta, me gustaba escuchar a las mujeres hablar, reír o quejarse. Me encantaba la atmósfera femenina, de ternura maternal, que reinaba en ese lugar. Y me gustaba sentir cómo el sol me quemaba la piel hasta que picaba. Me quedaba ahí, con las fosas nasales abiertas, a la espera de los aromas embriagantes que emanaban de las cacerolas. Dulce, salado, picante. Tenía una cierta predilección por el olor a choclo asado.
En cuanto a mi padre, Salomón, lo veía poco, sólo a la hora de la comida. El era sastre a domicilio y había tomado una de las habitaciones de nuestra vivienda para transformarla en su espacio de trabajo. Me parece que se había adaptado bien a la Argentina o, en todo caso, lo simulaba a la perfección. Teníamos ingresos modestos, pero suficientes. El trabajaba todo el día en su “taller”, una pequeña habitación repleta de cosas. Sobre una mesa dominaba una magnífica máquina de coser marca Singer, entre pilas de sacos sin terminar, amontonados sobre un banquito y colgados de las paredes, cubiertos de marcas de hilvanado. Desde afuera se podía escuchar la música suave y obstinada que marcaban las puntadas de las agujas. Mientras trabajaba, Salomón tarareaba todo el día viejas y tristes melodías rusas o en yiddish, acompañadas por el persistente arrullo de la máquina de coser. Aunque no entendíamos nada de lo que decían las letras, las melodías eran tan melancólicas que uno adivinaba fácilmente que hablaban de toda la miseria del mundo. El trabajaba lentamente, concienzudamente, con rigor y aplicación. Demasiado bien teniendo en cuenta lo que le pagaban, según decía mi madre. Para él era imposible entregar un trabajo hecho a medias. Por ende, como la ración de pan cotidiano dependía de la cantidad de esfuerzo que él hacía, estaba bien claro que teníamos absolutamente prohibido molestarlo. Sin embargo, a veces terminábamos golpeando su puerta a escondidas de mamá y él nos daba sus carreteles de hilo usados, que rápidamente se transformaban en las ruedas de nuestros autitos artesanales, que fabricábamos con nuestras propias manos. Eran nuestros únicos juguetes. Mi madre, Anna, le tenía miedo a todo. Era una mujer con carácter, que desbordaba energía, siempre haciendo algo, y especialmente las labores manuales de la casa. ¡Pero tenía tal grado de ansiedad! Era muy supersticiosa y todo la atemorizaba: las enfermedades, los dolores, las muchedumbres, los que no pertenecían a la familia, la mirada de los otros, el “qué dirán”, el mal de ojo… Le temía a todo. Por ejemplo, si se me acercaba un desconocido y decía: “¡Qué niño más bonito!”, ella me apartaba e inmediatamente hacía una serie de gestos para eliminar cualquier embrujo que me pudiera haber echado. Había nacido en Tiflis, en la región rusa del Cáucaso, y allí transcurrió su infancia hasta que mi abuela, una mujer de carácter, decidió huir de los pogroms y de un joven marido alcohólico, y se instaló en Francia con sus cuatro hijos. Mi madre tenía los peores recuerdos de su infancia en Rusia. Me acuerdo que nos contaba cómo eran los pogroms. Lo hizo durante toda nuestra infancia. Y sobre todo cuando se iba acercando la Navidad, porque era en esa época cuando los cosacos cubrían de inscripciones las casas de los judíos para luego volver, ebrios y desatados, a llevar a cabo sus masacres. Ella nos contaba que para poder escapar de las persecuciones, con su familia se escondían en los graneros y en los sótanos, donde había ratas grandes como perros. Nos hablaba del frío que le congelaba las manos, de los aullidos de los lobos que le helaban la sangre y, sobre todo, de un chivo en el granero que le daba cornadas en las costillas justo cuando tenía que quedarse quieta y callada, tragándose las lágrimas y el dolor, rogando para que no la encontraran y la lastimaran. Cuántas veces tuvimos que escuchar, durante toda nuestra infancia, esas historias de mujeres embarazadas a las que les abrían la panza para luego llenárselas de plumas de almohada, de padres castrados frente a sus familias, de cuerpos de niños arrojados por la ventana, mientras que ella, acurrucada con sus hermanos en el granero, se tapaba los oídos para no escuchar los insultos, ni la violencia, ni los gritos de mujeres y niños. Sí, claro, le tenía miedo a la muchedumbre. Al peligro de la sublevación de las masas, al avance del odio colectivo. Para mí todo eso era bastante abstracto, y cuando le preguntaba qué razones habían llevado a los perseguidores a cometer semejantes atrocidades, ella me respondía: “Porque somos judíos. Nos tenían miedo. Decían que los judíos buscaban a los niños para comérselos”. A decir verdad, yo todavía no conocía el significado de la palabra judío. Pero esas historias, a través de las cuales mi madre canalizaba su angustia, alimentaron gran parte de mis pesadillas e hicieron que creciera con un cierto miedo, inconsciente por esa época pero omnipresente. Un miedo doble: el de ser asesinado por una muchedumbre sanguinaria que perdía la razón, y el de que me acusaran de comer niños.

*Ex miembro de la Resistencia Francesa.
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" NOSTALGIA EN EL MES DE LA PRIMAVER "

Setenta balcones hay en esta casa,
setenta balcones y ninguna flor.
¿A sus habitantes, Señor, qué les pasa?
... ¿Odian el perfume, odian el color?

La piedra desnuda de tristeza agobia,
¡Dan una tristeza los negros balcones!
¿No hay en esta casa una niña novia?
¿No hay algún poeta bobo de ilusiones?

¿Ninguno desea ver tras los cristales
una diminuta copia de jardín?
¿En la piedra blanca trepar los rosales,
en los hierros negros abrirse un jazmín?

Si no aman las plantas no amarán el ave,
no sabrán de música, de rimas, de amor.
Nunca se oirá un beso, jamás se oirá una clave...

¡Setenta balcones y ninguna flor!
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sábado, 24 de septiembre de 2011

Marcela Serrano advierte a las mujeres que mantengan "los ojos muy abiertos"

Marcela Serrano reúne en su última novela a diez mujeres, quienes sin ningún pudor se desnudan una a una en una sucesión de monólogos que le sirven a la escritora chilena para reflexionar sobre el rol femenino y advertir que aún hoy, en el siglo XXI, las mujeres deben estar con "los ojos muy abiertos".

Fiel al mundo femenino Marcela Serrano vuelve a él una vez más y publica "Diez Mujeres", 20 años después de su primera novela, "Nosotras que nos queremos tanto" (1991), pero en esta ocasión en lugar de reunir a un grupo de mujeres amigas contándose historias, la autora decidió enfrentarlas a su terapeuta.

"Los tiempos están tan duros, el mundo está tan feo que correspondía más que fueran pacientes alrededor de una psiquiatra que amigas instaladas frente a un lago de vacaciones contando historias", aseguró en una entrevista con Efe la autora, que reconoce la influencia que tuvo en ella el psicoanálisis argentino, a la hora de pensar en la estructura de la novela.

La autora de "Lo que está en mi corazón" o "El albergue de las mujeres tristes" quería comprobar tras dos décadas de carrera "la coherencia" de su obra ligada a la defensa de la mujer.

"Hace veinte años publiqué mi primera novela donde planteé que todas las mujeres teníamos la misma historia que contar", recordó Serrano.

Ahora, convencida del poder curativo de contar historias tanto para "el que las cuenta como para el que las escucha", la autora se sirve de nueve mujeres, muy distintas entre sí y que nunca se han visto, para dar voz a los problemas femeninos actuales.

Se trata de Francisca, Mané, Juana, Simona, Layla, Luisa, Guadalupe, Andrea, Ana Rosa y Natasha (la décima mujer, la terapeuta), de origen ruso y judío, que ha pasado toda su vida buscando a una medio hermana, Hanna, y quien finalmente las dejará volar solas.

"La rabia" que le provocó los casos de pedofilia en la Iglesia católica sirvieron a Serrano para abordar la violación de menores construyendo el personaje de Ana Rosa, una pequeña que en el seno de una familia católica sufre abusos de su abuelo y quien descubre que su madre también fue víctima de los mismos.

"Este personaje es una denuncia", subraya Serrano, quien ahonda con Layla, una periodista de raíces árabes que viaja a Gaza a conocer sus orígenes, en el trauma de la violación, un "daño que no tiene reparo", afirma la escritora.

Serrano no olvida la enfermedad mental, porque considera que la depresión afecta "más a las mujeres que a los hombres" debido a que estas se hacen cargo tanto de las emociones propias como las de los hijos, de la pareja, ni deja a un lado la vejez, la soledad, la relación madre-hija o el silencio que encarna Luisa, la campesina esposa de un detenido-desaparecido cuyo caso nunca denunció .

La homosexualidad femenina, uno de los temas que más tiempo le demandó en sus investigaciones, la aborda a través de Guadalupe, una adolescente hija de una familia acomodada que nos hace meditar sobre el miedo a no ser aceptados.

Sobre la relación de pareja, la autora confiesa que pese a creer que se trata "de las grandes satisfacciones de la vida", hoy todavía socialmente "una mujer sin hombre es considerada menos mujer".

Por ello advierte que cuando hay jóvenes que creen que "todo esta cosa del genero está pasada de moda" le dan ganas de darles un tironcito de las mechas y decirles: "Ojo chicas, no se crean, ustedes van a tener que pelear".

Y advierte que la educación marcará la diferencia en el siglo XXI, donde, concluye,
Fiel al mundo femenino Marcela Serrano vuelve a él una vez más y publica "Diez Mujeres", 20 años después de su primera novela, "Nosotras que nos queremos tanto" (1991), pero en esta ocasión en lugar de reunir a un grupo de mujeres amigas contándose historias, la autora decidió enfrentarlas a su terapeuta.

"Los tiempos están tan duros, el mundo está tan feo que correspondía más que fueran pacientes alrededor de una psiquiatra que amigas instaladas frente a un lago de vacaciones contando historias", aseguró en una entrevista con Efe la autora, que reconoce la influencia que tuvo en ella el psicoanálisis argentino, a la hora de pensar en la estructura de la novela.

La autora de "Lo que está en mi corazón" o "El albergue de las mujeres tristes" quería comprobar tras dos décadas de carrera "la coherencia" de su obra ligada a la defensa de la mujer.

"Hace veinte años publiqué mi primera novela donde planteé que todas las mujeres teníamos la misma historia que contar", recordó Serrano.

Ahora, convencida del poder curativo de contar historias tanto para "el que las cuenta como para el que las escucha", la autora se sirve de nueve mujeres, muy distintas entre sí y que nunca se han visto, para dar voz a los problemas femeninos actuales.

Se trata de Francisca, Mané, Juana, Simona, Layla, Luisa, Guadalupe, Andrea, Ana Rosa y Natasha (la décima mujer, la terapeuta), de origen ruso y judío, que ha pasado toda su vida buscando a una medio hermana, Hanna, y quien finalmente las dejará volar solas.

"La rabia" que le provocó los casos de pedofilia en la Iglesia católica sirvieron a Serrano para abordar la violación de menores construyendo el personaje de Ana Rosa, una pequeña que en el seno de una familia católica sufre abusos de su abuelo y quien descubre que su madre también fue víctima de los mismos.

"Este personaje es una denuncia", subraya Serrano, quien ahonda con Layla, una periodista de raíces árabes que viaja a Gaza a conocer sus orígenes, en el trauma de la violación, un "daño que no tiene reparo", afirma la escritora.

Serrano no olvida la enfermedad mental, porque considera que la depresión afecta "más a las mujeres que a los hombres" debido a que estas se hacen cargo tanto de las emociones propias como las de los hijos, de la pareja, ni deja a un lado la vejez, la soledad, la relación madre-hija o el silencio que encarna Luisa, la campesina esposa de un detenido-desaparecido cuyo caso nunca denunció .

La homosexualidad femenina, uno de los temas que más tiempo le demandó en sus investigaciones, la aborda a través de Guadalupe, una adolescente hija de una familia acomodada que nos hace meditar sobre el miedo a no ser aceptados.

Sobre la relación de pareja, la autora confiesa que pese a creer que se trata "de las grandes satisfacciones de la vida", hoy todavía socialmente "una mujer sin hombre es considerada menos mujer".

Por ello advierte que cuando hay jóvenes que creen que "todo esta cosa del genero está pasada de moda" le dan ganas de darles un tironcito de las mechas y decirles: "Ojo chicas, no se crean, ustedes van a tener que pelear".

Y advierte que la educación marcará la diferencia en el siglo XXI, donde, concluye, "las mujeres todavía no han alcanzado la igualdad utópica".
 "las mujeres todavía no han alcanzado la igualdad utópica".
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Alberto Sileoni y Juan Sasturain anunciaron el concurso de Vivalectura

El ministro de Educación y el escritor y presidente del jurado, lanzaron la quinta edición de este certamen que reconoce las experiencias docentes en todo el país, en cuanto a la promoción del hábito lector.
 
Durante el lanzamiento del concurso Sileoni destacó: “Este es el reconocimiento a una gran cantidad de docentes que sin esperar premio alguno y sin presentarse a premio alguno hacen lo que tienen que hacer: estimular la lectura, promocionarla".

En tanto Sasturain afirmó: “El objetivo de esta iniciativa es estimular, acompañar, promover materialmente y además anímicamente a aquellos que se ponen en esa tarea tan ardua, ese desafío que es estimular la lectura".

Una de las novedades 2012 es el incremento del premio para el ganador de cada categoría, que asciende de 20.000 a 25.000 pesos. También se añade un premio de 8.000 pesos para las menciones de honor de las categorías 1, 2 y 4. La premiación será realizada en el marco de la Feria del Libro de Buenos Aires de 2012.

El premio Vivalectura es una iniciativa del Ministerio de Educación Nacional junto a la OEI, con el apoyo de la Fundación Santillana y fue instaurado en 2007 con el objeto de estimular, fomentar y rendir homenaje a las experiencias más destacadas en materia de promoción de la lectura.
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viernes, 23 de septiembre de 2011

"DE LEONES ...........ANÉCDOTA "


El  Club de Leones Monarca de Magangué tradicionalmente ha hecho una gran fiesta para  el cambio de Junta Directiva y se acostumbra  invitar a los coterráneos que  puedan en el futuro, ser socios de la Institución. El  Comité  de Festejo solicitó los salones  del  club social de la ciudad, pero estos los habían  reservados con mucha anticipación para un matrimonio. Ante este inconveniente se acordó hacer la fiesta en una finca cercana.
Yo estaba enamorado de Kande la que hoy es mi esposa, su padre don Jesús Hernández  tenia una finca que se llamaba  La Garita  y reunía las condiciones óptimas para los festejos  del  Club de Leones . El Presidente del Comité me comisionó para que hablara con mi futuro suegro, con el fin de lograr nos proporcionara la hacienda para realizar nuestro programa.

La reunión estaba programada para el domingo y  con el fin de cumplir mi cometido,  el sábado por la mañana abordé a Don Jesús para manifestarle nuestra intención, y él con mucha satisfacción me contestó :  No hay ningún inconveniente, vamos esta tarde a  La Garita  con el fin de darle la orden y las instrucciones al capataz. Como habíamos acordado, en las horas de la tarde llegamos a la finca y después del acostumbrado tinto en nuestra región, don Jesús llamó al capataz, un hombre sencillo, huraño de pocas palabras y con una humildad del campesino nativo dibujado en su rostro  y le dijo: Manuel, mañana vienen para la Garita los leones, así que mantenga  la finca bien aseada y  procure  tener mucho cuidado con los animales para que no molesten.
Al regresar a la ciudad informé al Club que contando con  la amabilidad del propietario la Garita estaba lista para la fiesta.
El domingo bien temprano nos citamos en la residencia de un compañero, para tener un punto común de partida y como era natural me fuì con el primer grupo. Al llegar a la Garita encontramos el portón principal abierto de par en par, todo bien aseado, los patios con escasas hojas desprendidas de los árboles, y  noté que no había una sola ave de corral, los gansos que acostumbraban con su graznido saludar a los visitantes desaparecieron, unos pollinos vivarachos e inquietos que ví  el sábado, no estaban, el chiquero de  los puercos vacío  y los perros guardianes  de la propiedad  brillaban por su ausencia,
. Había una soledad impresionante, lo que me hizo llamar con voz alta al capataz, pero este no respondía.  Los compañeros leones me miraban y se sumaban a mi preocupación y sorpresa.   Frente a la finca vivía   una señora que me era conocida, allí me fui a indagar  por  Manuel el capataz, y al preguntarle por él me contestó : doctor ese señor desde las dos de la madrugada comenzó a llevarse todos los animales para el patio de su casa que está  a la entrada del pueblo y me convenció de que amarrara y cuidara los míos, porque su patrón Don Jesús, le había dicho que tuviera cuidado con los animales por que hoy venían para la Garita UNOS LEONES ......

HUGO VASQUEZ  CAEZ. (Colombia)
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" EL BARRO DE LOS LABIOS" por Ana Losada

Su autora es nacida en Quiroga, Provincia de Bs As. Desde muy jóven se radicó en capital, donde estudió al carrera de Psicología. Dedicada a la prosa y la pesía nos brinda su primer libro. Ediciones del Dock
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jueves, 22 de septiembre de 2011

"LOS CONQUISTADOS"- p0r MARCELO MONFORTE

“un mudo con tu voz y un ciego como yo, vencedores vencidos”
                                                                  (Los redondos)

Quiénes son en verdad los conquistados en las pequeñas y grandes historias de un pueblo de frontera, su fundador que se lo elogia perpetuamente cada 27 de octubre recordando su osadía de conquistar el desierto del indio, dejar luego a su gente para construir un pueblo de campaña donde personajes sin destino lo vienen a ocupar y moradores errantes de las pampas huyendo de la ley, del alambre, de la leva y de la estancia lo hallarán como refugio. Quién conquista a quién, el estanciero o el peón, el militar o el indio, mitristas o alsinistas,  gauchaje vagabundo, matones de pulperías, inmigrantes olvidados por la política de la integración, soldados sin ocupación, indios que roban al blanco, indios que pelean para el blanco. Seguro que estas enmarañadas historias, los que creyeron conquistar la tierra, al aborigen,  las ideas políticas, el poder de una comuna, fueron conquistados por el otro, por los que perdieron.
Las historias se entremezclan con la historia colectiva, y las personales de mis vivencias en los barrios y sus personajes, en ambas hay conquistadores y conquistados que trascendieron en el tiempo.

CLAF LAUQUEN O LA VERDADERA FUNDACIÓN
La mano del cacique acarició el pastizal, lo hizo junto con el viento silbador que desparramó las crines de su moro; su figura cortaba el viento, mientra la mano peinaba las puntas de los tréboles sus palabras susurrantes bautizaron el lugar húmedo y solitario: claf lauquen, sentenció el gran cacique Piedra Azul, luego hizo una seña con su mano sin voltear su rostro y el malón encolumnado tras sus espaldas siguió el destino de los dioses de la tierra, extender su poderío imperial.
Quién hubiera imaginado que un baluarte de la familia de los Curá oriundo del cacicazgo de las salinas grandes, un poderío atemorizante que continuó en la mano de los mánqueles, cuando se asentaron desde el salado hasta el centro oeste de la provincia de Buenos Aires, mezclándose con los antiguos pampas, una alianza andina y de llanura, usaban con destreza el caballo manteados con tejidos traídos de Chile, y lanzas e historias que se desconocen su veracidad, sólo un viejo hechicero de las tribus de los montes que alardeaba haber conocido al gran Piedra Azul, dejó en la herencia narrativa de la vida de los toldos una historia de amoríos y venganza.
Ella era hermosa como la luna, su piel dorada por el sol y el aire, sus lisos cabellos renegridos como la coleta de una yegua, sus ojos negros como noche profunda y sus labios sólo conocían una palabra desde que los conoció: Ahyun evocaba las figuras de dos guerreros absorbidos por el amor de ésta araucana.
La vieja más respetada de la toldería, vieja llena de presagios y gualichos, de fuente de consejos a los jóvenes guerreros y doncellas enamoradas, intuyó entre la fumarola del rescoldo la mirada ausente de la joven princesa, un destelo de paisajes futuros, observó lagunas de aflicciones y lágrimas de dolor.
Intervino quemando algunos yuyos para desviar el destino brumador, aunque sabía que el destino y la fuerza del amor son inevitables. La doncella araucana evitó la presencia de la vieja y enfrentó ese destino moribundo, y al vieja entendiendo cesó en su intervención mágica.
La cita fue a la luz de una luna indecisa, ella sin poder elegir entre los dos guerreros que esperaban expectantes, pero sin dejar de traslucir la estirpe y la valentía, los atrajo hacia su dócil presencia como planetas gobernados por la atracción de una estrella misteriosa, mojó con sus labios sus dedos y con ellos humedeceó  los labios de ambos pretendientes, los tocó como una suave brisa y un marcado sello de desesperación, y la palabra que tortura las entrañas: Ahyun. Luego se inclinó en medio de ellos y extendió sus brazos. El amor de la princesa araucana no se podía partir, eran tan iguales, sus cuerpos, sus destrezas, su forma de defenderla, de protegerla, no podía tomar una decisión, amaba a los dos como si se tratara de uno.
Ellos la entendieron, haya que ayudarla a destruir la confusión, se cruzaron miradas de fuego fulminante, se negaron a la reconciliación que ella les imploró, la noche cerró así, muda y fría.
Apuntó la madrugada sobre un horizonte limpio, sólo una triste nube amenazaba el futuro del día, la hechicera y un niño se calentaban al fuego del rescoldo cuando vieron pasar como flechas envenenadas por el viento a dos guerreros, a los dos mejores guerreros de la tribu, a dos sombras sobre pingos embravecidos hacia el seco descampado, la vieja sólo se atrevió a decir; pronto tendremos lluvia, sonó incoherente para el niño que jugaba con las cenizas.
El mediodía se estaba sofocando por algunas nubes espesas. La princesa araucana buscó por las tolderías el rastro de sus amores al percatarse de la ausencia coincidente de sus caballos, persiguió sus huellas como loba despechada y cruzó frente a la guarida de la vieja estaqueada como una estampa, esa situación ya no la había vivido, se miraron detenidamente, hasta que la vieja le mostró el final en sus ojos arrugados. La princesa de la estirpe de Piedra Azul se dejó conducir por los rastros de los caballos que llevaban furiosos jinetes, enardecidos jinetas enfermos y heridos por el amor, las huellas se entrecruzaban, se mezclaban por un camino hecho por el arreo de ganado salvaje, hasta que las huellas se hicieron oscuras y comenzó a seguir la sangre de sus deseados, la sangre que iba surcando el sendero seco y espinoso, sus labios besaron la sangre y sintió el helado frío de la muerte, la palabra ahora fue grito desgarrante: Ahyun! Que recorrió todas las entrañas del desierto de la estepa pampeana.
Una gota dulce sintió en sus labios salados por la sazón de la vida y un aire de lluvia fresca acompañó a esa gota sobre los pastizales amarillos una vez bautizados por sus ancestros. El rastro de sangre terminaba en dos cuerpo tendidos sobre el desierto que la lluvia empezaba a inundar, sus lanzas cruzadas formaban un símbolo, la princesa araucana ya no pudo emitir la palabra torturante, acarició los cuerpos de los mejores guerreros que el amor de una doncella había vencido, y se quedó ahí sumida en la agonía de sus lágrimas. De esas lágrimas vertidas en la estepa solitaria nacieron tres lagunas, claf lauquen.

Autor Marcelo Monforte
:Nacido  en 9 de julio en el año 1971, cursó el magisterio y el profesorado de historia en el Instituto de Formación Docente de esta ciudad, lee desde muy chico .
Empesó  a escribir en su adolescencia, participó en varios concursos locales y provinciales, escribe cuento y poesía, últimamente se  dedica más a la investigación de historia local sobre los caudillos políticos de nuestra ciudad y hechos trascendentes que marcaron un hito en el tiempo. Separa la ficción de lo que es una investigación con el rigor metodológico de las ciencias sociales.
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